Por: Victor Zajdenberg
En la historia de la humanidad hubo innumerables matanzas y genocidios perpetrados por el hombre contra el hombre. Desde los degollamientos de los mongoles de Gengis Kan, las crucifixiones del Imperio Romano, las matanzas de Las Cruzadas, las persecuciones de los almohades musulmanes, las torturas de la Santa Inquisición, las masacres de los cosacos de Bogdan Jmelnitzky y, ya en los comienzos del siglo XX, el genocidio armenio provocado por los turcos otomanos, los derechos humanos fueron ignorados y pisoteados por los que detentaban el poder absoluto en cada una de las épocas mencionadas.
Desde hace dos milenios a esta parte fueron los judíos los que sufrieron las mayores e inconcebibles calamidades y pogroms, siendo utilizados como chivo expiatorio de todos los males que producían los propios seres humanos o por efecto de los desastres de la naturaleza como las pestes, las plagas o las sequías.
Pero lo sucedido en la Shoá, acaecida en el siglo pasado, el Holocausto de 6 millones de integrantes del Pueblo Judío, de los cuales 1 millón y medio fueron niños, se ha convertido en una monstruosidad de tal magnitud que solo pudo haber sido organizado por una manada de monstruos, lamentablemente llamados humanos.
Houston Stewart Chamberlain, el vil pensador de origen británico pero nacionalizado alemán, fue uno de los precursores ideológicos del pangermanismo y del nazismo. Su libro “Los fundamentos del siglo XIX”, sirvió de base no solo para la judeofobia de la familia del compositor Richard Wagner, sino también para la formación estructural antijudía de Adolf Hitler que lo plasmó en su propio libro “Mi lucha” y en la formación de su colaborador Alfred Rosenberg, ideólogo principal del nacional socialismo.
El Imperio Alemán había perdido la 1ª. Guerra Mundial y la República emergente de Weimar estaba económica y políticamente debilitada, no solo por los costos de dicha conflagración, sino también por la indignidad de haber sido vencida y por las enormes indemnizaciones que Alemania debía pagar a los aliados vencedores.
Esta confusión de sentimientos del Pueblos Alemán fue aprovechada por un resentido Cabo del Ejército alemán que, junto con sus secuaces, formaron el partido nazi (nacionalsocialista) para la toma del poder, basado en la supuesta superioridad de la raza aria contra las Democracias y culpando de todas las desgracias a la población judía del mundo.
En 1933 Hitler, con el 30 % de los votos, logra ser designado Canciller por el anciano y decrépito Presidente Paul von Hindenburg y con el poder total y absoluto comienza con el brutal desarrollo de su programa antisemita (recordar “La noche de los cristales rotos”) y la preparación bélica para desencadenar la terrible 2ª. Guerra Mundial.
El momento clave donde el genocidio iniciado contra los judíos de Europa se metamorfosea en un Holocausto, inimaginable para la razón humana, se produce el 20 de Enero de 1942 durante la “Conferencia de Wannsee”, una localidad cerca de Berlín, donde se planifica la ejecución sistemática e industrial de todos los judíos.
La bestial decisión que se toma representa un emprendimiento macabro nunca visto en la historia de la humanidad: de la inicial concentración de los judíos en guetos separados del resto de las poblaciones donde estos vivían a una segunda etapa de enviarlos en vagones de trenes para ganado a los “campos de concentración”. Una vez llegados los judíos a los campos se daba comienzo a la tercera y más espeluznante tarea de gasearlos con el Zyklon B en las cámaras de gas levantadas a tal fin para, una vez asesinados, llevar sus cuerpos inermes a los hornos crematorios construidos para convertir los cuerpos gaseados en humo, y así desaparecerlos.
Dachau, Auschwitz-Birkenau, Majdanek, son los campos más conocidos, pero hubo decenas de estos centros erigidos por las tortuosas mentes y atrofiadas neuronas de las bestias nazis.
Se habrá de realizar a continuación un recorrido por campos de exterminio menos conocidos pero que fueron igualmente aberrantes y abominables.
“El Holocausto no se creó en el vacío, no emergió de la nada. Fue posible por siglos de ceguera, estupidez, mentiras y odio. Fue precedido por señales que no alertaron la conciencia de la gente. No parecían monstruos; tenían nuestros rostros”. Primo Levy.
Cuando los ejércitos alemanes invadieron la Unión Soviética en 1941 pudieron avanzar, casi sin contratiempos, hasta llegar a sitiar las tres ciudades más importantes de Rusia: Leningrado, Moscú y Stalingrado.
Atrás habían quedado Polonia, los Países Bálticos y regiones completas de Europa bajo el dominio total de los nazis y sus cómplices europeos locales.
Se conoce bastante sobre el trato criminal que los judíos obtuvieron de los ejércitos alemanes y las poblaciones autóctonas como la de los polacos, ucranianos, letones, etc. invadidas por aquellos, lo que provocó el asesinato en campos de concentración y de exterminio de seis millones de judíos, entre ellos un millón de niños.
El recorrido elegido para abarcar solo una parte de la Shoáh, esa enorme tragedia humana que se desarrolló en el siglo pasado, fue la del sendero norte de Europa que constituyó el origen y la vida misma de mi familia y de mis ancestros.
Nóvgorod es una ciudad que se encuentra ubicada entre Moscú y la reactualizada San Petersburgo, la misma que fuera denominada Leningrado después de la Revolución Bolchevique.
Durante la época feudal y gracias a su excelente ubicación geográfica y estratégica, la ciudad de Nóvgorod era un Estado independiente y autosuficiente que servía de nexo en la ruta del comercio nórdico de Europa (Copenhague-Bergen-Oslo-Estocolmo-Helsinki-Tallin) con Rusia y los países que bordean el Mar Negro.
Los judíos, atraídos por el intenso tránsito comercial, se fueron instalando en esa zona y conectados a su vez con los Países Bálticos (Estonia-Letonia-Lituania) y Polonia fueron creando Comunidades cada vez más importantes y prestigiosas.
Parte de la Comunidad Judía de Nóvgorod pudo escapar ante el avance de los ejércitos nazis hacia la Rusia profunda; los judíos que se quedaron fueron confinados en guetos previo envío posterior a los campos.
Los Países Bálticos vivieron una historia muy convulsionada ya que durante siglos sirvieron de trampolín para las numerosas invasiones recíprocas de las potencias occidentales (Suecia, Dinamarca, Alemania) y Rusia.
Hasta 1918 Estonia, Letonia y Lituania pertenecieron al Imperio Zarista para luego independizarse cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia y sus antiguos aliados, Francia e Inglaterra, con ayuda norteamericana, le ganaran la 1ª. Guerra Mundial a Alemania y sus asociados.
Fue en esos tres Países Bálticos en general y especialmente en Lituania, denominada “Judea del Báltico”, con su capital Vilna llamada a su vez la “Jerusalem de Lituania”, donde las comunidades judías se desarrollaron con intensidad. Surgieron corrientes intelectuales elitistas como la de los “Mitnagdim”, cuyos jerarquizados Rabinos fueron apreciados como los más cultos y eruditos, enfrentados con los “Jasidim”, cuyos Rabinos aplicaban concepciones más populares y de conexión directa con Dios.
Cuando en 1941, durante la 2ª. Guerra Mundial, Alemania invade a la Unión Soviética rompiendo con el inicuo Pacto Ribentrop-Molotov concebido por Hitler y Stalin, los judíos bálticos quedaron atrapados en las redes mortales del Imperio Nazi.
La masacre de judíos abarcó a los residentes de todas las grandes ciudades como Riga, Tallin y Vilna y demás poblados más pequeños, sin distinción de orígenes ni clases.
En las tres grandes capitales bálticas se han construido “Museos de la Ocupación” que incluyen todos los horrores cometidos por los nazis y por los soviéticos.
La sección dedicada a la Shoáh muestra los Campos de Concentración y Exterminio con fotos de familias y ciudadanos judíos aniquilados durante la ocupación alemana.
Uno de los poblados más pequeños ha sido el de Siaulial donde el 26/6/41 fueron fusilados 1000 judíos, enterrados luego en fosas comunes en las afueras de la ciudad.
De los 5000 judíos de Siaulial solo quedaron con vida 500 quienes pudieron escapar y ocultarse en los bosques integrando los movimientos partisanos de la Resistencia.
Los fríos inviernos nevados mataban de hambre y de frío a la gente escondida y cuando salían para conseguir algo de comida los alemanes y los colaboracionistas los sorprendían y arrestaban para luego enviarlos a los campos de exterminio.
Antes de la ocupación nazi la población judía de Vilna, la “Jerusalem de Lituania”, se dedicaba tanto al comercio y a la pequeña industria intensiva como al estudio de la Toráh en las reconocidas Ieshivot que abundaban en la ciudad.
Entre 300.000 y 400.000 judíos vivían en Lituania previa la invasión de los alemanes; de ellos 11.000 fueron directamente acribillados durante los primeros días y el resto de los judíos fueron confinados en el Gueto de Vilna para luego ser transportados a los campos de exterminio del sur de Polonia: Auschwitz, Treblinka, Majdanek, etc.
Como sucedió en Varsovia también en Vilna hubo una rebelión armada que después de varias semanas de resistencia fue finalmente abatida por el Ejército alemán.
Del Gueto de Vilna solo queda el nombre de la calle en el centro peatonal de la ciudad (ZYDU g.) y una placa recordatoria, pero ya no habitan judíos en este barrio.
Los 30.000 judíos que viven actualmente en Vilna están repartidos en distintos barrios perimetrales con varias sinagogas activas de diferentes tendencias religiosas.
Cerca de Vilna se puede visitar el famoso Castillo de Trakai que posee una historia fascinante aunque también trágica.
En el año 1569 se unieron el Ducado de Lituania con el Reino de Polonia y formaron un enorme Imperio que incluía a gran parte de Europa Central que, con la conquista de Ucrania, llegaba hasta Crimea, a orillas del Mar Negro.
Allí el Duque conoció a los Karaítas, una rama singular del Judaísmo de la época bíblica, que reconoce como sagrado solo el TANAJ pero no los libros rabínicos como el Talmud.
En 1099, cuando los Cruzados conquistaron Tierra Santa, los judíos fueron expulsados de Jerusalem quemando sus sinagogas, incluidas las de los Karaítas.
Estos últimos se dirigieron hacia la Alta Mesopotamia (hoy el Kurdistán) y muchos de ellos se asentaron en el “Imperio Jázaro” donde un par de siglos antes uno de sus reyes se había convertido al judaísmo.
Pero en los siglos XI y XII Bizancio conquista Jazaria y ordena cristianizar a todos sus pobladores, en especial a los Karaítas que, obligados, deciden emigrar hacia Crimea.
Siglos después el Gran Duque de Lituania entra en Crimea y descubre a los karaítas como guerreros fieles y luchadores y decide llevarlos a su Ducado con sede en el Castillo de Trakai.
Allí se quedaron por varios siglos conservando sus rituales y creencias tanájicas hasta que en 1941 penetraron las hordas nazis y, sin hacer distinciones, los ejecutaron e incineraron como al resto del Pueblo Judío.
Solo 300 karaítas y 2 Templos recuerdan hoy en la zona el trágico destino de esta rama del judaísmo que había logrado mantener durante siglos sus creencias.
En el Estado de Israel se encuentra actualmente la mayor concentración de judíos karaítas, los que fueron reconocidos como “judíos completos”, a pesar de la oposición ultra ortodoxa, por la gran mayoría rabínica, entre ellos el Rabino Ovadia Yosef.
El Fuerte de Kaunas en Lituania recuerda también las desdichas sufridas por el Pueblo Judío de Europa en esa dramática época de la historia del siglo XX.
En 1941 los alemanes reconvirtieron a la Fortaleza de Kaunas en un Campo de
Concentración primero y de Exterminio después para los judíos lituanos.
Sin embargo el 15/5/1944 fueron traídos desde la Francia ocupada 878 niñas y niños judíos deportados de sus hogares para asesinar a una parte de ellos en Kaunas y llevar al resto hacia el infierno de Auschwitz.
A fines del año 1944 los soviéticos tomaron la fortaleza y liberaron a los pocos judíos que aún quedaban con vida, algunos de los cuales emigraron hacia Israel y los EE.UU.
Actualmente la Fortaleza de Kaunas se ha convertido en un Museo para la recordación de las decenas de miles de seres humanos muertos en ese lugar por los actos bestiales e inhumanos de las aberrantes ideologías que dominaron en el siglo pasado.
El Holocausto Judío ha recorrido múltiples senderos en el que la Europa demencial estuvo claramente involucrada como cómplice del detonante nazi-alemán.
En los distintos Campos de Exterminio de Polonia hicieron desaparecer 3.000.000 de judíos polacos que representaban la suprema espiritualidad del Pueblo Judío, lo que amerita una descripción separada del presente análisis desarrollado.
Esta sintética reseña de la “Ruta Norte del Holocausto Judío” es solo un pequeño fragmento de esta enorme tragedia que fuera la Shoáh en la que ha sido “borrado del mapa mundial” un tercio de todo un pueblo, el Pueblo Judío.