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Las Tablas de la Ley o la exclusión de la civilidad

Por: Rav Daniel Shmuels

La Parashá de esta semana, Ki Tisá, nos relata, entre otros temas, la entrega de las Lujot HaBrit; literalmente, las Tablas del Pacto. A estas también se las conoce como las Tablas de la Alianza o las Tablas de la Ley, todos son sinónimos y dan cuenta de las dos tablas que el Todopoderoso le entregó a Moisés con los Diez Mandamientos inscritos en las mismas. De ellas sabemos que existen dos versiones; a saber, las primeras que Dios hizo e inscribió en ellas los Mandamientos y que al bajar del Jar Sinaí Moisés, debido al comportamiento de los hijos de Israel, quebró contra el suelo. Después de tal evento, Dios le ordena a Moisés que talle unas nuevas tablas en piedra. Tanto las quebradas como las talladas por Moisés son ubicadas en el Arca de la Alianza.

Al contrario de la creencia popular, influenciada por las expresiones artísticas del medioevo, el Talmud, en la Masejta de Bava Batra 14a, nos asegura que las Lujot eran totalmente rectangulares y no redondas en la parte superior. Pero, ¿qué relevancia puede tener esto en la actualidad? Pues bien, de acuerdo a la inmensa mayoría de Poskim actuales y pasados, el asunto es relevante en tanto establece un perímetro exacto, un límite del cual no nos demos salir. Su aspecto físico es una analogía de lo que idealmente debe ser nuestro comportamiento como judíos, un comportamiento con límites específicos sin excepción alguna. Un comportamiento hacia nuestro semejante y hacia Dios puntual que deja claro, por así decirlo, el campo de juego. Ese campo de juego son todas las posibilidades que nuestra Halajá permite para interpretar, analizar y legislar desde la opinión más indulgente hasta la más estricta; empero, todo dentro de ese marco donde se encuentran los Mandamientos.

El aclarar y subrayar esta parte del aspecto físico de las Lujot nos trae a conceptos fundamentales de convivencia; al parecer, estos conceptos están perdidos en la era actual de la permisibilidad y más aún en nuestros días, donde una vez más ratifico y confirmo la división entre nosotros como judíos desde toda perspectiva; lo cual, es devastador y poco alentador porque somos muy pocos en comparación con los demás pueblos del mundo y porque una base fundamental de nuestra fe es amar al prójimo como a nosotros mismos. Entonces, ¿a qué estamos jugando? Nos llamamos judíos pero nos odiamos unos a otros por las diferencias de nuestros pequeños narcisismos. 

Si nos detenemos en el significante que acompaña la palabra “tablas”, vemos que el propósito único de ellas es el de incluir y unir a todos los judíos en un solo pueblo, no en el de convertirlo en un pueblo antagonista entre sí mismo. Pacto, alianza, ley, todo nos circunscribe y nos ubica en el registro simbólico del lazo social. Cuando Dios le dio las Tablas de la Alianza a Moisés no fue para que sólo un selecto grupo de judíos las cumplieran y no los demás; de hecho, Dios le entregó las Tablas para que todos fuéramos incluidos en ese pacto, las Lujot son para todos, son incluyentes mas no excluyentes. Ah, y el que se quiera unir al pacto con verdad absoluta; pues, bienvenido. Entonces, las Tablas con su forma rectangular nos enseñan que todos estamos circunscritos dentro de ellas, todos debemos ser “un” pueblo a pesar de nuestras diferencias, nuestra fe, nuestro compromiso y nuestro amor al Eibishter son más grandes que nuestros egos. 

Si estamos hablando de Torá, de Halajá, de Yiddishkeit y de liderazgo religioso a propósito de su respectivo impacto en todas nuestras comunidades judías alrededor del mundo en estos momentos de separación, división, odios políticos absurdos; es, sin lugar a dudas, nuestra responsabilidad como líderes de fe comunitarios guiar a nuestras comunidades hacia la unificación más no hacia la división e inclusive hacia la indiferencia, que en último análisis también procura la separación y la exclusión. No es posible que nuestro pueblo, el cual debe ser uno como Dios, esté dividido de esta manera tan desproporcionada y nuestros líderes resulten indiferentes a propuestas unificadoras que pretenden dar un lugar para la voz olvidada, la voz menos preciada, la voz de la minoría y esa voz que grita en silencio cubre todos los aspectos de nuestro judaísmo, desde el más ortodoxo hasta el más laico. Sí, estoy hablando de la plataforma de Limmud Internacional. 

Por lo general intento ser imparcial y evitar discordias comunitarias ajenas a mi propia comunidad; empero, en esta ocasión me es imposible evitar mencionar Limmud Bogotá 2020. Anteriormente he sido expositor y participante de tan maravilloso evento y plataforma. A pesar de las diferencias y discordias, siempre ha existido un respeto absoluto entre los expositores y los participantes, entre los expositores y los organizadores, etcétera. En ocasiones anteriores he decidido viajar en “red eye”, por un solo día, para poder compartir con mi comunidad madre y con mis amigos que aún viven en Colombia en un espacio donde cualquier y todo tema judío es aceptado y donde muchos desean hacer comunidad inter y extra comunitaria. Es por ello que siento la necesidad de anudar este tema de las Lujot con la plataforma de Limmud Bogotá 2020.

Si bien, el aspecto rectangular de las Lujot nos dice claramente que tenemos unos límites para comportarnos y que ellos a su vez nos unen como pueblo “único”, ¿por qué en un espacio como Limmud, cuya última finalidad es unirnos como pueblo bajo las diferentes expresiones de su devenir, van a surgir antagonismos exagerados y comportamientos reprochables de los expositores contra los organizadores? Igualmente, ¿cómo es posible que siendo un pueblo tan pequeño como lo somos van a existir rencillas y mal trato entre diferentes organizaciones locales por comentarios tipo “corre ve y dile”? ¿Cómo podemos hablar de inclusión, respeto y aceptación cuando entidades educativas rechazan invitados de honor porque Piluní no está de acuerdo con una exposición de Limmud? ¡Hasta dónde hemos llegado! Tenemos que preguntarnos, ¿dónde quedan las Mitzvot y Halajot de Guemilut Jasadim; las cuales, no sólo radican en dar Tzedaká? 

Pero el antagonismo y sus detractores no son los únicos que desestabilizan una posible unificación. Sí, su comportamiento es reprochable y tienen que ser corregidos porque estos no son tiempos para odiarnos unos a otros. Empero, ellos también son judíos y debemos encontrar los medios para sanar y recuperar la unidad e inclusión que tanto necesitamos. De cualquier forma, también tenemos lo que yo, a título propio, llamo la voz muerta, la indiferencia absoluta de algunos líderes comunitarios a través de los años. Una indiferencia que lleva a una separación y auto exclusión que no tiene ni fundamento Halájico ni fundamento humano y que ninguna excusa puede justificar.

Mi educación rabínica fue estricta y ultra ortodoxa en las Yeshivot del Rabbe (Lubavitch) en Estados Unidos. Uno de los pivotes de nuestra educación era dedicar el viernes a hacer Mivtzoim; es decir, salir al mundo cotidiano y proporcionarles a los judíos no observantes la posibilidad de cumplir Mitzvot como poner Tefilín o prender velas de Shabat. Pero la gran enseñanza es que no sólo lo debemos hacer los viernes, lo debemos llevar a cabo en toda ocasión que lo podamos hacer para traer más luz al mundo y unificar a nuestro pueblo, al pueblo judío. ¿Qué mejor ocasión que Limmud para hacer esto? Una plataforma donde participantes de todas las corrientes del judaísmo nos pueden escuchar y a la vez podemos aportar nuestro granito de arena para poder unificar a nuestro pueblo e incluir a todos en un judaísmo único. Entonces nos surge otra pregunta abierta sin respuesta alguna, ¿por qué tantos líderes religiosos de diferentes comunidades resultan tan apáticos a una propuesta unificadora?

Salir de la burbuja de la ortodoxia es chocante y adverso en muchas ocasiones y puedo decir con toda seguridad que no es lo más cómodo cuando se trata de lidiar con el mundo cotidiano, pero eso es parte del territorio cuando se decide ser un líder religioso y de fe. Para crecimiento personal he tenido la oportunidad de encontrarme en Limmud con expositores conversos ateos que me han abierto los ojos a la importancia de la inclusión, de la unión, del respeto y de la aceptación en nuestro pueblo y también he logrado que unos cuantos se adhieran a las filas de la ortodoxia.

A esto, sólo puedo agregar una serie de preguntas que todos nos debemos preguntar en relación con plataformas incluyentes y unificadoras, como lo es Limmud; a saber, ¿cuántos judíos pueden estar buscando ser incluidos dentro de la ortodoxia o dentro de cualquier otra denominación judía y sencillamente no encuentran un representante de ellos en un evento judío? Si bien, el propósito es unificar, ¿por qué no lo estamos haciendo activamente? No se trata de salir a convertir personas al judaísmo porque sí, sencillamente se trata de acercar con los brazos abiertos a los demás judíos que carecen de motivación o entusiasmo en su vida para tener una mirada un poco más pro activa hacia el judaísmo. Entonces, ¿por qué perdemos oportunidades como esta? 

El aspecto físico de las Lujot nos enseña que todos estamos incluidos en El Pacto y por consiguiente somos un pueblo, con diferencias, por eso son dos Tablas, pero al fin de cuentas un pueblo que debe luchar por estar unido siempre y siempre bajo los lineamientos que sus límites nos imponen bajo la forma de Mitzvot y Halajot. Que las diferencias de los pequeños narcisismos no nos dividan y separen más de lo que ya estamos. Tomemos plataformas como Limmud para unir, incluir, respetar y aceptarnos como judíos que todos somos.