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Jabad-Lubavitch de Cartagena Una cadena de Milagros

Por: David Behar Asis

El relato que leerán a continuación es producto de mis experiencias, sin ser un erudito en el tema de Jabad, ni mucho menos decir que conozco a fondo la filosofía en torno a esta importante organización, mi intención es que los buenos momentos deben ser relatados.

Por varios años, le comentaba al Rabino Jabad Joseph Liberow de la comunidad Sefaradí de Barranquilla acerca de la posibilidad de que pudiesen abrir una Sinagoga en Cartagena. Su respuesta siempre fue que estaba esta idea en su imaginario, pero que dependía de que pudiesen contar con uno o varios padrinos que apalancaran el proyecto.  

En mi completa ignorancia, pensaba en cómo una comunidad tan pequeña y una ciudad con tan pocos judíos pudiese ser merecedora de un premio tan grande ¡que equivocado estaba! 

El primero de los milagros fue cuando escuché que había interesados en que las cosas se diesen y poco tiempo después recibimos, al Rabino  Saadia Globerman, quien sería nuestro guía espiritual. Un hombre joven, lleno de vida que tendría que encarar el difícil reto de manejar una Sinagoga con una población flotante y con una comunidad muy pequeña que solo, en algo, podría respaldarlo en este proyecto, además de no conocer nuestro idioma. 

En esos comienzos recuerdo que mi gran preocupación era como conseguiríamos  el minyan. En el primer kabalat Shabat empiezo a contar, uno, cuatro, seis, ocho, ocho, ocho, ¡D’os necesitamos dos más! Empiezo a sudar, no sé por qué, pero me sentía responsable y le comenté al Rabino quien me dijo con  tranquilidad, Beezrat Hashem David no te preocupes que completaremos el minyan y al empezar a rezar llegó el noveno y muy poco después el décimo y sigo contando 15, 20, 40, éramos 50, tantas personas y yo no me lo creía. Cuánta emoción cuando al terminar el Leja Dodi empezamos a danzar con alegría.

La tranquilidad del Rab me impactó y en ese momento entendí cómo en dos expresiones, ‘’Beezrat Hashem” y ‘’Baruj Hashem’’  estaba resumida gran parte de su filosofía de vida y que la actitud que siempre nos expresa es producto del convencimiento del poder de las dos frases  anteriores.

Aunque es la constante en el mundo, déjenme expresar cuán cosmopolita e interesante puede ser Beit Jabad Cartagena, ¡no se lo imaginan! Compartimos con habitantes del mundo entero. Podemos tener en una noche siete, ocho, diez  nacionalidades reunidas en nuestro recinto ¿Quién iba a pensar que celebraríamos el Seder de Pesaj con casi 300 personas? Qué imagen tan satisfactoria la de ver a nuestros muchachos del Tzajal rezando con devoción y disfrutando de una comida caliente y de la calidez y alegría  de nuestro rabino y de nuestra Rebetzn Esti, quien día a día se preocupa de que todo esté a punto, (¡y que rico cocinan los dos!) además de sus tres hijos que como niños empiezan a rezar  con una simpatía contagiosa.    

Cuántas soluciones ha aportado esta casa en estos tres últimos años. Poder conseguir comida kasher,  poder celebrar las fiestas, el minyan para quienes están en duelo, poder contar con una comunidad para tantos que sufren de problemas que los obliga a permanecer en Cartagena, brindar a los muchos israelíes que aquí están establecidos, el poder reunirse y compartir en su idioma natal, además de ser la primera línea a la que recurren nuestros mochileros y otros en casos de accidentes y en situaciones de diversa índole. (Y este no es tema fácil, solo comentaré del  caso de un muchacho accidentado que tuvo que someterse a una cirugía de urgencia y tuvo que permanecer en la ciudad por más de un mes. Era ayudarlo a él y a su familia) Realmente esta Casa Lubavitch, reúne todos los elementos que una comunidad ofrece.

No está de más el agradecer a quienes hicieron posible, a través de sus donaciones, la creación de esta casa, a quienes obsequiaron las Torot y a todos los que mes tras mes aportan para su mantenimiento. 

Por favor, quienes vengan a nuestra ciudad recuerden siempre que pueden visitar Beit Jabad y tengo el presentimiento que con la inauguración de la clínica Fundación Santa Fe y el saber que hay una comunidad que los cobije, muchos serán los que vengan a vivir a Cartagena, otra razón que nos lleva a fortalecer este sueño hecho realidad.

La Pandemia pasará y la alegría volverá. Bienvenidos a Cartagena.

Un abrazo para la familia Hashavúa.