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La izquierda antisemita también existe

Por: Ricardo Angoso

Los progresistas de medio mundo dicen no tener nada contra los judíos, pero sus actos los delatan y los retratan con certeza y claridad sin mácula de duda, para mejor ejemplo el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel), al que se adhieren todos ardientemente. La lista de ataques antisemitas por parte de la izquierda es larga, desde los desatinos de Podemos en España hasta las simpatías de Jeremy Corbyn hacia la causa palestina pasando por un sinfín de ejemplos.

En los últimos tiempos, y observando el escenario político más cercano, como pueden ser los casos tan distintos de España y Colombia, tengo mis dudas con respecto donde hay más antisemitas o antisionistas, que casi vienen a ser lo mismo en esta era turbulenta y confusa, si en las filas de la derecha o de la izquierda. Los nuevos progresistas se declaran antisionistas, como el líder laborista Jeremy Corbin o los dirigentes de Podemos, en  el Reino Unido y España, respectivamente, pero evitan que les confundan con aquellos que odian a los judíos, ya que ellos supuestamente no son “racistas”. 

Sin embargo, debemos tener las cosas claras  y no andarnos por las ramas: el nuevo antisionismo del siglo XXI es el nuevo antisemitismo bajo nuevos ropajes. Al igual que a finales del siglo XIX, cuando estalló el caso Dreyfus, los antisemitas de hoy repiten el mismo juego de tirar la piedra y esconder la mano. ¿Acaso los antisemitas de entonces, los que condenaron a Dreyfus por espionaje, no utilizaban argumentos inverosímiles como coartada para condenar y destruir la carrera militar de este oficial francés por el simple hecho de ser judío?

Ahora Podemos, en España, se ha sumado a la “moda” antisemita en boga en todo el mundo, aprobando una moción en 58 ayuntamientos -alcaldías- del Estado Español. Estos ayuntamientos a partir de ahora se denominaran Espacios Libres de Apartheid Israelí -ELAI- y mantendrán una actitud “combativa”, aseguran los responsables locales de Podemos, contra el Estado de Israel. Las mociones transcritas de los plenos municipales aprobaban que los gobiernos locales no contratarían ninguna empresa, producto, entidad u organización que fuera israelí y no tendrán relación con el pueblo judío. ¡Hasta el alcalde de Cádiz, un tipo infumable cuyo nombre no pronunciaré, llegó a prohibir un festival de cine israelí!

Aparte de esta declaración de guerra en toda regla contra Israel y, claramente, contra el mundo judío, “la asociación pro-israelí ACOM (Acción y Comunicación sobre Oriente Medio) ha criticado el nombramiento como Ministra de Igualdad de Irene Montero (Unidas Podemos), ya que han considerado que, a través de fake news, ha promovido “el odio a los judíos y la exclusión xenófoba” durante los últimos años, según la versión de esta organización”, informaba el diario digital Moncloa.

Desde Corbyn a Santos, qué tropa

La causa palestina ha sido el banderín de enganche de muchos de estos progresistas al estilo del difunto, políticamente hablando, Jeremy Corbyn, quien homenajeó a los terroristas palestinos que ejecutaron el secuestro y posterior asesinato de varios deportistas israelíes en las olimpiadas de Munich, allá por el año 1972, y también por su cercanía política a la causa de los terroristas palestinos, mucho más democrática, obviamente, y en su opinión, que la de Israel. La mayor demostración de esta política racista, agresiva y antisemita ha sido el BDS, es decir, el movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra el Estado de Israel, un eufemístico nombre que no es más que un engendro que no oculta el odio que de una buena parte de la izquierda hacia los judíos.

Pero aparte de los progresistas planetarios y sin fronteras, que a la primera de cambio se dan abrazos e inclusos besos con la izquierda más cavernaria, también tenemos en Colombia a presidentes de la talla de Juan Manuel Santos, quien se mostró muy favorable a la causa judía y que a la primera de cambio reconoció al Estado de Palestina cuando apenas le quedaban unos días para irse a su merecido -y deseado por muchos, entre los que me encuentro- descanso a los Estados Unidos o donde narices se encuentre. Lo que no sabemos, debido a que hay dos entidades políticas palestinas, por cuál de las dos se decantó Santos, si por la que está liderada  en Gaza por el movimiento terrorista Hamas o por la que gobierna en Cisjordania, controlada por el grupo  de intachable pedigrí criminal denominada Al Fatah; en cualquier caso, entre terroristas y criminales anda el juego. Ya nos revelará algún día, desde una hamaca de Miami, a cuál de las dos reconoció antes de irse. A mis amigos judíos de Colombia, desearles ánimo y también que en el futuro sepan elegir mejor a sus amigos y aliados, ya que tras años y años de apoyar a Santos en su proceso de paz miren como les pagó y cuál fue el “premio” por los servicios prestados a la causa. Aunque, como se dice en mi tierra, sarna con gusto no pica, ¿será así?

Luego están los tontos útiles de los que tanto hablaba Lenin, esos enemigos de la causa progreta siempre dispuestos a prestar sus servicios a la misma y equivocados de bando hasta el final de sus días, capaces de vender hasta las corbatas a los bolcheviques con las que algún día les colgarán, tal como parece que algún día dijo el máximo dirigente de la revolución soviética. Entre estos sujetos, brillan con luz propia dos judíos notables y bien conocidos: el pianista, o lo que sea, Daniel Barenboim y el ex ministro de exteriores israelí Shlomo Ben-Ami. De Barenboim, que será un gran pianista pero que no pierde la ocasión de meter la pata en cuanto abre la boca, se podrán decir muchas cosas pero desde luego nunca le ha hecho un gran favor a Israel con sus críticas, sino más bien lo contrario: ¡qué grande hubiera sido si se callara de vez en cuando! Y del otro, que funge de intelectual o pensador, incluso escribiendo pasquines de carácter pacifista, más vale que hubiera estado a la altura de lo que un día fue y que hubiera tenido un mínimo de responsabilidad política, por el puesto que un día ocupó al frente de la diplomacia israelí, a la hora de hacer afirmaciones como las que hace con esa irresponsable ligereza. Pero, en los dos casos, eso sería pedir peras al olmo. Otro día hablaremos de Gustavo Petro, que merece un capítulo aparte, y cuyas “perlas” acerca de Israel no tienen desperdicio. Continuará.