Imprímeme

Aciertos fílmicos y correcciones Halájicas Vol. 3

Por: Rav Daniel Shmuels

Guardar lo mejor para el final es un concepto relativo cuando pensamos para quién puede ser mejor y en qué consiste lo mejor. En el caso de la serie “Unorthodox” estamos hablando de los momentos más controvertidos; sin embargo, esos momentos escogidos lo son aún más para mí por dos motivos. El primero radica en darle un eco a la voz perdida y subyugada de muchas mujeres dentro de la ultra ortodoxia al igual que un eco de veracidad a la autora del libro, Deborah Feldman, a quien tuve la fortuna de conocer hace unos trece años. El otro motivo yace en la posibilidad de aclarar la verdadera Halajá que existe en dichos momentos además de presentar los posibles orígenes de los mismos a partir de mi experiencia personal dentro de la ultra ortodoxia.

A través de los siglos el judaísmo ha tratado de establecer una igualdad entre los deberes del hombre y la mujer. En ese intento se ha ubicado a la mujer en el lugar “sagrado” de la maternidad. Tal vez por la dificultad de nuestras matriarcas en poder concebir, tal vez porque siempre hemos sido víctimas de genocidios a lo largo de la historia o tal vez por otros motivos que se me escapan en este momento. Este lugar de santidad ha excluido ancestralmente a la mujer judía de un lugar claro y fijo para una legislación apropiada sobre sí misma; en cambio, ha sido establecida por hombres que, con la mejor intención, han procurado elevar a la mujer a ese rango de santidad, incluyendo sus deberes y destino. 

Todo resulta bien hasta el punto donde la serie nos sirve en bandeja de plata, de la manera más chocante, los estribillos que resuenan una y otra vez, aún en nuestros días, dentro de los hogares ultra ortodoxos y dentro de las paredes de algunas Yeshivot y esto, esto es un caso que pide a gritos corrección inmediata dentro de nuestro judaísmo. 

El primer estribillo que encontramos en esta ocasión y uno que me tocó profundamente, porque hasta hace muy poco yo seguía repitiendo, es el del estudio de la Torá. En un argumento entre Esty y su marido, ella cita el Talmud, frente a esto él le dice tajantemente que una mujer no puede estudiar el Talmud. Son más que menos los días que en mi Yeshivá se subrayara el hecho que la mujer no puede estudiar Torá. Obviamente, nunca se hizo de una manera brusca sino adornada con las palabras más dulces y la lógica superficial más elemental que pueda existir. Este estribillo surgía en cualquier clase, Talmud, Halajá, Jasidut, etcétera.

He aquí tres ejemplos de aquello que continuamente se repetía, una y otra vez: “Debido a que los estudiantes de Talmud discuten y contraponen sus ideas radicalmente al defender sus posiciones y se liman uno a otro como dos hierros, una mujer no debe estudiar Torá con su marido”. Para nuestro caso como estudiantes, esta prohibición implicaba que mucho menos lo podía hacer con otro hombre y menos con otra mujer porque, como lo escuché más de una vez, “eso dañaría su temperamento maternal”; por consiguiente, la conclusión era que una mujer no puede estudiar Talmud del todo. Ese fue el mensaje que nos quedó claro.

Un ejemplo sobre saturado en ternura pero con las mismas consecuencias y que escuchábamos todo el tiempo era el siguiente: “Debido a que la mujer es delicada y maternal, su propósito no es el del estudio de la Torá sino el de educar a los hijos enseñándoles historias (bíblicas o jasídicas) de nuestros antepasados para que amen y aprecien el ser judíos”. Y uno último, que en su momento fue el que menos entendí y más me impactó: “Debido a su impureza mensual y el mundo de emociones cíclicas y maternales que rige su vida, no está permitido que una mujer estudie Torá porque va a anteponer esas emociones en su estudio y juicio”. 

Pero, ¿dónde está la Halajá de estas prohibiciones? Nunca sabremos. Es necesario asumir cierta culpa por nuestra parte porque sencillamente jamás se nos ocurrió cuestionar el asunto y simplemente, como se dice vulgarmente, tragamos completo. Algo claro es que el mensaje fue sutil y efectivo, este mensaje sigue perpetuándose hasta el sol de hoy dentro de la ultra ortodoxia. De hecho, sé que esta no es la realidad, actual ni pasada, de todas las Yeshivot ni el común denominador de todas las ramas de la ortodoxia. 

Este tema de la prohibición de la mujer de estudiar Torá se presentó anteriormente en este espacio. En resumen, toda mujer puede estudiar Torá, incluyendo Talmud y Halajá. El concepto de prohibir una Mitzvá positiva atemporal para una mujer va en contra de los principios básicos de la Halajá misma. Empero, fue la opinión de un solo rabino, durante la escritura de la Guemará, la que prevaleció debido a que ninguno de los demás rabinos presentes ni la opuso ni la afirmó. En consecuencia, mil quinientos años después se sigue estableciendo dentro de la ultra ortodoxia que la mujer no puede estudiar Torá. Lo triste del asunto es que en lugar de buscar las fuentes y el desarrollo de ese concepto, la ultra ortodoxia se ha dedicado a ratificar este estribillo como lo podemos ver en muchos videos de YouTube donde rabinos y no rabinos insultan y mofan por igual a todos aquellos que abracen este concepto.

El último punto a exponer es el de la dificultad de Esty para consumar relaciones íntimas con su esposo. La serie nos muestra, de una u otra manera, que el marido tiene el derecho de estar con su mujer así ella esté cansada, triste o sencillamente no se sienta bien. Por su lado, la mujer tiene la obligación y deber de complacerlo para su satisfacción y para continuar la procreación. ¡Esto no es ficción! Esto es una verdad absoluta que todo hombre, dentro de la ultra ortodoxia, sabe como secreto a voces a partir del momento en que está en edad de Shiduj, esto es algo que tanto mis compañeros de Yeshivá como yo vivimos simultáneamente. Ante ello, somos testigos de esta situación. 

Cabe anotar que hasta cierto punto la educación formal de una Yeshivá no se adentra mucho en este aspecto; de cualquier forma, es una constante en el discurso educativo los términos Tahavá Niruf (lujuria por las mujeres) como la más difícil de las Tahavot (lujurias) y por ello la necesidad de casarse pronto. Así mismo el término Zerá Lebatalá (desperdiciar el semen), cosa prohibida por la Torá y otro motivo más para casarse cuanto antes. Estos términos toman un sentido más profundo cuando tanto hombres como mujeres toman clases matrimoniales. En el caso de los hombres, aquí sólo estoy hablando de la experiencia de la ultra ortodoxia, se aclara que es la futura esposa la encargada y responsable de satisfacer esas necesidades de tal manera que el marido no caiga en esos dos pecados; por ello, la importancia de jamás permitir la evasión de la Mikve en su momento indicado, al igual que los días de intimidad de la pareja, aspectos que permiten cumplir la primera Mitzvá de la Torá, la de procrear. 

El asunto se torna perturbador cuando efectivamente un marido desea estar íntimamente con su mujer cuando ella no lo desea, como si él tuviera el derecho absoluto sobre su cuerpo y el único fin de ella fuese complacerlo para que no peque. No hay datos estadísticos de cuántos maridos judíos hacen esto y menos dentro de la ultra ortodoxia. Lo interesante es que todas las mujeres disertantes de la ultra ortodoxia, sin ninguna excepción, traen a colación este tipo de abuso sexual; lo cual, técnicamente implica una alta incidencia de este aborrecible comportamiento; bueno, a menos que queramos tomar el lado de las cortes civiles republicanas norteamericanas que catalogan esto como un imaginario colectivo femenino. 

Entre lo más anti judío que puede existir dentro del judaísmo es semejante pensamiento y comportamiento, el de justificar un abuso sobre una mujer indefensa. El Shulján Aruj, en Oraj Jaim 240, dice claramente que una relación donde la esposa no está totalmente segura de estar con su marido, con todo su cuerpo y con toda su alma, si ella no desea a su marido completamente, el hijo de esa unión es un “Benei Anusá” (hijo de una violación). ¡Sí! El Shulján Aruj, se refiere a este acto como violación. No soy yo, no es mi interpretación, son las palabras de nuestro código de ley judía. Antes que los movimientos de igualdad trataran este asunto como obvia violación, el Mejaber, más de quinientos años atrás, lo había legislado como tal formalmente. 

Al contrario, el camino apropiado es la Mitzvá de Onatá. El versículo dice: “Onatá Lo Yidrá”; es decir, cuando ella te desea no le digas no, esa es la Halajá MiDeOraita (de la Torá). Pero tomar a una mujer que está cansada, deprimida, triste y vulnerable para satisfacerse y no caer en el pecado de Tahavá Niruf o hacerla culpable del pecado propio de Zerá Lebatalá y peor aún, condenarla por no querer procrear, son las excusas más tristes, absurdas y narcisistas que un hombre puede dar para imponerse sobre una mujer sexualmente. Nuestra sagrada Halajá es clara cuando dice que la Mitzvá de Onatá se refiere a hacer a la mujer feliz y satisfecha cuando ella lo desea, esa es la manera de Vesimeaj Et Ishtó (traer felicidad a su mujer), no cuando el hombre lo quiera. Y este concepto de Vesimeaj Et Ishtó no es sólo sexual, este concepto implica escuchar a la esposa, entenderla, acariciarla, tratarla bien, tomarle la mano en el parque y tantas otras cosas más que en el mundo de la ultra ortodoxia simplemente son inexistentes. Quieran darle el giro que quieran, esa es la realidad ultra ortodoxa y es una ausencia real de afecto, comprensión y emoción para la mujer. 

En conclusión, vemos que nuestra Halajá no exige que se le quiten los derechos básicos de expresión a la mujer, tampoco promueve el que sea oprimida, humillada y abusada física, sexual o mentalmente. Ese tipo de concepciones erradas son lo que comúnmente se llama pensamiento contaminado y ese tipo de contaminación es la que debemos prevenir en Klal Israel.