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De las mujeres de Jánuca, al mito, a la Halajá

Por: Rav Daniel Shmuels

Uno de los menos reconocidos pero más importantes esfuerzos de nuestros sabios fue establecer la importancia del rol que la mujer desempeñó para determinar las festividades post bíblicas y su subsecuente práctica. Estando Ad-Portas de la celebración de Jánuca, este tema resulta más que apropiado; sobre todo, cuando nuestra sagrada Halajá, gracias a ellas y su importante rol, legisla prácticas para todos nosotros en más de una ocasión. Aparte de ello, es importante anotar que en ciertas comunidades Sefaradí, la séptima y octava noche de Jánuca son dedicadas exclusivamente a las mujeres judías; lo cual, cae como anillo al dedo para este momento.

A diferencia de Purim, donde el texto bíblico explícitamente nombra como la heroína de la festividad a la reina Ester, Jánuca nos presenta un par, si no más, de complicaciones en su presentación. Primero que todo, dentro del Tanaj (24 libros que conforman nuestra biblia) no existe ningún libro, o si quiera pasaje, que nombre a ninguna mujer que pretendiese combatir al imperio seléucida; de hecho, absolutamente nada de la historia de Jánuca hace parte del Tanaj. 

Por otro lado, si recurrimos a la literatura rabínica inmediata, tipo Sidur (libro de oraciones), no encontramos ninguna heroína que haya sacrificado su bienestar para salvar al pueblo judío de las nefastas intenciones del imperio opresor; por el contrario, lo que encontramos es una línea filial de sacerdotes que recuperan a Jerusalén, el Templo y el trono; a saber, la familia de los Hashmonaim, familia de Cohanim; cuyos líderes, como lo leemos tres veces al día durante los ocho días de Jánuca, eran Matitiahu y su hijo Yehuda, quien lidera al ejército macabeo. Entonces, ¿de dónde sacamos que ambas festividades rinden homenaje a mujeres? 

En el caso de Purim por lo menos tenemos el texto como tal dentro de nuestro Tanaj y digamos que por el momento eso es más que suficiente; pero, ¿de Jánuca qué? Nuestros Gaonim nos enseñan que los eventos de Jánuca eran demasiado recientes para que el “Príncipe”, Rabí Yehuda HaNasí, escribiera sobre ello en su Mishná, pues su fin primordial era escribir las leyes que podían perderse de la tradición oral por la distancia temporal existente; por ende, ni Tanaj ni Mishná especificaron puntualmente sobre la historia ni la festividad como tal.

Paradójicamente, como dato curioso, ni libros ni fragmentos referentes a Purim o a Jánuca han sido encontrados dentro de la biblioteca que representan los rollos del Mar Muerto. Recordemos, ambos acontecimientos ya habían sucedidos en la historia de nuestro pueblo al momento en que se escribieron dichos rollos. Este dato lo podemos poner en el estante de los premios de consolación en tanto ninguno de los dos quedó; empero, resulta más que interesante vislumbrar las teorías que los estudiosos de la arqueología religiosa tienen que decir al respecto para que la historicidad de los hechos no pase a ser un mito más de la sociología y antropología religiosa.

Pues bien, resulta que para reclamar historicidad y veracidad sobre los hechos, eminencias en el asunto como el doctor Vermes nos informan que debido a la naturaleza “pura” de los esenios (secta judía que escribió los rollos) era imposible para ellos incluir en sus escritos ninguna de estas festividades con sus respectivos libros porque ello iba contra sus principios morales y éticos. En el caso del libro de Ester estamos hablando de una mujer judía que se casa con un rey no judío para salvar al pueblo. Obviamente, un acto que resulta totalmente reprochable por una secta cuyos estándares morales son aquellos de la pureza absoluta de los Mandamientos de la Torá. 

El caso de Jánuca es un poco más complejo. He aquí la situación, basándose en el documento de Damasco, se nos informa que los esenios se separaron del pueblo judío en el momento en que la posición de Cohen Gadol (Gran Sacerdote del Templo) fue otorgada a sacerdotes no relacionados con la dinastía de Tzadoik; de hecho, como nos lo demuestran los maestros Golb Norman e Ilani Ofri, los esenios en gran parte descendían de la familia sacerdotal de Tzadoik y si Jánuca gira entorno a los Hashmonaim, a la recuperación del Templo y a la ejecución de los deberes sacerdotales por su parte; entonces, resulta más que obvio que no se incluyera nada de los macabeos en sus trabajos y mucho menos escritos que tuvieran que ver con mujeres, investidas bajo el velo de la seducción, que llegaron a promover la toma del poder por parte de los Hashmonaim.

La historia de Jánuca queda relegada por consiguiente a dos libros apócrifos; a saber, Macabeos e Yehudit. Sin embargo, a pesar de ello, nuestra tradición oral, plasmada eventualmente en escritos Mishdráicos del siglo XI y XII, rescata ambos textos y les otorga un lugar fundamental en la instauración de la festividad de Jánuca para entonces llevar al estatuto de Halajá las labores y sacrificios hechos por esas mujeres de Jánuca para que nosotros, hoy en día, podamos perpetuar el legado que el único Dios del universo nos entregó.

En Jánuca no se trata de una heroína como en Purim sino de tres heroínas que en última instancia escribieron Halajá. Dos de nombre Jana y una de nombre Yehudit. La primera Jana es una viuda con sus siete hijos quienes son víctimas del malvado Antioco Epifanes, de quien ya hablamos anteriormente. El sacrificio de Jana y sus siete hijos nos presenta el mejor ejemplo de lo que verdaderamente es la Halajá de Mesirat Nefesh (sacrificio propio) y los estándares bajo los cuales se estableció esa Halajá.

Cronológicamente hablando, nos tenemos que situar antes de la rebelión macabea para hablar de Yehudit, la más grande heroína de Jánuca. Con un libro apócrifo bajo su mismo nombre, Yehudit es la hija del Cohen Gadol Yojanán; recordemos, Matitiahu, el padre de Yehuda Macabí, líder de los macabeos, era descendiente del Cohen Gadol Yojanán. Ese es el motivo por el cual su historia se conecta con Jánuca; es más, ese es el único motivo por el cual se la nombra en los relatos de Jánuca del todo, siendo la invitada de honor de la última noche de Jánuca en aquellas comunidades que continúan esta costumbre. El Ramai, en su anotación sobre las costumbres Ashkenazí del Shulján Aruj, nos indica que debido a su interacción con el comandante Holofernes, a quien decapita después de haber dado de comer queso y embriagado, es nuestro proceder comer productos lácteos en las cenas de Jánuca.

El Shuljan Aruj también establece que mientras las luminarias de Jánuca estén encendidas es nuestro deber no permitir que las mujeres del hogar hagan labor alguna, pues los decretos de los seléucidas fueron más crueles y estrictos con las mujeres judías que con los hombres. Esta Halajá nos lleva a la segunda Jana, Jana Bat Matitiahu. Efectivamente, esta Jana es la hija del Cohen Matitiahu quien a su vez es padre de Yehuda Macabí y quien se convierte en la invitada de honor de la séptima noche de Jánuca. 

Esta segunda Jana nos recuerda acerca del espantoso decreto del imperio seléucida donde toda novia, en su noche de bodas, tenía que pertenecer íntimamente al comandante de la región, algo conocido como “Droit De Segniur”. En su día de boda, Jana decide ir a la celebración de tan especial momento complemente desnuda; por lo cual, sus hermanos amenazan con matarla por deshonrar a su familia. Entonces, Jana toma este instante para exigirles a ellos que en lugar de matarla salgan a defender el honor de todas las mujeres judías y viertan su furia contra el régimen que está causando semejante atropello. En este caso, es Jana, más no Matitiahu, quien incita que los macabeos vayan a batallar contra el imperio opresor. Si bien, Jana confía en los hombres judíos para luchar su batalla contra el abuso sexual hacia la mujer, es este punto el que impulsa la rebelión macabea para retomar el poder y dedicar el Templo nuevamente al servicio de Dios. Sin lugar a dudas, Jana Bat Matitiahu es la primera mujer judía que lucha contra el asalto sexual que tan de moda está hoy en día con el #metoo (#yotambién) movement. Una historia, un relato que definitivamente no debemos dejar relegado como un cuento de hadas de segunda categoría sino como la base para una de las Halajot más importantes de Jánuca y como una base fundamental para nuestra comportamiento ético como hombres. 

Esperando que todos podamos honrar a todas las reinas de nuestros hogares en este Jánuca y sin lugar a dudas en todos los días de nuestra vida, un muy Freilejem Jánuca.