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El Holocausto, una tragedia anunciada y denunciada en su momento que nadie quiso escuchar

Por: Ricardo Angoso

Cuando han pasado 75 años desde la liberación de los campos de concentración nazis por parte de los aliados y se puso al descubierto el exterminio de seis millones de judíos europeos, debemos informar que el Holocausto o la Shoah -en hebreo- fue denunciada en su momento por algunos hombres buenos a los que el mundo no quiso escuchar. Esta es su historia.

Se ha escrito mucho sobre el Holocausto, y en todos los géneros, pero quizá uno de los aspectos más desconocidos es cuando en pleno desarrollo de las acciones criminales de los nazis contra los judíos, que realmente se inician de una forma violenta en las dramáticas jornadas de la Noche de los Cristales Rotos, acontecidas entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, algunos testigos presenciales de esos hechos los denunciaron mientras estaban ocurriendo y nadie en el planeta quiso escucharles. Luego, cuando norteamericanos, británicos y soviéticos descubrieron el horror de lo que había ocurrido en los campos, los aliados pusieron el grito en el cielo pero ya era demasiado tarde para lamentarse.

Este conocimiento previo de la catástrofe es uno de los capítulos más desconocidos de la que podría ser, sin género de duda, una de las mayores tragedias de la historia, el Holocausto. Y es que fueron muchos los que antes del “descubrimiento” de lo que realmente estaba pasando en los campos de la muerte, los que advirtieron acerca de la naturaleza criminal del régimen nazi y de la puesta marcha antes y durante la Segunda Guerra Mundial de la denominada como la “solución final”, es decir, el exterminio de seis millones de judíos.

La Shoah fue un plan sistemático, organizado, planificado minuciosamente y cuidadosamente puesto en marcha por los altos jerarcas nazis sobre todo tras la famosa cumbre conocida como la Conferencia de Wannsee, una reunión celebrada en una palacio del mismo nombre, en Berlín, en que los representantes civiles, policiales y militares del gobierno de la Alemania nazi coordinan una serie de acciones y una suerte de hoja de ruta definida para perpetrar esa “solución final”.

Uno de los primeros que advirtió acerca de los hechos que estaban sucediendo en los territorios ocupados por los nazis fue el dirigente socialista judeopolaco Szmul Zygielbojm, quien, emigrado primero a Francia y después  a Bélgica, Holanda y el Reino Unido, huyendo de su país en 1940 después de la ocupación nazi de Polonia y conociendo de primera mano las primeras matanzas perpetradas contra los judíos, advirtió al mundo del horror que se avecinaba de forma inminente. Tanto en Bélgica como en Inglaterra, Zygielboim denunció el trato que los nazis daban a los judíos en los territorios polacos ocupados, algo que conocía de primera mano tras haber pasado por la capital polaca, Varsovia, brevemente, y donde trabajó en el Judenrat -el Consejo Judío-, siendo testigo de la construcción del gueto de la ciudad y de las primeras medidas antisemitas. 

Denunciando en varios medios la persecución de los judíos, bien desde los micrófonos de la BBC  como desde las líneas de The Telegraph, Zygielboim fue uno de los pocos líderes políticos que, desde las filas socialistas en las que militaba, informó a los aliados acerca de lo que estaba sucediendo en Polonia y el maltrato causado por los alemanes a los judíos, puestos en el punto de mira de una gran operación criminal destinada a borrar de la faz de la tierra a la “judería internacional”, en palabras del mismísimo Adolfo Hitler, proclamado para ser el Führer del Reich de los “mil años”. El veterano dirigente socialista llegó a denunciar en  varios foros con buena proyección internacional, como en una reunión de la Internacional Socialista en Bruselas y en varias asambleas del Partido Laborista inglés, la trágica situación que acontecía en su país y el cruel destino que les esperaba a millones de judíos.

Cuando estaba soportando la indiferencia y el sonoro silencio de los aliados ante sus denuncias bien documentadas, en abril de 1943, Zygielboim conoció de primera mano la violenta y brutal liquidación del gueto de Varsovia a manos de las fuerzas nazis, en las que perecieron sus hija Tuvia, de apenas 16 años, y su esposa, defunciones de las que también tuvo conocimiento, y, entonces, decidió poner fin a su vida, quizá como un punto y final simbólico a sus denuncias nunca escuchadas ni atendidas por nadie. Estaba en Londres, cansado y hastiado de repetir en todos los foros y lugares donde le querían escuchar que los judíos de Polonia estaban siendo masacrados por los nazis, y se despidió del mundo, a sus 48 años, de una forma definitiva al no recibir respuesta por parte de nadie ante sus constatadas denuncias. Nadie quiso escucharle, nadie quiso hacer nada, y seis millones de judíos fueron asesinados ante la indiferencia del mundo. 

El diplomático que narró y denunció el Holocausto

También el político católico y conservador polaco Jan Karski, miembro de la resistencia polaca y delegado en el interior de Polonia de ese movimiento durante la ocupación nazi, entre 1939 y 1943, jugándose la vida y sirviendo de enlace entre el gobierno polaco en el exilio y los combatientes dentro del territorio ocupado, fue otro de los hombres que alzó su voz contra el nazismo. En 1940, Karski fue detenido, torturado y encarcelado por la Gestapo, cuyos torturadores le enviaron a un hospital, del que fue liberado más tarde por la resistencia polaca, y tras su paso por la cárcel, de nuevo poniendo su existencia en peligro, visitó el gueto de Varsovia, disfrazado de guardián ucraniano, y conociendo de primera mano el horror de ese gran recinto carcelario donde perecieron casi 400.000 personas.

En 1942, y como fruto de toda la documentación que había recogido y de su conocimiento en primera persona de los infortunios que padecían los judíos polacos, informó a los gobiernos polaco, británico y norteamericano, acerca de la la liquidación brutal del gueto de Varsovia y los planes puestos en marcha por los nazis para exterminar a los tres millones de polacos de origen hebreo, aportando a su denuncia un microfilm que había traído desde su país con informaciones procedentes de la clandestinidad sobre los abusos perpetrados -asesinatos en masa, sobre todo- por los alemanes durante la ocupación de Polonia. 

Como fruto de todo este trabajo de Karski y su labor de investigador del Holocausto ya en ciernes, el ministro de Asuntos Exteriores polaco en el exilio, el noble Edward Raczynski, hizo llegar a los aliados un memorándum donde se detallaban las atrocidades alemanes titulado “El exterminio masivo de judíos en Polonia bajo la ocupación alemana”, en un intento porque tanto británicos cono norteamericanos intervinieran en favor de los judíos, algo que no ocurrió, ya que las autoridades de ambos países juzgarían como argumentos “exagerados” de Karski el relato del ministro. 

Karski, incluso se reunió en dos ocasiones con el presidente norteamericano de entonces, Franklin D.Roosevelt, el cardenal Samuel Stritch y el Secretario Británico de Exteriores, Anthony Eden, denunciando infructuosamente, de nuevo, los asesinatos en masa de los judíos de Polonia a manos de los nazis, pero tampoco le creyeron y desdeñaron sus informes en esos momentos, quizá cruciales para salvar millones de vidas, dejando manos libres a la maquinaría criminal alemana para llevar a cabo con precisión certera el Holocausto. Este diplomático polaco, que se exiliaría en Estados Unidos tras llegar al poder los comunistas en Polonia después de la segunda Guerra Mundial, en 1945, acabaría sus días como profesor universitario en la Universidad de Georgetown y no obtendría un reconocimiento público por su valiente papel en la denuncia del Holocausto hasta casi el final de sus días, en la década de los noventa del siglo pasado. Karski moriría, casi en el olvido, a las 86 años, en los Estados Unidos.