Por: Rabino Eliahu Birnbaum
En días en los cuales el antisemitismo va en aumento, ante nuestros ojos cobra forma un proceso completamente inverso. Más y más personas creen en el judaísmo, apoyan al pueblo de Israel y piden sumarse a sus filas. Este tipo de fenómenos que en el pasado eran de una mínima envergadura incluyen hoy a cientos de miles de personas y más también. Este movimiento no se origina en sentimientos de tipo nacionalista sino en la fe religiosa. La intención última de los individuos y los grupos que participan de esta tendencia no es la incorporación de facto al pueblo judío o la inmigración al Estado de Israel sino unirse al Dios de Israel y a los valores de la Biblia hebrea. Fenómenos tales como judíos relegados que procuran retornar al tronco central del pueblo de Israel, descendientes de judíos que procuran reencauzar su pertenencia o personas que buscan un camino al judaísmo y que adoptan prácticas judías sin aun serlo no son una utopía sino parte de una realidad latente y dinámica.
Es interesante notar que este fenómeno está cobrando fuerza especialmente en países en ellos cuales no viven judíos y sin recibir ni el asesoramiento ni el aliento de comunidades judías o del Estado de Israel. Creo que hasta el presente ni el pueblo judío ni el Estado de Israel conocen suficientemente este despertar ni saben cómo relacionarse con él. Hasta hace unas décadas el pueblo judío se encontraba sumido en un gran sufrimiento, encerrado en los guetos de Europa y en las juderías de los países árabes y no estaba abierto ni mental ni prácticamente hacia los demás, hacia quienes querían entender la Torá y convertirse al judaísmo.
Considero que en virtud de los notorios cambios históricos será necesario dedicarle pensamiento a esta cuestión. Últimamente, el ministerio israelí de las diásporas conformó una comisión pública a los efectos de evaluar y pensar el relacionamiento del Estado de Israel hacia diferentes públicos en el mundo entero que poseen algún tipo de conexión con el pueblo judío para de esa forma elaborar una estrategia y fijar una política en esta cuestión.
En mi visita a la India el mes pasado me encontré con distintos grupos humanos que reflejan esta nueva realidad en el mundo todo y en especial en ese país (sobre parte de estos escribí extensamente en mis anteriores artículos en las secciones de "Judío Mundial" y "Rabino Mundial"). Mi primer encuentro fue con los patanes, musulmanes poseedores de raíces judías. El segundo fue con la tribu de "Bnei Efraim" quienes sostienen ser descendientes de las tribus perdidas que fueron exiladas de la tierra de Israel por parte de los asirios. Asimismo, me encontré con comunidades de "judaizantes", gente con pasado cristiano que descubrieron la verdad en el judaísmo y que desde hace ya unos años procuran ir por el camino de la Torá. Me encontré también con numerosas comunidades noáhidas que procuran estudiar la Biblia hebrea y judaísmo, así como también conducirse de acuerdo con los principios de los siete preceptos que Noé recibió. A pesar de las diferencias existentes entre los diferentes grupos y a pesar de que no todos están interesados en convertirse al judaísmo no cabe duda de que existe una gran búsqueda espiritual en el territorio indio. El movimiento espiritual que caracteriza a diferentes religiones que carecen de preceptos prácticos, sino que se centran en creencias e ideas, introspección y reflexión. El mundo cristiano también se encuentra en un constante movimiento espiritual, especialmente en su ala evangélica, tanto en América del norte, Centro y Sudamérica desde México hasta Brasil, África y Asia. Es de destacar que este fenómeno no se centra exclusivamente en el judaísmo, en Europa, África Centroamérica y Asia cientos de miles de personas decidieron convertirse al islam. Uno de los temas que despierta temores en occidente es el deseo de jóvenes, hombres y mujeres europeos de convertirse al islam no por motivos políticos sino espirituales. En la actualidad, numerosos afroamericanos en los Estados Unidos deciden convertirse al islam en virtud de su deseo de retornar a sus raíces anteriores a cuando sus antepasados fueran vendidos como esclavos.
Los patanes o "pashtu" son millones de musulmanes que viven hasta hoy en el área indoafgana. Según su propia tradición su origen se remonta a los hijos de Israel que fueron exiliados en dirección a Asiria y de allí a Persia y posteriormente a Afganistán. Muchos de ellos dicen: "Somos descendientes de Banu Israail". Según diferentes investigaciones los patanes eran parte del pueblo judío hasta que entre los siglos VII y X adoptaron el islam. Unos 1400 años posterior a su conversión al islam muchos de los patanes aun saben decir que descienden del pueblo de Israel no a modo de mito o leyenda sino como verdad histórica. Tal como me dijo el investigador del fenómeno "pashtu", el Prof. Nabras Afridi, él mismo patán: "debe usted saber que un patán que no dice ser descendiente del pueblo de Israel no es un patán verdadero".
Se trata de tribus musulmanas que se asentaron en el noreste de Pakistán y noroeste de Afganistán. Algunas de las tribus patanas fueron exiladas y llegaron al sur de la india provenientes de Afganistán durante el siglo XIII y allí continuaron su existencia como tribus separadas y diferenciadas con singulares costumbres.
A pesar de que los patanes son musulmanes, creen en el Corán y cumplen con los preceptos del islam (con la Sha´aría, las leyes musulmanas) mantienen diferentes costumbres que los diferencian de los demás musulmanes y les confiere una interesante conexión con los preceptos y las tradiciones judías. Una de las pruebas fehacientes del origen judío de los patanes son los libros genealógicos que se encuentran en la región de Jaipur en manos del Bara Zari, el escriba de la tribu que detenta estos libros. Estos documentan los nacimientos de la tribu patán a lo largo de los últimos quinientos años y vinculan a las familias a los padres de la nación israelita y al Rey Saúl.
Durante los días que duró mi visita llevamos a cabo el primer congreso de su tipo en la historia con la participación de judíos israelíes y musulmanes patanes en la ciudad de Jaipur centrado en el tema de "Las raíces judías de los patanes". Los líderes patanes vinieron a escuchar y a analizar respecto de sus posibles raíces judías procurando profundizar en el tema. El congreso fue organizado por "Or Torá – judíos relegados" bajo la dirección de Eyal Bari quien escribió su tesis doctoral en la universidad de Ariel sobre los libros genealógicos de los patanes y sus líderes.
Durante el congreso, los patanes se dirigieron a nosotros y nos dijeron: "Los judíos son nuestros hermanos, somos hijos del mismo padre, somos descendientes de Abraham e Itzjak al igual que ustedes… estamos con ustedes porque somos patanes y si un patán dice que estamos con ustedes es de verdad… no como Caín y Abel sino como hermanos de verdad que se quieren el uno al otro…".
A pesar del estudio y el diálogo prolíficos, en determinado momento surgieron interrogantes por parte de nuestros interlocutores musulmanes: ¿por qué vinieron? ¿Cuál es vuestra agenda oculta de intereses? ¿Acaso desean convertirnos al judaísmo y devolvernos al pueblo de Israel? Todos nuestros intentos de explicar que solamente procuramos investigar las raíces patanas y dialogar con nuestros hermanos resultaron fútiles. Los patanes musulmanes no desean regresar al seno del pueblo judío. Ellos se ven a sí mismos como descendientes de Abraham e Itzjak y descendientes de una tribu y este nexo es solamente histórico y cultural con una implicancia menor en su identidad nacional y religiosa. Y, de todas maneras, buscan entablar un puente de diálogo.
Los “Bnei Efraim” o judíos de Talugu viven en el sur de la India en el Estado de Uttar Pradesh y según su tradición oral se denominan “Bnei Efraim”. Se trata de un par de cientos de familias que llevan una vida judía, poseen sinagoga, rezan, cuidan Shabat, poseen faena especial según la usanza kasher y creen en un Dios Único. Proceden de la casta de los Mediga y según su tradición este nombre significa “narradores” o “maestros”. Según ellos su historia tiene inicio con el exilio de las tribus de Israel en el año 722 A.E.C. cuando llegaron a Asiria, Persia y Afganistán y desde allí a la India a través de las provincias de Jamo y Cachemira hasta Uttra Pradesh.
Los Bnei Efraim sostienen que su observancia del judaísmo se remonta a la antigüedad. En el inicio del siglo XIX abrazaron la fe cristiana a instancias de misioneros de la Iglesia Bautista. Sin embargo, previo al arribo de los misioneros ellos detentaban costumbres judías. A partir de 1981 algunos de ellos retornaron a su fe ancestral y a una vida judía. El primero de quienes retornaron al judaísmo a principios de los años ochenta del siglo XX fue Samuel Yaakobi quien hasta entonces fungía como pastor bautista. En mi visita tuve la oportunidad de conocerlo.
La visita donde los Bnei Efraim comenzó con un rezo de Minjá en su sinagoga y concluyó entonando el “Hatikva”. Uno de los líderes comunitarios leyó delante de mí estas emotivas líneas:
“Es para mí un honor estar hoy antes ustedes, en un día tan significativo, y hablar unas palabras sobre la comunidad de Bnei Efraim, su esencia, sus sueños, sus metas y especialmente su visión. ´Y será que cuando padezcas y todas estas advertencias te alcancen en el final de los días habrás de retornar hasta Dios tu Señor y escucharás Su voz’. El retorno al Santo Bendito Es, ese es nuestro anhelo.
Deseamos que se entienda con claridad que somos parte del pueblo judío y cuáles son las obligaciones que tenemos los unos hacia los otros y hacia Dios. Principalmente, queremos entender el rol de los Bnei Efraim como parte del colectivo judío, deseamos internalizar la luz de la Torá viviente, primeramente, aquí en el exilio, sin conformarnos con la expresión de deseo de que una vez que lleguemos a la tierra de Israel habremos de cumplir los preceptos.
Constantemente nos recordamos a nosotros mismos que ser parte del pueblo de Israel no es solamente un privilegio sino principalmente la responsabilidad de ser una luz para los pueblos. A los efectos de cumplir cabalmente con esa misión necesitamos comprender los verdaderos alcances de esta responsabilidad. Actualmente, tras unos 2730 años se ha despertado en nuestro seno el deseo de saber y comprender las sendas del Creador y retornar a nuestras raíces”.
Otros grupos con el que me encontré en mi viaje fue el conformado por las comunidades de “Bnei Tzión”, “Kehilat Ovadiá” y “Bnei Iosef” las cuales fueron cristianas hasta hace pocos años y decidieron abandonar esa fe y abrazar el judaísmo. Los miembros de esas comunidades viajaron trece horas en ómnibus de ida y de vuelta para poder encontrarse conmigo durante una hora y narrarme su historia.
El fundador de estas comunidades fue un sacerdote cristiano llamado Samuel. El bisabuelo de Samuel era un judío proveniente de Bagdad que llegó a la India a los efectos de trabajar para el gobierno británico y allí se casó con una mujer nativa no judía. Tal como es sabido, a finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX numerosos judíos iraquíes emigraron a la India. En 1972, el padre de Samuel fundó una iglesia llamada “Iglesia de Sión” en la que oraban por el bien del pueblo de Israel y su Estado. Aparentemente, las raíces judías del fundador de la iglesia lo influenciaron y mantuvieron en su interior el nexo a nuestro pueblo. Con el correr del tiempo, Samuel terminó dirigiendo esa iglesia que llegó a contar con tres mil miembros, pero en secreto comenzó a guardar preceptos judíos sin compartirlo con los miembros de su congregación por temor a su posible reacción. Se trata de un fenómeno no tan común, un sacerdote cristiano que vive como judío dentro de su iglesia.
Fue solamente más tarde que Samuel cambió su nombre a Shmuel y comenzó a hablar con sus feligreses respecto de la importancia de la Torá y el Shabat, del Tanaj, las fiestas judías y la creencia en un Dios Único. Tras un prolongado proceso Shmuel anunció a la congregación que la iglesia pasaba a ser sinagoga y que de la fe cristiana se pasaría a la judía. La mitad de los miembros abandonó la congregación y la otra mitad adoptó el judaísmo. Muchos de los lugareños comenzaron a acosar a Shmuel y a los miembros de su comunidad. No le perdonaban al nieto del judío que abandonase el cristianismo para abrazar el judaísmo. Ante la falta de alternativas y a los efectos de poder dar de comer a los miembros de su congregación adquirió tierras y fundó un kibutz para que en él sus seguidores pudieran trabajar y a la vez cuidar el Shabat.
Resulta que junto a las cuatro comunidades judías reconocidas en la India que son la de Bnei Israel, la de los judíos de Cochín, los Bagdadíes y los Bnei Menashé florecen más grupos poseedores de raíces y legado judío.
Es imposible pasar por alto el hecho que el pueblo judío es heterogéneo y poseedor de diferentes círculos sociológicos que son el resultado de una larga historia, así como también de procesos alternos de exilio y redención. Creo que los grupos que mencioné nos enseñan respecto de la complejidad y la policromía de los diferentes círculos de la historia judía, tanto en el presente como en el futuro de nuestro pueblo.