Por: Rabino Eliahu Birnbaum
Quien pasea por la ciudad de Pisa suele contemplar la torre inclinada que se transformó en su sello emblemático, empero es necesario recordar que hace ya mil años que existe en esta ciudad una comunidad judía con una sinagoga en actividad desde 1594 y un cementerio antiguo que se encuentra junto a la catedral y data de 1674. Los orígenes de esta comunidad se remontan al siglo XII, probablemente fue la primera ciudad de la región de Toscana en la que se asentaron judíos.
Uno de los personajes que visitaron la comunidad de Pisa en el siglo XII fue el legendario viajero Benjamín de Tudela. Cada vez que mis pies se posan sobre un lugar por él visitado me emociona sentir que voy tras sus pasos. Sin embargo, viva la pequeña diferencia, yo llego por medio de vuelos y viajes en automóvil mientras que Benjamín de Tudela visitó medio mundo con su bastón y alforja a cuestas. Anduvo por Europa, Asia y África. Estuvo en Francia, Italia, Grecia, Turquía, Bagdad, Persia, Tíbet, India, China, Yemen, Egipto, Rusia y más. Sus escritos describen más de trescientos sitios por él visitados y en cada uno de ellos se refiere a las comunidades judías que los habitan, sus costumbres, su número entre otros. En el año 1160 Benjamín de Tudela visitó Pisa y escribió en su bitácora: "…y allí viven unos veinte judíos y sus líderes son Rabí Moshé, Rabí Jaím y Rabí Iosef…y no hay rey en la ciudad, sino que es gobernada por un consejo de jueces…". Es interesante mencionar que Rabí Abraham Ibn Ezra estuvo en Pisa en 1146, antes que Benjamín de Tudela, y allí se ocupó de la preparación de tablas astronómicas.
En el comentario de Rabí Isaac Abarbanel al libro de Ishaiahu encontramos una "noticia exclusiva", que tanto en Roma como en Pisa hay piedras y árboles provenientes de Jerusalém. El área que hoy ocupa la plaza central de Pisa en el pasado era una zona pantanosa y barcos que regresaron de las cruzadas trajeron piedras de Jerusalém las cuales volcaron allí. Así escribe el rabino Abarbanel al comentar Ishaiahu 60:17: "'En lugar del cobre traeré oro, y en lugar del hierro traeré plata, y en vez de las maderas traeré cobre y en lugar de las piedras hierro', en lugar del cobre que las naciones quitaron a ellos durante la destrucción y el exilio traeré oro desde sus países…
y aun en Roma, Pisa y otras localidades se encuentran materiales traídos de Jerusalém…"
Los judíos de Pisa al igual que los del resto de Italia se encuentran integrados a la cultura, la economía y la política local desde el siglo XIX, cuando recibieron su emancipación siendo igualados sus derechos a los del resto de los ciudadanos. A diferencia de otras ciudades italianas, en Pisa nunca se estableció un gueto ni se impuso a los judíos pasarse a los ya establecidos en las vecinas Florencia o Siena.
La sinagoga de Pisa es una de las más antiguas de Italia y se encuentra en uso ininterrumpido desde 1594. Tal como lo indicaban las reglas eclesiásticas, las sinagogas eran establecidas al interior de edificios de particulares y no daban a la calle. La sinagoga fue completamente reformada, mas se trata del mismo edificio y la misma sala de reunión y oración. El cementerio judío se encuentra a pasos de la torre inclinada y fue establecido en 1674 lindante con la muralla de la ciudad. En el piso inferior de la sinagoga se encuentran recordatorios del horno en el cual se elaboraban las matzot así como también de la mikvé, mientras que en el piso superior se encuentra el archivo comunitario que alberga documentos originales que se remontan a 1660.
Una de las historias más conocidas en la ciudad en general y entre los judíos pisanos en particular es la del señor Giuseppe Pardo Rocas quien fuera una persona sumamente rica y dueña de numerosas propiedades, que llegara a ejercer como vicealcalde de la ciudad y presidente de la comunidad judía. Durante la segunda guerra mundial el señor Pardo desoyó reiteradamente la orden impartida por el ejército de la ocupación de presentarse en la estación de policía para ser enviado a un campo de concentración. Incluso cuando los soldados de las SS marchaban por las calles buscando judíos él permaneció en su casa y no temió por su suerte ni a las botas alemanas. Empero el 1 de agosto de 1944, un mes antes de la liberación de Pisa por parte de las fuerzas aliadas, soldados fascistas ingresaron a su domicilio y lo asesinaron.
En la actualidad residen en Pisa unos sesenta u ochenta judíos amén de unas decenas de israelíes que estudian en la universidad local mientras que en las inmediaciones encontramos algunos judíos en las localidades vecinas de Luca y Boiargio. La de Pisa fue siempre una comunidad judía pequeña. En el año 1492 tras la expulsión de España sefaradíes engrosaron sus filas.
Pisa se suma a la lista de cientos de pequeñas comunidades judías que florecieron a lo largo y ancho de Italia. Es interesante notar que a diferencia de otros países en los cuales los judíos se concentraron principalmente en las ciudades, en Italia eligieron asentarse en aldeas y pequeñas localidades, lo cual queda testimoniado en las numerosas decenas de sinagogas desparramadas por todo el territorio italiano. El singular fenómeno de la proliferación de pequeñísimas comunidades que presenciamos en este peninsular país tiene su origen en el hecho de que los gobernantes de las distintas ciudades invitaron a banqueros judíos para que se establecieran en ellas y se dediquen a suministrar créditos a los habitantes de la urbe y las aldeas aledañas. Al banquero en cuestión se le permitía traer a la ciudad un minián y erigir una sinagoga, comprar tierra en las afueras para establecer un cementerio judío y así fue como surgieron un sinnúmero de comunidades.
El Shabat en el que se leyó la parashá de Vaiejí lo pasé con la comunidad judía de Pisa junto a dos de mis nietos que se sumaron al viaje, a los efectos para irlos acostumbrando a deambular entre comunidades judías. Participaron de los rezos unos treinta hombres y mujeres, empero muy a mi pesar no logramos tener minián también viernes por la noche y sábado por la mañana. Durante años no se llevó a cabo el servicio matinal de Shabat, la sinagoga no estaba calefaccionada y la temperatura era por debajo de cero. En medio del rezo, al llegar el momento de abrir el Arca Sagrada y extraer el rollo de la Torá vi el dolor en los ojos de los judíos que asistieron por no tener la suerte de poder extraerlo, beneficiarse de su bendición, abrazarlo, besarlo y leer de él. El público que se encontraba a mi alrededor me preguntó: "¿Es posible extraer el rollo de la Torá y leer de él, aunque carezcamos de minián? ¿Acaso quienes hicieron el esfuerzo de llegar a la sinagoga no merecen esta recompensa?"
A pesar de que no acostumbramos proceder así, no hay inconveniente en extraer el rollo de la Torá aunque se carezca de minián. Muchas veces, el encargado de la sinagoga extrae un rollo de la Torá para acomodarlo en la porción correspondiente a su próximo uso, o un escriba ("sofer stam") para corregir algún error en el texto, así como también se acostumbra extraerlo en honor a un monarca gentil (Sefer Hajinuj precepto 379, Responsa Iabía Omer IV Oraj Jaím 15).
Se puede bendecir por la lectura de la Torá únicamente si hay minián y solamente en aquellos días que los sabios establecieron que se lea. En la Mishná leemos: "No se lee la Torá a menos que se encuentren en el sitio diez varones adultos" (Tratado de Meguilá 23B y así se sentenció en el Shulján Aruj Oraj Jaím 143). Sin embargo, encontramos en los escritos de las eminencias halájicas diferentes motivos para leer la Torá, aunque se carezca de minián, si esto se realiza con una finalidad determinada como por ejemplo su estudio, aprender sus bendiciones, al inaugurar una sinagoga o ingresar al Arca Sagrada un nuevo rollo (Responsa Har Tzví Oraj Jaím 9). Creo también que acercar a judíos alejados de la tradición puede ser un criterio que permita leer la Torá aún en ausencia de minian.
En la responsa Prí Megadim se sentenció: "En una localidad en la que se carece de minián se puede y es bueno que se lea la Torá sin recitar las bendiciones correspondientes, a los efectos que no se olvide la habilidad de la lectura y no pasen más de tres días sin que las personas la escuchen" (Oraj Jaím 143). Asimismo, el autor de la responsa Sha'arei Efraim escribió: "En poblados en los cuales se carece de minián y se desea leer la porción semanal de la Torá en grupo mas sin recitar las bendiciones correspondientes – se podrá hacerlo, pudiéndose también leer la Haftará (la porción de los profetas) sin recitar las bendiciones correspondientes. En este caso no se deberá llamar personas a que suban a la Torá, simplemente uno habrá de leer toda la porción directamente de un libro y los demás habrán de escuchar…" (Sección VII 38).
En el caso de muchos preceptos encontramos el principio de "evitar que su cumplimiento sea olvidado", o sea, a veces resulta valioso realizar una acción, aunque esta no sea preceptiva a los meros efectos de recordar y preservar la mitzvá. Así se procede en el caso de las cuatro especies en Sucot, las eminencias halájicas indican que en caso de no poseerse cuatro especies aptas… "de igual manera es preceptivo empuñar el lulav solo a modo de recordatorio para que de esta manera el tema no caiga en el olvido, ya que dijeron nuestros sabios que en caso de que no se encuentre un etrog no se lo habrá de sustituir por otro fruto" (Raabad Hiljot Lulav).
De hecho, así fue como actuamos, con cuatro grados bajo cero extrajimos del Arca Sagrada el antiguo rollo de la Torá escrito sobre pergamino, leímos de este y así se entibiaron un poco los corazones de los asistentes. Es interesante destacar que una de las cuestiones que más impresionaron a mis nietos fue el hecho de que no hubiese minián en Shabat. En su calidad de jóvenes estudiantes de yeshivá están acostumbrados a rezar con minián tres rezos diarios. Rezar sin minián en Shabat fue para ellos un shock, empero rápidamente se adecuaron a la situación y me dijeron: "Abuelo, nosotros estudiamos Guemará con Rashí y Tosafot pero tú te ocupas de judíos vivos y de problemas actuales en las comunidades judías".
La torre inclinada de Pisa cuya construcción se iniciase en 1173 fue en su origen el campanario de una iglesia adjunta. Se yergue hoy en la "Plaza Mirácoli" o "Plaza de los Milagros". Hay quienes dicen que el verdadero milagro no es que la torre permanezca en pie a pesar de su inclinación, sino que la comunidad judía siga existiendo por más de un milenio hasta nuestros días.