Imprímeme
El origen marxista-stalinista de la judeofobia
Por: Victor Zajdenberg
En el artículo “LA PANDEMIA GLOBAL DEL ANTISEMITISMO” es analizado la génesis religiosa y racista del antisemitismo, pero hemos dejado constancia también que el término judeofobia abarca muchos más nichos o “huevos de la serpiente” (Ingmar Bergman) que incrementaron esta pandemia milenaria y sirvieron de base para el paranoico y criminal desarrollo del nazismo y su atroz consecuencia, la Shoá (Holocausto judío).
Karl Marx, un judío renegado, creador del nefasto pensamiento marxista, con pretensiones de abarcar los campos de la filosofía, la historia, la política y la cultura; todo ello como estructura de la superestructura económica que regiría la conducta humana, escribió un opúsculo, supuestamente científico, intitulado “La Cuestión Judía” (1843) donde pregunta: “¿Cuál es el fondo profano del judaísmo?” y contesta: “La necesidad práctica, la codicia”. Vuelve a preguntar: “¿Cuál es el culto profano del judío?” y responde: “El mercadeo”. Y sigue: “¿Cuál es su Dios?” y dice “El dinero”……. “En el comunismo la sociedad haría ‘desaparecer’ las condiciones del mercadeo y haría ‘imposible’ al judío”. Cualquier parecido con la teoría Nazi posterior es pura coincidencia, dirán algunos hemipléjicos que solo miran con el ojo izquierdo.
Marx prosigue más adelante en el mismo folleto: “Ninguno de los supuestos derechos humanos va más allá del hombre egoísta, del hombre burgués, únicamente preocupado por su interés personal y que obedece a su capricho privado”. Delirante asociación entre los judíos y el individualismo, la burguesía, el capitalismo, etc., estableciendo el desconocimiento de los supuestos derechos humanos de los judíos que los hará “imposible” (sic) y amenazándolos con su “desaparición” (sic). Brutal exabrupto antisemita que sigue, indirectamente, en “Revolución y Contra revolución en Alemania” (1852) donde se pregunta como “desembarazarse” de esos pueblos moribundos (bohemios, dálmatas, etc.). Friedrich Engels, su fiel compañero de andanzas maquiavélicas que lo subsidió durante toda su vida, aconseja en el Neue Rheinishe Zeitung cuyo Director era Karl Marx, hacer “desaparecer” a los serbios, húngaros, eslavos, etc., términos luego puestos en práctica por Adolf Hitler especialmente con los judíos.
Hermann Rauschning en su libro “Hitler me dijo” (1939) publica: “No soy únicamente el vencedor del marxismo…..soy su realizador. No ocultaré que he aprendido mucho del marxismo. Lo que me ha interesado e instruido de los marxistas son sus métodos. Todos estos métodos nuevos de lucha política fueron prácticamente inventados por los marxistas. No he necesitado más que apropiármelos y desarrollarlos para mis necesidades.” Se refería por supuesto a la ideología Nazi (Partido Nacional Socialista de los Trabajadores de Alemania) y a la destrucción y desaparición de los judíos. Y agrega: “No existe la verdad, ni en el terreno de la moral ni en el de la ciencia. Sólo existe una ciencia nórdica nacional socialista que se opone a la ciencia judeo-liberal”. Estas ominosas elucubraciones ya estaban en su libro “Mi Lucha”.
En 1933, en “The Listener”, Bernard Shaw, admirador de Stalin y del engendro de la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), publica “para los químicos la urgencia de descubrir un gas humanitario que cause una muerte indolora para la depuración de los enemigos del socialismo” (Revel- “La Gran Mascarada”), tenebrosa idea que en la Conferencia de Wannsee (20/01/1942) fuera instrumentada por los nazis para la “solución final de la cuestión judía”. Muerto Lenin, Yosef Stalin usurpa el poder en la URSS e irá asesinando a todos los miembros judíos del politburó: Kamenev, Zinoviev, Bujarin y exiliado en México a León Trotski (1940).
En 1941, enviado a un campo de concentración soviético (Gulag), predecesor de los campos de concentración nazis, muere Isaak Babel, el autor de “Cuentos hebraicos” y “Caballería Roja”. Después de la 2ª. Guerra Mundial Stalin ordena la muerte de todos los integrantes del Comité Judío Antifascista que había sido creado por eminentes escritores, poetas, actores, músicos y otros intelectuales judíos, acusados de conspirar con los Estados Unidos: Peretz Márkish, David Bergelson, Itzik Feffer, Leib Kwitko, David Hofstein y muchos más (Wikipedia: “La Noche de los Poetas asesinados”; son ejecutados del 12 al 13 de Agosto de 1952). En 1953 Iosef Stalin le entrega a Lavrenti Beria la nómina para la muerte de todos los médicos judíos de la Unión Soviética. Pero el 5 de marzo de ese año suceden varios milagros: Stalin, el carnicero comunista se muere luego de una severa hemorragia cerebral; Beria, el homicida a cargo del abyecto Servicio Secreto Soviético es destronado y ejecutado por Nikita Kruschev junto con el Mariscal Gueorgui Zhukov y los médicos judíos son inmediatamente puestos en libertad.
Caída la URSS (1991) y en pleno gobierno de Boris Yeltsin en 1998, Gennadi Ziuganov, jefe del Partido Comunista de Rusia y de su grupo parlamentario, publica una carta abierta donde acusa al Sionismo (nueva forma de antisemitismo) de “conspiración para apoderarse del poder en Rusia y al ‘capital sionista’ de provocar la catástrofe económica rusa”. Compara al sionismo con el nazismo: “ambos pretenden dominar el mundo; la diferencia es que Hitler lo decía mientras que los sionistas lo ocultan”. Estamos viendo nuevamente, en boca de un alto dirigente comunista ruso, los falaces argumentos de “Los Protocolos de los Sabios de Sión” que, si bien fueron editados y difundidos por la policía secreta (Orjana) de la época zarista, hoy se sabe por la apertura de los archivos rusos que el autor, Mathieu Golovinski, se unió a Lenin en 1917 como Comisario del Pueblo (Víctor Loupan, Le Fígaro 7/8/1999).
Con el advenimiento del nuevo milenio comienza lo que ya es denominado como el “Nuevo Antisemitismo”, metamorfoseado en el anti-sionismo y anti-israelismo y cuya confundida aunque peligrosa vanguardia es la “nueva izquierda”, heredera del fracasado comunismo, cuya impotencia ideológica amerita un análisis que realizaremos en otra oportunidad.