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La búsqueda de las tribus perdidas

Por: Rabino Eliahu Birnbaum

¿Qué se siente al salir a una travesía en búsqueda de las tribus perdidas? ¿Cuál es la sensación al marchar por la ruta de la seda, aquella por la que anduvieron los hijos de Israel al salir al exilio?

Cuando me enteré del vínculo existente entre el pueblo de Kirguistán y el judío quise conocer el tema de cerca. Kirguistán limita en el norte con Kazakstán, al oeste con Uzbekistán, al sur con Tajekistán y al oriente con la China. La república de Kirguistán se encuentra sobre lo que una vez fuera la esplendorosa ruta de la seda a través de la cual transitaban mercancías desde China rumbo a Europa y por la cual anduvieron las diez tribus de Israel al marchar hacia el exilio. 

Resulta difícil y hasta casi imposible transitar por la historia e intentar volver a atravesar el túnel del tiempo de manera virtual, por lo que es necesario conocer personalmente el escenario para volver a andar por el derrotero histórico. Por ello, en estos caminos a transitar es menester recoger abundante información, tradiciones, testimonios, costumbres y relatos a los efectos de procurar reconstruir el narrativo histórico. 

El camino de la seda despierta asociaciones históricas y legendarias de las diez tribus de Israel que salieron al exilio por lo que pensé que esta travesía resultaba ser una suerte de intento del hermano mayor Judea de salir en busca de sus hermanos perdidos. Al emprender mi viaje anidaba la esperanza de que al atravesar el camino de la seda que cruza de punta a punta la república de Kirguistán tendría razonables posibilidades de encontrar asidero a la teoría que sostiene que existen vínculos entre el pueblo judío y el kirguiso y asimismo encontrar rastros del exilio de las diez tribus, empero el escenario con el que me encontré, lamentablemente, resultó ser más bien complejo y decepcionante.

Considero que la mera búsqueda de las diez tribus perdidas resulta valiosa, aunque los resultados no sean claros o contundentes. Lamentablemente, el mundo judío en general y el rabínico en particular se han apartado de este importante tema, que en otras épocas fu tema central de los círculos más dilectos. La residencia en el exilio y la necesidad de ocuparse de otros temas más urgentes nos alejaron de la preocupación por el paradero de las tribus de Israel y del intento de investigar su paradero histórica y judío a lo largo de las generaciones. De hecho, en mi búsqueda intento devolver al tema su opacado anterior brillo y preservar la continuidad histórica entre el pueblo judío y sus diferentes tribus y en especial, establecer las bases de nuestra responsabilidad para con los relegados y alejados del pueblo de Israel, por lo que entiendo que la búsqueda en sí, aunque resulte infructuosa, posee en sí misma un valor intrínseco.

También el Rav Kuk entendió que el retorno de las tribus perdidas a nuestra tierra ancestral era de importancia como parte del proceso de normalización del pueblo de Israel: “Hemos presenciado grandes maravillas al contemplar cómo por medio del despertar de un espíritu de pureza en el seno de los grandes maestros de Israel desde los tiempos pretéritos y hasta la última generación surgió la idea de buscar a las tribus perdidas… y de esa acción vemos hoy resultados beneficiosos y el florecimiento de la salvación…”. (extraído del prólogo al libro Kol Hator del Rabino Horowitz).

Intentaré exponer antes mis lectores mi fascinante travesía por uno de los países más bonitos del planeta en el cual son dables encontrar picos nevados, amplios valles, caudalosos ríos, lagos y manantiales. Se trata de un bellísimo país montañoso que preserva una cultura nómade auténtica, un país muy pobre con infraestructuras poco desarrolladas pero colmado de belleza natural y humana.

Sobre el país

Kirguistán fue parte del Imperio Ruso y luego de la Unión Soviética durante 115 años y recibió su independencia en 1991. El nombre del país tiene su origen en las tribus kirguisas de origen mongol que llegaron a China en el siglo XIII. El 70% de los habitantes profesa el islam suní, existen también musulmanes chiíes, un 15% de cristianos ortodoxos y otras minorías. Si bien la mayoría de la población es musulmana no es dable encontrar hostilidad hacia Israel o los judíos sino todo lo contrario. Previo a mi visita, mis anfitriones temieron por mi seguridad dado que visitaríamos regiones montañosas alejadas por lo que insistieron en adjudicarme un guardaespaldas que me acompañase. Tal como acostumbro a hacer en mis visitas a países musulmanes cubrí mi cabeza con una kipá bújara o musulmana y saludaba a las personas con un tradicional “Salam Aleikum”. Sin embargo, muy pronto logré sentirme en ese país como en casa y caminé por las calles de la ciudad luciendo mi kipá habitual sobre la cabeza. 

La ruta de la seda y las tribus perdidas

A lo largo de las generaciones Kirguistán fue una estación importante en la ruta de la seda. Comerciantes provenientes de diferentes etnias y religiones pasaron por este país en camino a la India o la China. Tal como ya mencionamos, la ruta de la seda es el camino que unía oriente con occidente a partir del siglo I A.E.C. conectando China con Roma vía Turquía. No cabe duda de que el pueblo de Israel transitó este camino cuando marchó al exilio, tal como lo hizo cuarenta años en el desierto. Judíos comenzaron a asentarse a lo largo de esta ruta a partir del siglo IV. A lo largo de esta ruta hay diferentes grupos y etnias que vinculan su pasado a las diez tribus de Israel exiliadas tal como en el caso de los patanes en Afganistán, Paquistán y la India; los judíos montañeses en el Cáucaso, las comunidades judías de Samarkand y Bujara,

los judíos de Kaifeng en la China así como también los Bnei Menashé y Bnei Efraim en la India. Benjamín de Tudela, quien saliese de España en un viaje de catorce años por países remotos de tres continentes (África, Asia y Europa) describe en su libro sitios en los cuales se asentaban las diez tribus en territorios que se encuentran a lo largo de la ruta de la seda en Afganistán, Paquistán y la India. En mi viaje intenté recrear su travesía, mas Benjamín de Tudela visitó el lugar mil quinientos años después de que las tribus pasasen por allí rumbo al exilio mientras que yo lo hice dos mil setecientos años después del evento en cuestión. Marco Polo, quien también atravesara Kirguistán camino a la China, mencionó la presencia de numerosas comunidades judías a lo largo de la ruta de la seda, entre ellas la de China, donde los judíos eran denominados “los hombres de ojos coloridos”.

La epopeya de Manas ben Yaakov

Una de las fuentes interesantes que postulan la posibilidad de un vínculo entre el pueblo judío y el kirguiso es la epopeya de Manas ben Jakopp. Se trata de una colección de poemas mitológicos, leyendas y relatos populares que se transmitieron de generación en generación. La epopeya de Manas y la cultura kirguisa contienen información etnográfica respecto de la totalidad de la cultura de ese país. La leyenda de Manas tiene su origen en el siglo X y combina tanto fábulas como tradiciones antiguas las cuales se transformaron en la epopeya nacional y la cuna de la cultura kirguisa hasta el día de hoy. El personaje central, Manas (derivado del nombre Menashé) hijo de Jakopp (Yaakov) es el patriarca de la nación kirguisa y se transformó en una figura mítica al unir cuarenta tribus y transformarlas en una sola nación. Esta epopeya contiene miles de años de tradiciones kirguisas y guarda gran similitud con el relato bíblico sobre el pueblo de Israel. Sus historias nos brindan una comprensión profunda  del derrotero histórico de esa nación y su cercanía al judaísmo. 

Empero, si bien según los judíos esta epopeya fue influenciada por el judaísmo, a ojos de los kirguisos la similitud obedece al hecho de que los judíos tomaron sus relatos y los hicieron suyos, y desde una perspectiva histórica resulta razonable suponer que la similitud no obedece a un contacto directo entre las culturas sino a intermediarios que transmitieron contenidos de tipo cultural, lingüístico y narrativo de una tribu a otra al tratarse de un pueblo nómade. Es probable que el reino de los khazares que adoptara el judaísmo durante los siglos noveno y décimo haya jugado un papel decisivo en esta transmisión. Al igual que en el caso de los kirguisos, los khazares eran una tribu turca nómade. Aparentemente los kirguisos establecieron sus yurtas (tiendas) junto a las de los khazares, se casaron con ellos y ambos pueblos intercambiaron relatos. 

La primera similitud llamativa entre Manas ben Jakopp y nuestro patriarca Yaakov consiste en que ambos sufrieron heridas que les provocaron discapacidad. En la Torá leemos: “Y salió el sol tras haber pasado Pnuel y he aquí que rengueaba”. En la epopeya de Manas Jakopp sufre una incapacidad similar: “Él mismo (Jakopp), el poseedor de la blanca barba… estaba medio rengo”.

Dado que Yaakov es mencionado en el Corán es dable suponer que el personaje de Manas ben Jakopp llegó a la tradición kirguisa a través del islam. Empero la conexión entre Manas ben Jakopp y Menashé ben Yaakov no puede estar basada en tradiciones islámicas por cuanto que ese nombre no aparece en el Corán. ¿Quién es entonces Manas ben Jakopp y por qué su epopeya contiene párrafos enteros de narraciones bíblicas?

También el relato bíblico de Rivká es similar al de Rabiga, esposa de Manas (también conocida como Jaknikai) la cual era hija del pueblo Tayeko y fuera traída desde la lejana Bujara. Tal como para Abraham resultaba importante encontrar para su hijo una mujer de su familia extendida y no de entre las jóvenes de Canaán, lo mismo ocurrió con Manas.

La epopeya de Manas y el relato bíblico nos narran un proceso de salida de la esclavitud hacia la libertad. El comienzo de la epopeya nos narra cómo el personaje kirguiso Manas trajo a su gente desde Altai-Yanisi en Siberia a Talas en el actual Kirguistán tal como lo hiciera Moshé al sacar a los hijos de Israel de Egipto. Aún más interesante resulta el detalle que la epopeya menciona de que Manes migró junto a seiscientos mil guerreros, número similar al de israelitas que participaran del Éxodo.

Si bien indudablemente existieron influencias de tribus nómades judías tales como los khazares y otras comunidades judías desde Bujara hasta Kaifeng, resulta interesante notar que no solamente los relatos fueron transmitidos, sino que también lo fueron sus más pequeños detalles, los cuales fueron preservados en las tradiciones kirguisas y en la epopeya de Manas. 

Tradiciones y costumbres

Diferentes tradiciones kirguisas nos recuerdan preceptos de la Torá. Los kirguisos no comen el nervio ciático del cordero y se preocupan de que este no le sea servido a nadie con la comida. Si bien ellos sirven trozos de carne con cartílago, tendones, grasa y órganos internos que parecen incomibles a ojos de un extranjero jamás habrán de servir el nervio ciático ni para sí ni para un huésped. Asimismo, jamás quiebran un hueso del cordero y lo preparan tal como lo indica la Torá: “no le quebrarás hueso alguno”. Previo a la ingestión de la carne acostumbran extraer la sangre y dársela a los perros que guardan el campamento. Es interesante notar que acostumbran marcar con sangre el marco de la puerta de la yurta, la tienda mongola que hizo de morada para los kirguisos durante su nomadismo. 

Demás está decir que el pueblo kirguiso acostumbra circuncidar a los niños y resulta difícil establecer si esta práctica es consecuencia de la influencia judía. Muchos creen que la circuncisión llego a Kirguistán proveniente del islam, empero numerosos kirguisos sostienen que esta se practicaba en el seno de este pueblo previo a la aparición de la religión musulmana y su realización es la que define al varón como kirguiso antes que como musulmán. Los kirguisos suelen casarse únicamente entre sí y no contraen matrimonios fuera de la etnia.

Encuentros en la ruta de la seda, tradiciones, personas, relatos y Manas

Uno de los encuentros más interesantes que sostuve durante mi visita a Kirguistán fue con Menashé y su familia. Ellos creen ser descendientes de las diez tribus perdidas y practican su judaísmo en secreto. Los dos hermanos de Menashé fueron asesinados por haber manifestado interés en su condición judía. Ellos procuran ocultar el vínculo familiar al judaísmo y por esa razón nuestro encuentro tuvo lugar en el patio trasero de un café. 

El apellido familiar original es local empero al descubrir los orígenes judíos, el padre de la familia decidió cambiarlo y adoptar el apellido Menashé. Cada Shabat reúne una veintena de personas interesadas en leer y estudiar la Torá. Según dice Menashé, en Kirguistán hay personas que no se definen a sí mismas como musulmanas sino como observantes de la religión islámica en su variante kirguisa, esto es, con elementos extraídos de la Torá de Israel. Según sostiene, solamente las personas estudiosas de ese país conocen el vínculo existente con el judaísmo, empero la mayoría de la población no es consciente de ello. Es probable que los años de gobierno comunista hayan afectado la continuidad de la transmisión de la tradición kirguisa y por ello el relato respecto de la conexión existente con el pueblo de Israel no es suficientemente conocido por la mayoría de los habitantes de ese país. 

Una yurta y un caballo

Es claro que no se puede visitar Kirguistán sin dormir en una yurta, comer cordero y contemplar los miles de caballos que cabalgan por las extensas praderas. En la primera noche de mi travesía, tras horas de viajar entre las montañas llegamos a la orilla del Lago Katir y allí dormimos en una yurta, la tienda tradicional de los nómades que es de forma circular y resiste el pasar del tiempo, protege del frio y la lluvia en invierno y del sol abrasador y el calor sofocante en verano, siendo parte del patrimonio cultural de ese país. El pueblo kirguiso es poseedor de una larga tradición nómade y esta, en parte, se conserva hasta hoy. Según las costumbres nomádicas locales todo visitante debe ser recibido con té caliente, un plato de crema y dulces; y en efecto, así fui recibido en toda ocasión a pesar de que no siempre podía comer de lo que se me ofrecía.   

Dado que los kirguisos son un pueblo nómade, crían caballos los cuales pueden moverse de un sitio a otro con mayor facilidad que las vacas. Es así que consumen carne equina y beben leche de yegua. La bebida nacional, el "kumis", consiste en leche de yegua fermentada. A pesar de mis viajes alrededor del mundo no me he topado con muchos países en los cuales se beba leche de yegua.

Judíos en Kirguistán en el pasado y en el presente

Los primeros judíos en establecerse en la región de Kirguistán lo hicieron en el siglo IV y aparentemente eran khazares, uzbekos y persas. Actualmente, en Bishkak, la ciudad capital de ese país, residen unos 350 judíos. En los años posteriores al Holocausto la comunidad judía llegó a contar con 20.000 miembros y en 1985 eran unos 8.000.

Muy poco se sabe sobre la presencia judía en territorio kirguiso previo a la revolución bolchevique de 1917, la cual trajo el dominio ruso y comunista sobre el país. A partir de esta época judíos ashkenazíes comenzaron a asentarse en distintas ciudades del del país, especialmente en Karkol, Bishkak y Osh. Los primeros judíos en llegar fueron cantonistas, aquellos jóvenes hebreos que eran reclutados al ejército zarista y llegaron a asentarse en la región en el marco de su servicio militar.

Hasta 1915 no hubo sinagogas en Kirguistán, por lo que la pequeña comunidad judía existente se reunía para orar en las casas de los rabinos locales. El cementerio comunitario tanto en Osh como en Bishkak consistía en una sección judía dentro de un cementerio musulmán.

Durante el período comunista, a pesar de la política anti religiosa del régimen los judíos continuaron manteniendo sus tradiciones de manera discreta. Antes de Pesaj cada familia horneaba matzot en su propio hogar. A la comunidad le fue permitido conmemorar las fiestas judías oficiales y mantener actividad religiosa hasta ya entrados los años cincuenta, cuando toda actividad judaica estaba prohibida salvo los servicios de Rosh Hashaná y Yom Kipur. Durante la segunda guerra mundial llegó al país una ola de unos veinte mil refugiados judíos provenientes de las regiones occidentales de la Unión Soviética conquistadas por los nazis: Rusia, Ucrania y Polonia.

Para finalizar

¿Es posible establecer si los descendientes de las diez tribus perdidas se asimilaron a lo largo de la ruta de la seda en general y en Kirguistán en particular? En virtud de esta visita, mi intuición tiende a indicarme que no existe una relación directa o razonablemente probable entre las tribus perdidas y el pueblo kirguiso por lo que considero que estamos ante un empate técnico en una discusión talmúdica, "teiko", y tal como dijera Maimónides: "En los días del Mashíaj, al consolidarse su reino y al asentarse en él todos los judíos, todos obrarán conforme a su palabra expresada con el espíritu de santidad que sobre él reposará... y entonces le indicará a cada quien a cuál de las tribus pertenece" (Maimónides Hiljot Melajim 12:6).