Por: Dr Natalio Daitch
Entonces el Eterno le dijo al Satán (ángel acusador): "El eterno te reprenderá Satán; y el Eterno que escoge a Yerushalayim te reprenderá (de nuevo). ¿Acaso no es esto un tizón rescatado del fuego?
Zacarías Capítulo 3, versículo 2.
Recuerdo desde pequeño, esta cita del Profeta Zacarías, y por alguna razón no la he podido olvidar. Y pasados ya tantos años, la visión no clara de una madera quemada o de un tronco rescatado del fuego. Y este versículo al pie de algún escrito o recordatorio en referencia a la Shoá que padeció nuestro pueblo a manos de los nazis, continua taladrando en alguna parte de mi mente y reverberando o ciclando buscando encontrar la nota donde poder ser ubicado, y poder encastrar de manera casi perfecta con un problema que es antiguo y nuevo, pero que se constituye en un monstruo que silenciosamente fagocita almas judías, y solo nos deja eso, un tronco parcialmente quemado y humeante(un residuo o resto), apenas rescatado de las llamas.
Antes de la cuarentena, me encontré casualmente con un joven vecino de mi edificio, que de forma sorprendente se acercó a saludarme y a conversar. Dicho joven me comentó que se había casado y que ambos (él y su esposa) estaban en el camino de la teshuba o retorno a las prácticas religiosas judías. Obvio la noticia me alegró, y continuando la charla le consulte acerca de su grupo de amigos(yo lo conocía de soltero), y él respondió que penosamente de su grupo de diez amigos solo tres se habían casado con chicas judías y el resto se había asimilado o se encontraba en proceso.
No por desconocer el tópico, igualmente volví a sentir una mezcla de pena con escalofríos ante tamaña confesión, y no pude dejar de relacionar que Hitler y sus acólitos asesinaron a 1 de cada tres judíos de esa época (un tercio del pueblo judío pereció en los hornos crematorios), y ahora muchos años después, en un mundo en libertad para expresar nuestro idishkait una persona menciona que de su "batallón de amigos" solo 3 de 10 continúan la senda judía.
Por alguna razón, muchos dirigentes comunitarios y aún otros que se dicen rabinos, trabajan afanosamente en hacer recordar el holocausto pasado (no cabe dudas brutal), pero omiten o ignoran o soslayan mencionar ese otro holocausto silencioso o también denominado blanco, que no tiene fecha para el recuerdo en nuestro Calendario hebreo.
Para concluir este segundo bloque, los problemas de antisemitismo cotidiano y criollo, terrorismo árabe-palestino o islamita, las bodas judías en tiempos del coronavirus, y todo tipo de festejos o escandaletes, con o sin razón, terminan por tapar ese otro fenómeno que ocurre a diario, a nuestro lado, al caminar, donde pasan a nuestro lado muchos hermanos que se pierden y dejan lugares vacíos en nuestra mesa. Se trata de ausencias o de sillas vacías. Pero esta situación no por su habitualidad es menos catastrófica que la masacre cometida por los esbirros teutones desde 1939 hasta 1945.
Llegando al nudo del escrito, entiendo nadie en este tema puede dejar a todos conformes. Muchas personas manifiestan que la asimilación o pérdida de la identidad judía y alejamiento consecuente del seno comunitario es un fenómeno inherente a nuestra situación diasporita, que a modo de "mal endémico" debemos acostumbrarnos y resignarnos a lidiar con él. O a convivir con el problema, que se torna imparable, debido a nuestra situación de minoría religiosa donde los no-aglutinados terminan dispersándose en un solvente mucho mayor. Y otros dicen, que solo creando un marco comunitario que brinde actividades o un marco adecuado se podría contener a la mayoría de nuestros jóvenes, en especial cuando terminan el secundario e ingresan a la universidad o al mundo del trabajo y son una población especialmente sensible o en riesgo de perderse en un medio asimilatorio que les otorga o nos brinda hoy "un formato dulce o de chocolate".
Por otro lado, la experiencia en nuestro país, donde rabinos en particular de la rama ortodoxa, como Jabad Lubavitch y otros, que trabajando desde hace décadas, han encontrado la manera de rescatar a muchos jóvenes y familias y evitar el colapso (por lo menos demográfico) de una comunidad jacqueada entre la desidia, dos terribles atentados en la década de los noventa, y otros factores que harían muy extenso este escrito, muestran que, tanto aquí en la Argentina como en otras latitudes, la experiencia se repite y logra rescatar a muchos perdidos, como ese madero rescatado de las llamas que nos es presentado en la visión del profeta.
No cabe duda que la llave se encuentra aquí. En lo que el niño aprende o ve en su hogar. Las primeras experiencias infantiles, son aquellas que nos marcan, como cuando el árbol comienza a brotar, le ponemos un "tutor o un apoyo" para que pueda ir creciendo derecho. Pero obvio, no todos tienen esta posibilidad, y no siempre los padres saben o quieren, o ellos mismos se encuentran alejados, o viven lugares aislados sin contacto con comunidades judías o rabinos que puedan servir de guía para no fenecer o ir apagándose lentamente. El tópico es extenso, pero si bien el "shule o escuela judía" ayuda, nunca puede suplantar a la casa judía. Es aquí, en la mesa diaria, que el niño va formándose de acuerdo a lo que ve y escucha de sus progenitores.
Sorprendentemente, no puedo precisar en qué medida, en ciertos ambientes seculares y en menor medida en espacios ortodoxos, también podemos encontrar el fenómeno asimilatorio. Aún en un país de mayoría judía. Jóvenes que se casan con cristianos o musulmanes o se alejan a vivir o buscar experiencias ajenas, en particular en ciertas épocas con viajes" místicos" a países como la India y otros, a abrevar en aguas extrañas, ya que no encuentran suficiente o desconocen o rechazan que 4000 años de historia y todo el maravilloso combo de cultura, tradición y religión no alcanza para ellos para llenar ese vacío espiritual que sienten y que los impele a viajar cientos de kilómetros a buscar con extraños aquello que no pueden encontrar en su propia casa. No cabe duda que se trata de un fenómeno complejo de Galut dentro de otro Galut (una diáspora dentro de otra diáspora).O la diáspora del alma judía que se encuentra pérdida o confundida.
No me considero novedoso, pero el Consejo de Rabinos europeos emitió un comunicado (hace algunos años) que en el viejo continente la asimilación ronda más allá del 50%, y dado que los judíos estamos dispersos en todos los países del globo, y donde los censos comunitarios no se hacen o son estimativos, debemos inferir que los números no favorecen. Pero como he mencionado al comienzo, un fenómeno silencioso pero continuo, no siempre bien cuantificado pero estimado o inferido, a modo de que podríamos denominarlo "nuestra Nakba judía" o desastre o tragedia nacional.
En estos días, donde el Coronavirus y pandemia global, imponen una cuarentena o un distanciamiento social, que prácticamente reduce a su mínima expresión de posibilidad de contacto, solo vía comunicación tecnológica o virtual, no por ello la asimilación cede, y por el contrario, podría encontrar otro terreno fértil donde desarrollarse. Con templos y centros comunitarios cerrados, por un problema viral y mundial que no tiene aún fecha cierta de alta.
Para concluir, sin contradecir lo expuesto, con alguna dosis de optimismo rescato la cita del profeta Zejariá en el Capítulo 2 versículo 14: ¡Canta y alégrate, hija de Tzión, pues he aquí que Yo llego y residiré en tu interior! O nuevamente en el Capítulo 3 versículo 10:"En ese día-declaró el Eterno Amo de legiones-cada hombre invitará a su prójimo debajo de una vid y debajo de una higuera".
El desafío de la presente nota es mantener consiente (o sobre el tapete) el problema, pero para nosotros los judíos creyentes e hijos de creyentes la desesperación o la depresión nunca fue ni será una opción.