Imprímeme
Nuestra identidad o el devenir de nuestro vestir
Por: Rav Daniel Shmuels
La Parshá de esta semana, Tetzavé, nos entrega las leyes de los atuendos que deben vestir los Cohanim y al Cohen Gadol cuando están en servicio en el Templo. Todos los Cohanim tenían que usar cuatro vestimentas básicas; a saber, el Ketonet, una túnica completa de lino, el Mijnasayim, pantalón de lino, el Mitznefet o Migbaat, un turbante de lino y el Avnet, una faja arriba de la cintura. Por su parte, el Cohen Gadol tenía que usar adicionalmente el Efod, una especie de delantal teñido de azul, morado y rojo con una hebra de oro. Además el Joshen, un peto con doce piedras preciosas inscritas con los nombres de las doce tribus de Israel. Así mismo el Me’il, una capa de lana azul con campanas de oro y granadas decorativas en su dobladillo, y el Tzitz, un plato de oro utilizado en la frente con la inscripción: “Sagrado para Dios”.
Si este espacio está dedicado a la actualidad y a la Halajá, ¿qué tienen que ver la vestimentas de los Cohanim y el Cohen Gadol con nosotros hoy en día cuando ni siquiera tenemos Templo en servicio? Pues bien, partamos del punto que como lo establecen los Trece Principios de Fe del Rambam, debemos creer con fe perfecta en el advenimiento del mesías todos los días de nuestra vida aún cuando su llegada se demore. Con su llegada se construirá el Tercer Templo y se instaurará nuevamente el servicio de los Cohanim. Este es un deber y creencia nuestra todos los días de nuestra vida y por tanto nos concierne en la actualidad. Empero, podemos ir un paso más adelante para hacer el vestir de los Cohanim relevante para nuestros días.
Si bien el Rambam nos indica que una de las razones para las vestimentas de los Cohanim es para que los judíos los reconociéramos como personas sagradas dedicadas al servicio del Templo, son precisamente estos tiempos de oscuridad, división y asimilación donde cada uno de nosotros debemos asegurar que ese Tzitz que utilizaba el Cohen Gadol en la frente y que decía: Santo para Dios, sea una insignia radical para marcar la diferencia entre nosotros y los demás pueblos del mundo. Esa insignia está en el devenir de nuestro vestir.
El Talmud, en la Masejta de Shabat 145a, nos relata que nuestros sabios en Babilonia se vestían “punto en blanco” para estimular a que el pueblo, de esa manera, honrara la Torá que todos representamos; de hecho, el Talmud mismo, en la Masejta de Shabat 114a, exige que la ropa de un sabio de Torá esté impecablemente limpia. Hoy en día, todos somos representantes de la Torá del único Dios del universo y todos debemos ser sabios y estudiosos de la Torá; por consiguiente, nuestras ropas siempre deben estar impecables y limpias. Rabi Yojanan, en la Masejta de Shabat 113b, llamaba a su vestimenta Mejabduta; es decir, aquella que da honor. Y no, esto no se trata de ropas espléndidas, extravagantes o costosas, se trata de ropas limpias y adecuadas para representar apropiadamente el nombre de Dios y su Torá porque todos y cada uno de nosotros somos representantes de Dios acá en la tierra.
Pero no se trata de cualquier tipo de ropa, el Midrash, Lekaj Tov en Va’eira 6, nos relata que una de las prácticas por las cuales los hijos de Israel obtuvieron el mérito de ser liberados de la esclavitud de Eretz Mitzraim fue debido a mantener su estilo de vestimenta judío. Entonces, ¿debemos regresar al uso de túnicas y turbantes para nuestro diario vivir? Existen opiniones un tanto extremas como las de Rav Menajem Mendel de Romanov que establecen de manera drástica que el vestir igual a los no judíos invita al antisemitismo y por consiguiente es necesario retener nuestra identidad con nuestras vestimentas. No estoy en una posición legal de autoridad para determinar que la opinión de un muy respetado rabino es incorrecta; sin embargo, es importante considerar que más allá de invitar al antisemitismo, lo cual es factible pero no verificable, la invitación a brazos abiertos es a la asimilación y en última instancia a la exterminación de nuestra identidad como pueblo.
Ahora bien, no se trata de regresar a la túnica, al turbante y a la barba hasta el suelo. Como lo hemos repetido en innumerables ocasiones, nuestra Halajá es dinámica para que nos adaptemos a los tiempos y a las circunstancias. Así como numeramos los diferentes atuendos de los Cohanim y del Cohen Gadol, así mismo nosotros tenemos un código de vestimenta que no necesariamente implica el regreso a la túnica. En el caso del hombre judío, hablamos por lo menos de dos accesorios absolutamente necesarios de ser usados día y noche todos los días; a saber, la Kipá o Yamulke (en Yiddish) y el Talit Katán, Arba Kanfot (cuatro esquinas) o Tzitzit (flecos).
La Kipá es el casquete que todos los hombres usamos sobre la cabeza todos los días de nuestras vidas, tanto de día como de noche y que recuerda directamente el turbante que usaban los Cohanim en el Templo; además, nos recuerda la presencia del Todopoderoso siempre por encima de nosotros. El Talit Katán, es una prenda del tamaño del torso de cuatro esquinas, motivo por el cual también se le conoce como Arba Kanfot, que cubre pecho y espalda y de la cual salen Tzitzit de cada esquina para cumplir con el Mandamiento positivo de los mismos. No, no se trata de vestirse de negro y con sombrero, como en algún momento alguien me lo sugirió. Se trata de representar las Mitzvot de Dios en la tierra y honrar esas Mitzvot, esa Torá, con un devenir coherente en nuestro vestir.
Las legislaciones sobre el Tzniut para un hombre se las dejo a cada comunidad, hay comunidades que no permiten que ningún hombre use pantalonetas o joggers aún para hacer ejercicio mientras hay otras que permiten la ausencia de la Kipá y del Talit Katán para la ejecución apropiada del ejercicio físico, lo cual es absolutamente coherente, sensato y permitido por la Halajá. Si nos referimos a una brecha de tiempo de ejercicio intenso, esa no es nuestra cotidianidad y por consiguiente no es nuestra vestimenta permanente. Pero nuevamente, cada comunidad se debe regir por sus principios y estándares particulares.
Inevitable e ineludible en cualquier circunstancia permanente es utilizar tanto Kipá como Tzitzit y que la ropa esté limpia. Hay Poskim que consideran ropas con ranuras grades y visibles inapropiadas en nuestros días debido al fácil y económico acceso que existe hoy en día en el campo textil. Es más, debido a ello hay comunidades, como Jabad, que no dicen la Brajá de Shejeyanu al estrenar ropa. Nuevamente, desde mi perspectiva, esto queda a los parámetros de cada comunidad y sus necesidades económicas.
Ahora bien, ¿qué tanto debe el Tzniut (recato) marcar el devenir de nuestro vestir? Técnicamente son intrínsecos; de cualquier forma, la globalización nos da pautas nuevas cada día que no van contra los estándares básicos de la Halajá y que fácilmente podemos utilizar para nuestro beneficio sin desbancar de entrada a la Halajá. Me he encontrado con comunidades que no aceptan que un hombre utilice camisas de manga corta o con aperturas en V, lo cual no he podido corroborar en ningún registro como una legislación o Minjag (costumbre). Manga corta o manga larga, no creo que ninguna mujer se vaya a derretir al verle los brazos a un hombre, si es que estamos hablando de Tzniut, y por el contrario son extremadamente funcionales cuando tenemos que ponernos los Tefilín. Si tiene apertura en V o no, es de menos por cuanto el Talit Katán, por encima de la camisa o por debajo de ella soluciona la situación inmediatamente y no hay de qué preocuparse. Pero nuevamente, cada comunidad debe delinear sus parámetros para tales fines o aceptar abiertamente la opinión más indulgente de la Halajá para todo sus congregantes.
El punto principal a hacer es el de vestirnos, comportarnos y dirigirnos coherentemente con los valores que nos entrega nuestra Torá y Halajá. Sí, en el caso de los hombres es necesario que utilicemos todos los días, todo el día, los accesorios mencionados anteriormente porque ellos nos recuerdan permanentemente de nuestro deber como judíos pero también tenemos que dar un paso revolucionario al movilizar nuestra sagrada Halajá como inclusiva y no excluyente. Si bien nuestro vestir tiene que reflejar nuestros valores como judíos, es necesario que le abramos la puerta a todos aquellos judíos que no han incorporado en su cotidianidad el uso de la Kipá y de los Tzitzit para que, poco a poco, paso a paso, puedan internalizar la importancia de uso, no sólo para ellos, sino para todas las generaciones por venir.
Este es el momento en el cual Klal Israel se puede unificar de una vez por todas, sin importar la corriente o comunidad particular a la que se pertenece, para levantar la cabeza y llevar con orgullo esa insignia que dice: Santo para Dios.