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Rabinos en Berlín conmemorando la noche de los cristales

Por: Rabino Eliahu Birnbaum

Hace cuestión de semanas participé en un congreso rabínico. Es común entre los rabinos de la diáspora frecuentar a menudo congresos a los efectos de tratar temas referentes a sus comunidades, así como también para estudiar diferentes temas o adquirir herramientas que puedan mejorar su función rabínica. Quisiera compartir con ustedes este último congreso del Comité de Rabinos Europeos que tuvo lugar en Berlín. No habré de detallar el programa del congreso sino más bien el tiempo y el escenario en el cual tuvo lugar.

El congreso del Comité de Rabinos Europeos se llevó a cabo en Berlín el 10 de noviembre del 2013, exactamente setenta y cinco años después del “Kristalnacht” o “la noche de los cristales”, que acaeció entre el nueve y el diez de noviembre de 1938 y en la cual se perpetraron actos de violencia contra los judíos a lo largo y ancho de Alemania y Austria. En cuestión de pocas horas miles de sinagogas y negocios judíos fueron quemados y destruidos.

Por primera vez fueron enviados decenas de miles de personas a campos de concentración por el simple hecho de ser judíos. La noche de los cristales representó un punto de inflexión en la persecución de los judíos en la Alemania nazi y un evento de importancia en la historia del Holocausto. Setenta y cinco años después, cientos de rabinos provenientes de toda Europa asistieron a un congreso en Berlín. También asistieron los Grandes Rabinos de Israel y tuvieron una participación central en el mismo, me refiero al Rabino Yaakov Iosef y al Rabino David Lau, este último en persona hijo de un sobreviviente del Holocausto. El congreso fue organizado por el Comité de Rabinos de Europa presidido por el Gran Rabino de Moscú Rabino David Goldsmidt. Asimismo, en esta ocasión se celebraron también los primeros diez años de existencia del ORD, el Comité de Rabinos Ortodoxos de Alemania.

He de reconocer sin temor a avergonzarme por ello que no soy demasiado sensible en cuanto a visitar Alemania después del Holocausto. Hay quienes no viajan jamás a Alemania, quienes no duermen en suelo alemán ni una sola noche y personas que si bien visitan ese país el viaje suele ir acompañado de sentimientos encontrados. En mi caso, no viajo a Alemania de vacaciones o por placer sino en viajes laborales para trabajar con las comunidades judías que están surgiendo en ese país por lo que no me enfoco en el pasado judío del país sino principalmente en su futuro. Sin embargo, esta última visita junto a cientos de otros rabinos logró tocar mis fibras más íntimas y generar en mi interior un profundo desgarro, una tensión imposible entre alegría y tristeza, temor y esperanza, pero por sobre todas las cosas, logró insuflar en mi interior un firme sentimiento de orgullo judío.

La noche de los cristales en el mundo judío es símbolo de destrucción, el comienzo de la aniquilación tanto física como espiritual de la judería europea. Para mis, los rabinos simbolizan el futuro del pueblo judío, representan el liderazgo que vela por la continuidad de la existencia judía en suelo europeo. Tal como escribiera nuestro maestro el Rav Kuk de bendita memoria en su epístola 707: “Yo veo la labor rabínica no destinada a la construcción física del pueblo sino como un factor esclarecedor de las ideas que llevan posteriormente al fortalecimiento y la consolidación orgánicos de la nación, reforzando la consciencia judía y promoviendo el accionar de brazos que estaban inactivos y que resultan ser los indicados para esa labor. Los rabinos tienen por función discernir las ideas y refinarlas, insuflarles una fe potente y profunda que emerja del manantial de pensamiento sagrado que anida en las almas judías y de esa forma enaltecer el resurgimiento nacional llevándolo al plano sagrado del cual realmente procede”.

Cuando una delegación de rabinos decide realizar un congreso justamente en Berlín, el lugar donde tuvo lugar el comienzo del fin en la fecha de “la noche de los cristales”, caminando por esa ciudad con kipot en las cabezas y tzitziot en las ropas, con la cabeza en alto y entonando la canción “Am Israel Jai” - es muy difícil no enjugar una lágrima.

Hace setenta y cinco años Alemania decidió que no hay más lugar para casas de oración judías, más de seiscientas sinagogas en todo el Reich fueron quemadas y destruidas, rollos de la Torá fueron profanados, rabinos fueron golpeados y asesinados y treinta mil judíos fueron enviados a campos de concentración. Allí, en Berlín, en la noche de los cristales se encendió el fuego que quemó a buena parte del pueblo judío en Europa.

Tras la guerra, los campos fueron liberados y parte de los sobrevivientes decidieron que era conveniente quedarse en Europa, que quizás había todavía un futuro para los judíos en ese continente. Algunos fueron incluso un paso más lejos y decidieron que quizás exista la posibilidad de generar un nuevo comienzo para la presencia judía justamente en Alemania, la tierra que declaró una guerra total contra el pueblo judío, y en efecto, hubo hermanos nuestros que regresaron a ese país. Lentamente, sobrevivientes del Holocausto volvieron a refundar comunidades aniquiladas, construyeron sinagogas y formaron nuevas familias, trajeron hijos al mundo y creyeron en la posibilidad de un futuro judío en Europa. 

Sin embargo, en los últimos años parecería que se están despertando en el viejo continente sentimientos que se habían mantenido ocultos, la vieja Europa vuelve a exhibir formas renovadas de antisemitismo.

Somos testigos de cómo se ataca allí a la tradición judía, especialmente a la circuncisión y a la faena kosher, pero también vemos cómo se extiende una atmósfera de hostilidad general hacia los judíos por las calles de las urbes europeas.

La vida judía en Alemania fue renovada en no pequeña medida en virtud de la iniciativa del gobierno alemán que buscó traer judíos que repueblen las comunidades. No se puede sino decir que las autoridades alemanas abiertamente apoyaron e incentivaron la vida judía en ese país. Las comunidades judías fueron decreciendo paulatinamente en número hasta los años ochenta y noventa, muchos de sus jóvenes emigraban lo cual implicó su inexorable envejecimiento. Las tasas de natalidad decrecían no sólo en la comunidad judía sino en la sociedad alemana en general.

Hasta hace unos quince años quedaban en el país no más de unos quince mil judíos. Esto generó preocupación en el seno de las autoridades alemanas y a los efectos de reforzar demográficamente a la judería de ese país el gobierno dio visas a judíos provenientes de Rusia y Ucrania para que vayan a repoblar comunidades que estaban vaciándose. En los últimos quince años unos 230.000 inmigrantes judíos llegaron a Alemania provenientes de la Ex Unión Soviética y se transformaron en el componente mayoritario de la comunidad judía local. En los años 2003, 2004 y 2005 Alemania recibió más judíos que el Estado de Israel. Estos números increíbles transformaron a la alemana en la comunidad judía de mayor crecimiento demográfico en el mundo entero después de Israel y en la tercera más grande de Europa Occidental después de Francia e Inglaterra. Aún así, el número de judíos que viven en la actualidad en Alemania es solamente una tercera parte de los que la habitaban antes de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos sostienen que la decisión gubernamental alemana de promover la vida judía en ese país obedece al deseo de las autoridades de expiar el pasado y evitar la desaparición de las comunidades a consecuencia del envejecimiento y la baja natalidad. Otros consideran que el gobierno federal alemán busca promover una imagen de renovada democracia en el concierto de las naciones y a estos efectos el ingreso de judíos y su incentivo se enmarcan en este esfuerzo.

En efecto, hace unos años un representante de uno de los tres bancos más importantes de Alemania se dirigió al Instituto Strauss-Amiel que se dedica a la preparación de rabinos para la diáspora invitándonos a visitar ese país. El banco me invitó a una reunión sus oficinas centrales en la ciudad de Munich y me ofreció traer a todos mis alumnos que se preparaban para puestos rabínicos en el mundo judío de visita al país a su cuenta.

Su único requerimiento fue que durante un día llevemos a cabo un simposio sobre economía global en las instalaciones del banco a los efectos que los rabinos reciban herramientas en este asunto. Confieso que en un inicio fui muy escéptico respecto de la generosa propuesta que a un costo de decenas de miles de euros proponía pagar los viajes y las estadías de decenas de rabinos para visitar Alemania. Tras mantener reuniones con directivos del banco y sopesarlo detenidamente decidimos emprender este viaje a través del país y a través del tiempo. En el día del simposio realizado en Munich el gerente general declaró: "No es un secreto que nuestro banco participó de la máquina de exterminio nazi y transfirió al Reich fondos que tuvieron un uso letal. Hoy buscamos disculparnos y transmitir un mensaje de reconciliación y disculpa".

Empero, creo que setenta y cinco años después de la noche de los cristales y después de que rabinos marchan por las calles de Berlín cabe preguntarse si habrá o no judíos en Europa dentro de veinte años.

El judaísmo europeo se encuentra hoy en una encrucijada entre la renovación y el achicamiento. Los judíos del viejo continente enfrentan desafíos europeos generales tales como la crisis de la integración, la falta de aceptación del éxito judío e israelí, crisis económica, crecimiento demográfico musulmán y el resurgimiento del antisemitismo bajo viejos y nuevos formatos. Todos estos factores resultan influyentes en el futuro del judaísmo europeo. En efecto, según el Dr. Dov Maimón, investigador del Instituto de Elaboración de Políticas para el Pueblo Judío, existen escenarios futuros tanto optimistas como pesimistas para el judaísmo europeo. Según el escenario optimista en veinte años el Estado de Israel será fuerte y disfrutará de estabilidad regional, florecimiento económico y seguridad. El número de judíos en Europa habrá de alcanzar los 1.7 millones, un aumento respecto del 1.3 millón de la actualidad. Según el escenario pesimista, dentro de veinte años habrá solamente setecientos mil judíos en todo el viejo continente.

Uno de los momentos más emotivos del congreso rabínico en Berlín fue cuando el Sr. Eli Fejler de noventa años de edad, que reside actualmente en Israel  y que en su momento celebrara su Bar Mitzvá en la sinagoga berlinesa "Beit Tsión" que fuera afectada por la noche de los cristales, nos relató su testimonio como joven que presenció la quema de la sinagoga durante los desmanes. Setenta y cinco años más tarde, sentado al interior de la misma casa de oración, nos relata su historia personal y las vicisitudes por las que tuvo que pasar. Ante los cientos de rabinos europeos, ante los Rabinos Jefe de Israel y ante el ministro del Interior alemán declaró: "No debe olvidarse la violencia alemana en la noche de los cristales". El Sr. Fejler estaba acompañado por su hijo quien una vez finalizado el acto tocó el shofar.

Otro momento significativo del congreso fue una de las noches en la que cientos de rabinos se pararon junto a la Puerta de Brandenburgo, uno de los símbolos emblemáticos de Berlín. Se trata de una Puerta del Triunfo que desde 1788 sirvió a diferentes regímenes como símbolo de su gobierno. En días del régimen nazi esta puerta fue una señal de poderío y victoria en las marchas y manifestaciones que organizaba Hitler. Los rabinos se acercaron a la puerta con temor, empero conforme lo hicieron aceleraron el ritmo de su paso confiriéndole mayor firmeza y comenzaron a entonar la canción "Vehí Sheamdá Laavoteinu" ("La promesa Divina fue la que sostuvo a nuestros ancestros", Harninu Goim Amó" ("Cantadle naciones a Su pueblo" y al pasar bajo la puerta cundió una sensación de victoria de la historia judía por sobre la de las demás naciones.

Tras setenta y cinco años aquí estamos, empero setenta y cinco años después de la noche de los cristales, la interrogante se mantiene: ¿Es Europa un lugar para judíos? ¿Habrá en el futuro judíos en Europa