Imprímeme
El misticismo de la Halajá
Por: Rav Daniel Shmuels
Hace una década un muy querido amigo me preguntó por qué la Halajá, específicamente, el Shulján Aruj está impregnado, de principio a fin, con lo que él llamó “hocus pocus” o, diría yo de manera más sutil, de misticismo.
En ese momento mi respuesta se dirigió a aquellos ecos de historias ancestrales que se escuchan en los pasillos de toda Yeshivá. La estrecha amistad entre Yosef Caro y el AriZal, ambos viviendo en la misma ciudad del Rashbi era inevitable la interacción entre Halajá y Kabalá, el supuesto pacto donde Caro tenía la misión de traer al mundo precisión sobre la Torá revelada mientras el AriZal se entregaba a la ardua labor de explicar al mundo el aspecto interno y secreto de la Torá.
Fue así como el Shulján Aruj quedó con más de una pincelada de las enseñanzas del AriZal a Caro. En última instancia el hijo de Caro se casó con la hija del AriZal. Esta unión no sólo fue en cuerpo y de familias sino que estableció la consolidación de nuestra tradición bajo el amparo de ambas perspectivas.
La respuesta resulta romántica y hasta cierto punto poética pero poco eficaz si somos sinceros. Es cierto que puede esbozar el motivo por el cual el código de ley judía se aparta de un tratado legislativo absoluto; empero, no da repuesta a la necesidad del misticismo para legislar todo acto que nos compete como judíos. Y en ese orden de ideas nos podemos preguntar: ¿hasta qué punto la tradición mística de nuestro judaísmo establece la Halajá, esa Halajá que debemos cumplir hoy en día? Es más, ¿hasta qué punto podemos continuar siendo judíos sin ese aspecto místico de la Halajá?
De acuerdo a nuestra tradición rabínica, para analizar la relación entre misticismo y Halajá es necesario partir de la idea que históricamente existen tres perspectivas o puntos de vista como se puede abordar este tema. El primero yace en determinar que no existe ninguna relación posible entre ambos; es decir, cada uno es un tema por sí mismo y no tiene relación alguna con el otro, cada uno representa una tradición separada. El segundo implica que ambos se sobreponen en ciertas instancias pero no en todas, siendo tradiciones simultáneas que interactúan con cierta frecuencia pero sólo en determinados puntos. El tercero establece que la Halajá debe ser entendida como parte de la tradición mística; es decir, la Halajá pertenece al misticismo judío y no al contrario.
La primera perspectiva es la que se asume universalmente; sin embargo, desde el inicio de la escritura de la Torá Shebealpé, la Halajá no sólo se ha restringido a explicar cómo llevar a cabo los Preceptos y las leyes sino a explicarlas simultáneamente y en tal proceso ha incorporado conceptos místicos de antaño.
Muy probablemente la Mishná, de Rabí Yehuda Anasí, es el trabajo Halájico más conciso, escrito en forma de manual, que se aleja del misticismo; empero, le es inevitable incluir comentarios de esta naturaleza en tanto las ordenanzas son de origen Divino.
Pasan unos tres siglos y los sabios del Talmud, quienes son considerados hasta la actualidad como los exponentes de la sabiduría lógica del judaísmo legislativo, deciden analizar los Preceptos y las leyes de la Mishná para establecer claramente el compendio de leyes que nos deben guiar en esta tierra física y material mientras estamos vivos. Paradójica y simultáneamente, también los investimos de una espiritualidad suprema donde también fueron ellos quienes lograron entender el significado más profundo y secreto de esas leyes; lo cual, los sumerge en el mundo del misticismo.
No es en vano ni arbitrario ese concepto, el Talmud está inundado de lo que llamamos Hagadot. Historias místicas de nuestros patriarcas, profetas y de los mismos rabinos de la Mishná que al ojo público no hacen sentido pero que se sobrentiende guardan el secreto místico de tal o cual Halajá.
El misticismo de la Halajá es intrínseco a la Halajá misma. Esta primera perspectiva que proclama dos tradiciones separadas, desfallece porque no dejan de aparecer juntas aún en sus inicios. El concepto de ser separadas se remonta al Talmud mismo, a la Masejta de Shabat 31a, donde se relata que para mantener los granos de un granero a salvo es necesario utilizar un preservativo que permita la duración de los granos, dicho preservativo tiene que estar bien mezclado entre el grano; es decir, son dos entidades separadas pero tienen que estar mezcladas para cumplir su función individual. Esto se extrapola a un ejemplo entre Halajá, el grano, y misticismo, el preservativo. Nuevamente, podrán ser entidades diferentes pero siempre juntas para cumplir su función y en tanto están juntas, la idea de nombrarlas separadas no viene a lugar.
La segunda perspectiva es la más sensata en mi opinión. Efectivamente son dos tradiciones separadas que interactúan simultáneamente en varias instancias pero no en todas para así establecer su individualidad y su función en tanto interactúan activamente una con otra. Asunto que suena básicamente igual a la primera perspectiva, sólo que esta claramente establece que ambas son interdependientes a priori y que en muchas instancias tanto la una como la otra va a ser innecesarias para cumplir su cometido.
Ahora bien, la perspectiva más compleja es la tercera, donde se pretende hacer de la Halajá una parte de la tradición mística. Según el establecimiento Haredí, esta es la perspectiva menos aceptada por Klal Israel; sin embargo, la realidad actual nos evidencia todo lo contrario. Por un lado, ha sido el establecimiento Haredí el que le ha dado preponderancia al misticismo en toda decisión Halájica actual. Por otro, la gran mayoría de judíos laicos se sienten más atraídos al misticismo que a cumplir ninguna Halajá y es entonces el misticismo el factor principal que los hace judíos más no la Halajá. De hecho, he llegado a encontrarme con personas que se creen judías porque leen algún folleto de Kabalá y creen que eso es entrar al Pacto de Avraham; eso sí, y muy oportuno para esta temporada del año, no dejan de hacer su pesebre, su novena y su árbol de navidad. Pero eso, eso es harina de otro costal.
El reto de esta tercera perspectiva no sólo yace en lo anterior sino en una simple verdad y es que toda nuestra Halajá viene de Jar Sinaí, un evento entre Dios y Moisés, donde absolutamente toda la Torá Shebijtav y toda la Torá Shebealpe, a través de los siglos, fue dada en ese momento. El hecho que la Halajá establezca este evento como fundamental en la transmisión de la pureza de nuestro judaísmo, según esta perspectiva, hace que la espiritualidad y por ende el misticismo sea la gran institución de donde surge la Halajá y de donde originariamente proviene la Halajá. Puede resultar válida para muchos como absolutamente “Hocus Pocus” para otros, pero resulta tener un argumento inicial muy fuerte para aquellos que seguimos la tradición ortodoxa.
En conclusión, podemos decir con toda seguridad que el misticismo está entrelazado permanentemente con la Halajá, bien sea que se las considere entidades diferentes pero juntas, sobrepuestas o pertenecientes la una a la otra o viceversa. Así mismo, gústele o no a quien quiera, es imposible ser judío sin misticismo así como es imposible ser judío sin Halajá.