Imprímeme
El origen del Bar Mitzvá
Por: Rav Daniel Shmuels
Si de Halajá hablamos, definitivamente tenemos que hablar del momento en el cual debemos cumplir todos los Mandamientos y leyes que nos competen como judíos. A diferencia de las demás religiones del mundo, cualquiera que sea, el judaísmo es único en tanto Dios mismo le entregó un código de comportamiento estricto y específico a Su pueblo para ser cumplido día a día, nuestro judaísmo es un judaísmo de ley.
El Creador del universo nos escogió para que cumplamos Sus Mandamientos acá en la tierra, Mandamientos encontrados en la Torá Shebijtav y Shebealpé. No existe Ley alguna en ese compendio de Taryag Mitzvot (613 Mandamientos) y Shebei Mitzvot MiDeRabanan (7 Mitzvot rabínicas), junto con las miles de Jazal (nuestros sabios) y Mesora (nuestra tradición) que no haya sido entregada directamente por Dios a Moshé Rabeinu en Jar Sinaí.
El no cumplir con una de estas leyes o el interpretarla sin la educación requerida y aplicar una decisión individual es literalmente ir en contra de Dios y no existe, hasta nuestros días, ninguna opinión rabínica ortodoxa verdadera que diste de esta posición, es por ello mismo que la Halajá oscila entre un espectro de leyes Majmir (estricto) y Meikel (indulgente). Para mi gusto, cualquier divergencia de ese espectro sencillamente no forma parte del judaísmo ortodoxo y sus disidentes bien pueden aumentar los números de los así llamados judíos conservadores y reformistas, en tanto este presupuesto es la base actual de nuestro judaísmo.
El punto a hacer es que existe un momento decisivo en la vida de un judío en donde tiene que asumir ese Kabalat Ol (Yugo Divino) en su totalidad y por eso es tan importante la introducción anterior. De verdad resultaría interesante el que tuviéramos la posibilidad de sencillamente decir: “-No gracias, paso”. Obvio, existe la posibilidad de navegar por los otros grupos autodenominados como judíos o sencillamente no cumplir nada y seguir como si nada ha pasado; empero, ese mismo compendio de leyes que conocemos como Halajá no nos lo permite tan ligeramente.
El momento en que un joven judío llega a la mayoría de edad es el momento donde debe asumir el cumplimiento de todas esas leyes. Ese momento es conocido como Bar Mitzvá, el hijo del Mandamiento. Hijo porque en ese momento el joven es sujeto a todas las leyes que rigen el judaísmo; literalmente entra, en carne propia, a la cadena significante del judaísmo, siendo un representante más de Dios y de Su pueblo, llevando a cabo todas sus Mitzvot y Halajot. ¿La edad? Trece años del calendario judío desde el momento en que nació, el día exacto depende si nació de día o de noche.
¿Pero de dónde sale esta fecha? ¿Cómo podemos asegurar la madurez biológica y psicológica de un niño que para nosotros a penas está entrando en la adolescencia? Es más, ¿cómo se puede decir que ya es un hombre y ya está maduro para tomar una decisión tan fuerte como la de aceptar al cien por ciento su devenir como judío?
El motivo por el cual se establece la mayoría de edad para un judío a los trece años surge de dos opiniones. La primera yace en el pasaje bíblico de Bereshit 34:25 en donde la Torá nos enseña que Shimon y Levi tomaron sus espadas para matar a los habitantes de Shejem como castigo por la abducción y violación de su hermana Dina. El término utilizado por la Torá es: “Ish Jarbó”; esto quiere decir, “cada ‘hombre’ tomó su espada”. De acuerdo a Rashi, siempre que se usa la palabra Ish se hace referencia a un hombre y no un niño; cronológicamente hablando, en ese momento histórico, Levi acaba de cumplir trece años.
Algunos Poskim (decisores) contemporáneos establecen que al tomar esta opinión como la base para definir la mayoría de edad determina que una vez el niño sea Bar Mitzvá se debe consagrar a Dios y a Su pueblo con Mesirat Nefesh (sacrificio del alma), tal como lo hizo Shimon y Levi para proteger a su hermana. Así mismo, asumir esta posición implica que a los trece años un niño llega a la mayoría de edad universalmente porque el acto de Shimon y Levi antecede la entrega de la Torá y ello le compete a toda la humanidad; por ello mismo, muchos Poskim establecen que las Shebei Mitzvot Benei Noaj (siete leyes para los hijos de Noé) se deben cumplir a partir de esta edad para los no judíos.
La segunda opinión establece que la mayoría de edad fue entregada a nosotros por Moshé Rabeinu desde Jar Sinaí. Bajo esta perspectiva, esta tradición es una ley que debemos aceptar y que va más allá de nuestra comprensión y que no podemos extrapolar para ajustar a las leyes que rigen a los no judíos. Es una ley que aceptamos directamente de Dios y que nos compete sólo a nosotros.
Ahora bien, el Rambam, en Hiljot Ishut capítulo 2, nos trae una adición al concepto ancestral; a saber, la madurez física. Nos enseña el Rambam que un niño llega a la adultez cuando llega a la edad de Bar (trece años) y muestra signos de madurez física. En ese mismo capítulo nos dice cuáles son esos signos para establecer si el joven está listo para asumir su rol de judío adulto.
Si bien este aspecto es importante para los roles que debe desempeñar el hombre desde ese momento en adelante, la verdad es que con o sin tales signos de madurez física celebramos este momento en la vida de cada judío con bombos y platillos. Tefilín, Talit, Aliyah, lectura de la Parshá, Seudat Mitzvá y en la gran mayoría de los casos, fiesta para botar la casa por la ventana. No sólo la madurez física queda afuera en pro de la edad cumplida sino también los otros aspectos psicológicos que están sucediendo en el universo interno del ahora adulto judío.
Sin lugar a dudas, la edad de Bar Mitzvá es a los trece años cualquiera sea la opinión que se tome. De cualquier forma, creo que se debería considerar más seriamente, a nivel Halájico, el aspecto psicológico igualmente como el de la madurez física; esto, desde un punto de vista puramente profesional; más aún, cuando nuestra realidad actual dista enormemente de aquello que en un momento histórico, hace cuatro mil años, significaba.
Por el momento, sigamos celebrando el Bar Mitzvá como lo hacemos hoy en día pero dejemos la puerta abierta para esa realidad siempre cambiante que es nuestro mundo.