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Biden, ¿Será Obama o tendrá que ser Trump?
Por: Victor Zajdenberg
En realidad Biden, actual Presidente de los Estados Unidos, quisiera ser Obama, su modelo, mas la real politik lo está llevando a ser Trump, su antagonista. Exclamar ante la prensa mundial que Putin, el Presidente de Rusia, “es un asesino” y Xi, el Presidente de China, “nos aplastará si no hacemos nada”, significa de todo menos el respeto a las más mínimas reglas diplomáticas del mundo occidental y democrático. ¿No era esa falta de tacto político lo que casi todos los dirigentes, periodistas, intelectuales y artistas achacaban a Trump denigrándolo? Sigamos un poco más: “Putin no tiene alma” dijo Biden. A lo que Putin le respondió: “El que lo dice lo es” y “le deseo a Biden buena salud”. Xi, fiel a las costumbres chinas, calla y avanza.
Debemos entonces entender que las Relaciones Internacionales han entrado de lleno a lo que Samuel P. Huntington previó y denominó magistralmente “El Choque de Civilizaciones” “Y La Reconfiguración del Orden Mundial”, donde predice que el devenir producirá enfrentamientos culturales como superestructura de los conflictos estructurales económicos y/o ideológicos.
Este movimiento telúrico comenzó con la caída del Muro de Berlín (1989) y la desintegración de la Unión Soviética (1991). Con anterioridad, y después de la 2ª. Guerra Mundial, el mundo era Bipolar, donde prevalecían dos ideologías opuestas: el Capitalismo y el Comunismo. Gravemente heridas las ideologías (Francis Fukuyama: “El fin de la Historia”), surgen los Estados Unidos como potencia hegemónica Unipolar hasta el fatal y vil ataque de Bin Laden a Las Torres Gemelas de Nueva York (11/9/2001).
En estos últimos 20 años comenzó a diagramarse un mundo multipolar de civilizaciones no occidentales que optaron por otro tipo de organización nacional que rechaza los principios culturales de occidente: la democracia, la libertad y los Derechos Humanos. El Presidente George Bush (hijo) intentó implantar estos ideales primero en Afganistán y luego en Irak y hoy, 20 años después, ambos países son Estados semi fallidos que necesitan de la protección norteamericana para no convertirse en fallidos. Los integrantes de las diferentes etnias, tribus, religiones y sectas, con mentalidad retrógrada medieval impiden con las armas cambios en sus costumbres culturales ancestrales.
Algo similar sucede con Rusia y China, las otras dos potencias mundiales además de EE.UU y la Unión Europea. Rusia viene de una larga tradición autocrática desde la época de los zares y los comunistas. Y Vladimir Putin representa la voluntad de restablecer las espléndidas posiciones pasadas. Dentro del marco cultural y civilizado heredado, Rusia tiene intereses económicos, militares, nucleares, de seguridad y geopolíticos que abarcan a Europa, Asia, Medio Oriente y llegan hasta Cuba y Venezuela. Putin ha creado para las relaciones interiores y exteriores un sistema de “paciencia estratégica pro activa” y lo ha demostrado en Chechenia (hoy reconstruida), Georgia (la ha limitado), Ucrania (ha frenado a la NATO), Crimea y Sebastopol (recuperadas) y Siria (estableciendo, por primera vez en la historia de Rusia, bases aéreas y navales en las aguas calientes del Mediterráneo). Putin no puede creer las acusaciones de Biden sobre injerencias informáticas en las elecciones de los EE.UU (2016 y 2020) pues la Canciller Merkel y casi todos los líderes de Europa coparon los medios de comunicación occidentales para apoyar a los candidatos Demócratas contra el Republicano Donald Trump.
El desafío de la civilización China es múltiple y nunca ha sabido qué es la Democracia. Su síntesis comunista-capitalista con partes confucianas (sociedad bien ordenada y lo social sobre lo personal) ha reducido la pobreza estructural de su población en más de un 50%, con costos:
1-Sistema dictatorial absoluto consagrado en el último Congreso con el cambio de la Constitución y por el cual el Presidente Xi Jinping no tiene tiempos limitados para su Gobierno.
2-Poder económico ascendente basado en un capitalismo controlado por la cúpula del Comité Central del Partido Comunista que provee mano de obra necesaria, autorizada centralmente.
3-Recreación del “Camino de la Seda” que facilite su penetración comercial hacia Occidente.
4-Política de coerción de aplicación mundial y en especial a Hong Kong (coartando su autonomía), Taiwán (amenazándola), Australia, New Zeland, India, Myanmar (apoyando el golpe militar). Para Japón y Corea del Sur tiene el ariete misilístico nuclear de Corea del Norte.
5-Poder militar amenazante en constante incremento ocupando islas y mares del Pacífico Sur.
6-Pretensiones de dominio global en el campo informático con la introducción de su producto 5G en las redes sociales del mercado mundial, lo que permitiría a un ente estatal totalitario, como el chino, distribuir, adoctrinar y controlar a la población mundial. No solo podrá China exportar su sistema político dictatorial sino utilizar el sistema de reconocimiento facial y digital para aplastar cualquier revuelta o revolución que quiera democratizar un país como ya lo han hecho en el pasado en la Plaza Tiananmen de Pekín y, en estos momentos, en Hong Kong.
Es evidente que Joe Biden hubiera querido seguir los pasos dubitativos de Barak Obama, pero la realidad como Presidente de la mayor potencia mundial, está demostrando que si bien a muchos no les gustaba las formas aparentemente caóticas de Donald Trump, este había logrado confundir, desconcertar y detener las avanzadas geoestratégicas chinas y del obeso heredero del trono norcoreano, impidiendo con ello la globalización del sistema político chino. Es por ello que Xi describió a EE.UU. como “la mayor amenaza para el desarrollo y la seguridad de nuestro país”, demostrando la efectividad del “método Trump”, ahora adoptado por Biden. Según Winston Churchill: “La Democracia no es el mejor sistema, pero no existe otro mejor”. Y esta frase está hoy más vigente que nunca. Estados Unidos debe anticiparse y ser más fuerte.