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León Trotsky, del todo a la nada

Por: Victor Zajdenberg

El 21 de Agosto próximo se cumplirán 80 años del asesinato en 1940 (por orden de Stalin) de Lev Davidovich Bronstein, alias Leon Trotsky, nombre del falso pasaporte con el cual escapó de su confinamiento siberiano en la época de la Rusia zarista. Su biografía puede ser leída en numerosas fuentes como la de sus propios libros, en Wikipedia, enciclopedias, etc., etc. Pero en esta breve reseña solo trataremos de sintetizar cómo los orígenes judíos influyeron en sus proyectos revolucionarios, sus contradicciones doctrinarias y finalmente el abandono solitario en un país como México, tan lejos de todos sus sueños ideológicos. Una primera interpelación puede ser observada en su nombre pues Lev en ruso es sinónimo de león, pero Trotsky también es león en ruso, por lo que se supone que, para su apelativo de batalla, lo pensó así con el objeto de resaltar su pretencioso ego personal. Cuando Stalin, en una de sus primeras controversias, le remarca que él es un águila, Trotsky le responde: “pero yo soy un león”.

Mientras Lenin comandaba el partido Bolchevique (comunista) con el objetivo de realizar la revolución marxista en Rusia, Trotsky todavía deambulaba entre los Mencheviques (social demócratas) pero con una concepción universalista a la que llamaba “La revolución permanente”, que muchos la mencionaban como  una utopía para aquellos momentos. Algunos analistas deducen que la idea de la “Revolución permanente” que brindaría la igualdad a todos los obreros y campesinos del mundo, terminarían con la pobreza y el hambre e instauraría la justicia universal. Tiene reminiscencias con el advenimiento del Mesías de la religión judía. Trotsky sostenía que la Revolución social acabaría con el “ser judío” pues todas las personas serían iguales y no habría más persecuciones ni matanzas de judíos. No obstante ello él mismo se sorprendió cuando fue objeto de ataques antisemitas por parte de rusos de los bajos fondos (a quienes consideraba como hermanos) y fuera salvado por un marinero de igual calaña (Markin), que lo veneraba como líder y a quien luego utilizó de guardaespaldas.

Cuando Trotsky comprobó que el social revolucionario Alexander Kerenski, Presidente del Consejo de los Soviets, estaba siendo desbordado por los Bolcheviques de Lenin, se pasa de bando y organiza el golpe de estado que derroca a Kerenski el 7 de Noviembre de 1917  lo que condujo a que el 8 se proclamara a Lenin como nuevo Presidente del Consejo. La condición de “origen judío” de Trotski  lo inhibe e impide a encabezar el nuevo gobierno revolucionario. La discriminación antisemita,  instalada en las entrañas  de gran parte del pueblo ruso, lo obliga a entregar el mando a Vladimir Ilich Lenin pasando él a desempeñar otras funciones en el nuevo gobierno revolucionario. Como Comisario de Guerra  crea el “Ejército Rojo” con el objeto de imponer el socialismo, llevando a cabo sangrientas batallas contra militares del “Ejército Blanco” anticomunista, pero con tremendos “daños colaterales” producidos a civiles y campesinos, a quienes obligaba a entregar los alimentos para abastecer a sus combatientes.

No obstante su desempeño revolucionario, Trotsky era considerado por los rusos como un “Judío extranjero” por lo que, al fallecer Lenin, el poder es tomado por Stalin y sus secuaces.  Trotsky es exiliado a Mongolia para comenzar un largo derrotero por Europa hasta afincarse finalmente en Ciudad México. La  vida de Trotsky, rechazando el judaísmo paterno y al Sionismo como anti revolucionario terminó en la nada ya que este último logró el éxito más formidable con el establecimiento del Estado Judío de Israel, mientras que su ideología absolutista del comunismo mundial ha ido desapareciendo en diferentes etapas de la historia.