Por: David Alejandro Rosenthal
El capitán portugués Artur Carlos de Barros Basto -Abraham Israel Ben Rosh- es conocido al igual que su homólogo francés Alfred Dreyfus, por haber sido injuriado y destituido injustamente de su cargo militar. Estos dos hombres, importantes militares y héroes condecorados; por su condición de judíos, se convirtieron en el objetivo de un antijudaísmo europeo, que luego se decantaría a mediados del siglo XX, con la Segunda Guerra Mundial.
Artur Carlos de Barros Basto, es una figura desconocida fuera de Portugal, a diferencia de Alfred Dreyfus, sin embargo, su historia no deja de ser igual o más interesante. Barros Basto, se dedicó a la escritura judía y aún más importante, fue su labor como líder comunitario. Además, de su gran aporte con respecto a los “Anusim”; aquellos judíos sefardíes, que fueron otrora forzados a convertirse al catolicismo. De hecho, el capitán Barros Basto, era uno de ellos.
En Portugal, se presentó un fenómeno histórico muy especial, pues la concentración de sefardíes era tan alta, que, a día de hoy, los portugueses en buena parte son descendientes de aquellos “marranos” -judíos conversos- que no tuvieron mucha elección en 1497, cuando fueron obligados a convertirse o en su defecto a abandonar su tierra. Al igual que en España, los judíos afrontaron un gran dilema: si marcharse con todo lo que esto conllevaba o si adoptar la nueva fe.
Una buena cantidad de judíos, decidieron permanecer en su tierra; así que tuvieron que bautizarse y cambiar sus nombres. Si bien, unos se convirtieron en los cristianos más asiduos, se mezclaron con la nobleza, con los “cristianos viejos” y hasta entraron a ser parte importante del clero católico. Sin embargo, otros a pesar de haberse convertido, mantuvieron su identidad judía, claro está, creando una nueva identidad, que les permitiere pasar desapercibidos entre sus nuevos correligionarios -fueran cristianos nuevos o viejos-.
La familia de Barros Basto, había por lo largo de los siglos mantenido sus raíces hebreas y tenía claro su origen. Así que, su abuelo antes de morir le revelo la verdad sobre su pasado origen sefardí y además a esto, que deseaba morir como judío. Había tradiciones; como las velas del Shabat, con las que el joven Artur Carlos estaba relacionado desde pequeño. Pero, eran parte de su memoria, así como la de la memoria de sus ancestros, estos hechos. Hasta que un día, estando en Flandes, Bélgica, entro en la tienda de un oficial francés, al ver que dos velas iluminaban el lugar; y le preguntó que a qué se debía esta particular ceremonia.
La respuesta era solo una. Y, tan decisiva fue como para querer retornar a la fe de antaño de sus ancestros.
El capitán Barros Basto, que nació en Amarante en 1887, dentro del catolicismo, decidió emprender el camino a una nueva fe; la misma a la que siglos atrás tantas gentes por obligación tuvieron que abandonar, incluidos sus predecesores. La ley mosaica, que también se había mantenido de alguna manera u otra, entre los Bnei Anusim -hijos de los forzados a convertirse- se convertiría en el objetivo de vida del capitán, acompañado del interés en que estas gentes regresaran consigo mismo a su origen hebreo.
En El archivo nacional de Portugal de “Torre do Tombo”, tiene más de 40.000 archivos de la Inquisición, que se encargó de perseguir a los “nuevos cristianos” acusados de judaizantes a lo largo de los siglos. A pesar que el rey Manuel I de Portugal, que prometió a los conversos que no serían investigados en un principio por sus prácticas religiosas en el ámbito privado, lo cual promovió que se mantuvieran esos rituales y tradiciones de su antigua religión, cosa que sobrevivió al paso del tiempo en una buena parte de los casos.
El proceso de conversión al judaísmo del capitán Barros Basto -que además era masón- comenzó en Oporto y Lisboa (Sinagoga Shaarei Tikvá -Puertas de la Esperanza-), sin éxito, pues no fue admitido. Entonces, Marruecos sería su lugar de conversión o retorno al judaísmo. En la ciudad de Tanger, tendría lugar una conversión formal. Luego de regreso a Lisboa, contrajo nupcias con una mujer judía de la esa comunidad; misma que antes no lo había aceptado. Fue así que, Lea Israel Montero Azancot, se convertiría en Leah Barros. Y, desde ese momento, daría inicio a la campaña de redescubrimiento y acercamiento de los criptojudíos.
Barros Basto se sentía judío desde antes de convertirse en 1920; sin embargo, se encontró con dificultades en su camino, incluso estuvo a punto de ir hasta Argelia para poder proceder con la conversión. Seguro pensó en todos los demás que como el eventualmente iban a querer retornar a la fe de sus padres. En Oporto, donde no había más de 20 judíos, el capitán Barros Basto o Abraham Israel Ben Rosh -su nombre hebreo- fundó un periódico, el cual llamo “Halapid” -La Antorcha- y comenzó a viajar por las aldeas vecinas donde se encontraban los Bnei Anusim. Con el fin de fundar una nueva comunidad con estas personas y construir una sinagoga que se llamaría luego: Mekor Haim -una fuente de vida-.
Artur Carlos de Barros Basto, había aprendido hebreo de forma autónoma antes de su conversión, y a tal nivel que luego fue profesor de la lengua de sus ancestros en la Universidad de Oporto. Asimismo, se interesó en la historia judía medieval portuguesa, entre otros temas. A lo largo de su vida, escribió numerosas obras de temática judía.
El plan inicial y el ideal de Barros Basto era captar la atención de los Bnei Anusim y atraerlos hacia su proyecto comunitario-religioso. De hecho, muy temprano comenzó a recolectar los fondos necesarios para la construcción de la Sinagoga. El proyecto era tan ambicioso y estructurado, que, junto con otros miembros de su comunidad, establecieron una Yeshivá, con el fin de enseñar a los Bnei Anusim los preceptos de la ley de Moisés y la historia del pueblo hebreo. Esta Yeshivá funcionó durante nueve años.
En Alto Trás-os-Montes -atrás de las montañas-, ubicado al norte de Portugal, limitante con España y con el importante rio Douro, se encontraban en aldeas rurales los Bnei Anusim. Chaves, Braganza y Mirandela, son algunas de las ciudades que la subregión de Trás-os-Montes comprendía. El capitán Barros Basto recorrió este territorio en búsqueda de sus hermanos ocultos, perdidos, otrora obligados a cercarse en comunidades muy pequeñas y cerradas.
La situación política portuguesa había tenido un vuelco, cuando en 1926 un golpe de Estado militar aconteció, otorgando a la iglesia católica una posición de nuevo muy relevante. Para sus intereses, no sería bueno que los “marranos” regresaran al judaísmo. Asimismo, la dictadura de Oliveira Salazar, de corte fascista tomó el poder hacia 1932. Imponiendo la tradición católica y el conservadurismo de sus costumbres como régimen, similar al caso español con el generalísimo Franco.
Todos los esfuerzos del capitán Artur Carlos, tuvieron un gran tropiezo, cuando por medio de una carta anónima avisaron a sus superiores de unos comportamientos inmorales por su parte. Acusado de homosexualismo y de pervertidor de los jóvenes de la Yeshivá, fue abierto un proceso en su contra. Tal calumnia, no prospero, pero si, sacó a la luz que el capitán había circuncidado -brit milah- él mismo junto con un médico a sus alumnos de la Yeshivá. Incluso 9.000 criptojudíos se habían vuelto al judaísmo, gracias a él.
En 1937 fue expulsado del ejército, pues no tenía capacidad moral para continuar en la institución. No pudo ser acusado de homosexual, pero sí de judaizante, aunque eso no se podía decir en la época, pero el paso de la inquisición que había azotado de una forma atroz a toda la península Ibérica, indudablemente había dejado un remanente antijudío.
Al igual que a Dreyfus, su condición de judío pesó enormemente a la hora de firmar su destitución. Sin embargo, Dreyfus tuvo la defensa de Émile Édouard Charles Antoine Zola, prominente escritor francés, que por medio de su artículo: J'Accuse - Carta al presidente de la República- en el diario L'Aurore. Este alegato a forma de carta abierta, fue clave para que se restituyera el cargo, nombre y honor del capitán Dreyfus. En el caso del capitán Barros Basto, nunca existió una revisión del caso en vida y murió con la deshonra propiciada por los enemigos de Israel.
A pesar del revés que tuvo el capitán Barros Basto, logro para 1938 (aunque comenzó en 1929) inaugurar la Sinagoga que se había convertido en su sueño. Mekor Haim o la Sinagoga Kadoorie (la más grande de toda la península ibérica), en honor a sus principales patrocinadores, una prominente familia judía iraquí establecida en Shanghái, China. Estos judíos mizrahim, decidieron erigir esta bella construcción en honor a su matriarca -Laura Kadoorie- que descendía de aquellos judíos expulsados de Portugal en 1497.
Esta Sinagoga por cuestiones de la vida, no pudo concentrar a la comunidad de Bnei Anusim que Barros Basto esperaba. El escándalo y finalmente su remoción del cargo, implico también que sus estudiantes y esas familias en general que él había atraído lentamente al judaísmo, tuvieran miedo y a la final no hicieran parte de Mekor Haim. Desde un inicio, el fantasma de la inquisición creó un fenómeno de separatismo y desconfianza por parte de estas gentes. Haber sido forzadas a convertirse y no solo eso, haber sido perseguidas, procesadas, juzgadas e incluso quemadas vivas, era un precedente válido como para desconfiar y apartarse de aquel mundo.
Sin embargo, esta Sinagoga, tuvo un gran propósito, estallada la Segunda Guerra Mundial, pues fue albergue para cientos de judíos de Europa oriental que venían escapando del horror de la maquinaria nazi. Podría considerarse a Barros Basto, además, como un “justo entre las naciones”. La ayuda del capitán Artur Carlos de Barros Basto, les permitió a estas familias salvadas de la Shoah, tener una nueva esperanza y poder recomenzar sus vidas desde Oporto.
La Sinagoga de Oporto, es la obra más importante del legado del capitán Barros Basto. Es un recinto enorme, que representa la libertad, la lucha constante y el gran cariño que tuvo su fundador, junto a las familias askenazíes de la comunidad de Oporto que apoyaron a su líder en este noble proyecto.
El capitán Barros Basto murió en Oporto en 1961, llevando a su tumba aquella injusticia, que fue cometida por el “crimen” de ser judío. Fue el líder de su comunidad hasta el final.
A diferencia de Dreyfus, de alguna u otra forma, Barros Basto murió de pena moral. Es probable que, bajo depresión y sintiéndose humillado hubo dejado este mundo. Aparentemente sin pena ni gloria. Nunca fue restituido, ni su caso revisado. Hasta 2012, el Estado portugués restituyo de forma póstuma al capitán -con su mismo cargo-, gracias a la gestión de su nieta Isabel Ferreira Lopes, aunque la madre de esta, e incluso la viuda de Barros Basto en 1975 había intentado que se hiciese justicia. Así bien, que la memoria de Barros Basto sea recordada.