Imprímeme

La triste e inevitable caída de nuestra Halajá

Por: Rav Daniel Shmuels

El capítulo trece del Sefer Devarim, en su totalidad, es uno de los capítulos que en mi opinión es más relevante para esta generación; sobre todo, por el énfasis que Dios hace en que sigamos su Torá y los diferentes ejemplos que da para ello. Recordemos, la Torá es tanto la Shebijtav (escrita) como la Shebealpe (oral) y ambas son interdependientes para llevar a cabo nuestro judaísmo correctamente.

De hecho, el capítulo comienza con las siguientes palabras: “Todo lo que Yo os he comandado, deberéis ser muy cuidadosos en hacer. No agregaréis ni substraeréis de ello.” (Deut 13:1). Estas son palabras mayores porque para la gran mayoría de antagonistas del judaísmo ortodoxo, como los samaritanos, los karaítas y demás, cualquier palabra que se agregue o no esté registrada en la Torá Shebijtav es por consiguiente una interpretación y en tanto interpretación una adición a la palabra de Dios; sin embargo, nada de sustracción se habla en dichos casos.

Lo que se les olvida a estos “fieles” transmisores de la Torá es que cuando Moshé Rabeinu subió al Jar Sinaí a recibir la Torá, recibió tanto la Shebijtav como la Shebealpe. Y por más que le pese a quien le pese, esa Torá Shebealpe incluye absolutamente todas las decisiones rabínicas de todos los tiempos, incluyendo nuestros días hasta la llegada del Moshiaj Tzidkeinu. Entonces, si estamos hablando de judaísmo ortodoxo, del único y verdadero judaísmo, tal como lo establece el reverenciado Gran Rabinato del Estado de Israel, tenemos que empezar por afirmar la certeza de esa premisa como absoluta. Personalmente, eso no me afecta en lo más mínimo y en cambio la considero, con fe perfecta, totalmente verdadera. 

El motivo por el cual digo que el capítulo trece de Devarim es uno de los más relevantes para esta generación o para nuestros días, para no entrar en detalles de nomenclatura generacional, es porque esa premisa fundamental con la que se origina nuestro judaísmo como lo conocemos hoy en día, aquella que establece la interdependencia de la Torá Shebijtav con la Shebealpe, pareciese ser inexistente en la actualidad y a partir de ahí, todos los problemas de praxis con los que nos encontramos día a día dentro del judaísmo en la actualidad.

He aquí lo importante, nuestros sabios interpretaron que cuando el primer Pasuk (versículo) del capítulo habla de Torá, el Todopoderoso está hablando tanto de la Shebijtav como la Shebealpe. Que no se nos olvide que para ese entonces, históricamente hablando, ya teníamos establecidos a los 71 ancianos que eventualmente se transformarían en el Sanhedrín. Así que ya existía una Torá Shebealpe porque eran ellos quienes la transmitían, enseñaban y aclaraban dudas sobre el cumplimiento de las Mitzvot. 

Ahora bien, he aquí el problema principal, si hablamos de nomenclatura generacional, podemos decir que estamos frente a la generación del escoger y elegir, escoger el o los Mandamientos que más le cuajan a alguien, desechar los que no le funcionan y elegir el o los Mandamientos que más le convengan para su comodidad. Este caso puede incluir exclusiones de Mandamientos puntuales de la Torá, exclusiones de Mandamientos rabínicos o exclusiones de ambos tipos de Mandamientos. 

Y no, no estoy hablando de judíos laicos que no han recibido ningún tipo de educación religiosa, por lo menos en todos los casos que conozco. Estoy hablando de judíos perfectamente educados dentro del judaísmo ortodoxo que sencillamente deciden incorporar en su cotidianidad las partes del judaísmo que más les convienen para ser judíos de nombre sin percatarse que el Pasuk finaliza con la exigencia de no sustraer de la Torá ningún Mandamiento.

No puedo decir con certeza que ese escoger y elegir es la caída absoluta de la Halajá ni algo exclusivo a estos tiempos; sin embargo, sí es un abandono voluntario y consciente por parte de una gran mayoría de la población judía en nuestros días y no lo hacen como en antaño lo hicieron muchos debido a las persecuciones. Aparte de ello, este es un abandono parcial de ciertos aspectos de la Torá que no se integran con su cotidianidad a la vez que los acomodan a su conveniencia desembocando en algo que no es precisamente judaísmo ortodoxo. De cualquier forma, no es un abandono total de la Torá ni del judaísmo ortodoxo per sé, ese es la contradicción que está situación presenta.

Quieran llamarlo asimilación, adaptación a las exigencias del nuevo mundo o sencillamente ego, la realidad que nos rodea es que en este mundo globalizado cada quien decide impartir su interpretación sobre la Torá a su mejor antojo en donde se escoge y elige el supuesto verdadero camino judío. Esto es lo que yo, a título propio, llamo interpretación silvestre del judaísmo, de la Halajá y de la Torá. 

Ese escoger y elegir de la Torá lo que más le puede convenir a una persona es una interpretación brutal de la Halajá sin tener en cuenta el espíritu de la misma; el cual, por cierto, se adquiere a través de años de estudio formal en un establecimiento destinado para tales fines y no en canales de YouTube, entre otras tantas formas que ahora la humanidad adquiere su conocimiento magistral. Como dice mi muy querido amigo Rav Zalman Weiss, quien trabaja para el Gran Rabinato de Israel en Benei Brak, cuando una persona haya llevado a cabo dichos estudios formales de interpretación rabínica; entonces, puede dar su opinión Halájica sobre algo, siempre y cuando mantenga el espíritu de la Halajá, pero atreverse a dar una interpretación personal de buenas a primeras porque ese es su conjetura no es más que ir en contra de toda la institución del judaísmo.

De este fracasado devenir tenemos muchos ejemplos; sin embargo, me restringiré a tres situaciones que me han dejado con la boca abierta y sin palabras. El primero es el personaje que sigue las nuevas leyes de que el rabino Piluní decidió incorporar repentinamente pero no cumple nada de lo que explícitamente exige nuestra. Así mismo está el personaje que encontró la luz en la Kabalá pero nada de Shabat ni Kashrut, ni Tzniut, y mucho menos los decretos rabínicos; entonces, ¿de qué judaísmo estamos hablando? Porque para leer el Zoar y estudiar Kabalá primero hay que cumplir todas las Mitzvot de la Torá y sí, las leyes rabínicas también. Esta interpretación salvaje de la Torá que destituye e incorpora lo que le provoca a alguien es un riesgo para nuestra Halajá y nos deja con personajes que no ayunan en Tishá BeAv porque él sólo cumplen los Mandamientos de la Torá pero ni Tzedaká, ni Shabat, ni Tzniut y mucho menos Taharat HaMishpajat forman parte de su repertorio de práctica de Torá. 

Ahora bien, esas excusa que nos inventamos los rabinos de ver el bien en el más mínimo progreso de nuestros comunitarios no nos está llevando a ningún lado más que al de promover este escoger y elegir, esta interpretación silvestre de nuestra Torá; lo cual, está totalmente prohibido por la Torá misma y eso es algo que debemos analizar como líderes religiosos comunitarios con mucho cuidado y atención. 

No estoy diciendo que esta interpretación silvestre significa adherirse a la opinión Meikel (indulgente) de la Halajá, pues cualquier persona que me conozca sabe que soy un gran promotor de la ortodoxia abierta y moderna. Tampoco estoy diciendo que el único camino a seguir es el de la ultra ortodoxia porque esa no es la única interpretación rabínica que existe ni la única consistente con el espíritu de la Halajá. Estoy diciendo que hoy en día es más riesgoso el hecho de sustraer Mandamientos de la Torá y Halajá dentro de nuestra cotidianidad en pro de hacer cuanta interpretación silvestre pueda estar a la mano y como van las cosas, lo que se puede observar en el horizonte es un exterminio absoluto de lo que es el espíritu de la Halajá y en última instancia de nuestra Torá.

Para cerrar con broche de oro, no me queda más que finalizar con un Pasuk de la Torá, de ese mismo capítulo, que nos recuerda puntualmente cómo debería ser nuestro comportamiento como judíos: “Deberéis seguir al Señor vuestro Dios, para temerle, para guardar sus Mandamientos, hacer caso a su voz, alabarlo y adheriros a Él.” (Deut 13:5).