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Aguná, la eterna forma de abuso contra la mujer judía
Por: Rav Daniel Shmuels
Se podría decir con gran confidencia que hoy en día el abuso contra la mujer, en cualquiera de sus expresiones, es inexistente; sobretodo, con el surgimiento y auge del movimiento social conocido como #metoo (#yotambién). Sin embargo, esa no es la realidad de nuestras sociedades occidentales, esa no es la verdad que, día a día, viven muchas mujeres. En la actualidad, en pleno 2021, continúa la desigualdad en compensación económica a mujeres profesionales, los casos de acoso sexual continúan como si nada; porque de hecho, sistémicamente nada sucede.
A pesar de vivir en un mundo donde las plataformas sociales dominan la información mundial, donde los hashtags determinan el devenir de una persona, son contados los casos exitosos que condenan el abuso hacia la mujer. Más bien, lo que ha sucedido es que se ha logrado concientizar a una gran mayoría de personas en el mundo acerca de este abuso sistémico; empero, ahí seguimos, a ciegas, esperando que las cosas cambien. Creemos que el hecho de tener mujeres en posiciones de liderazgo y poder político nos demuestra que la mujer está en la cúspide de su igualdad humana y que ello puede abrir una nueva opción real para que se haga justicia en tantos casos de abuso. Igual, ahí seguimos esperando, como Penelope esperando a su amado hasta el punto de enloquecer.
Esto de las plataformas sociales y la condena del abuso hacia la mujer me resulta intrigante por el poder tan grande que dichas plataformas tienen y más allá de su poder, por lo ineficaz que hasta el momento han sido para crear un verdadero cambio. Realmente deberíamos estar en otro lugar gracias a ellas pero al parecer vamos para atrás porque lo que importa es creer que el nuevo presidente va a volver al país como Venezuela o que sacrifica niños y bebe su sangre. Ese es el tipo de insensatez, desinformación y mentira que se maneja en ellas y esa es la desinformación que los consumidores devoran.
Pero como dice el dicho, la esperanza es lo último que se pierde. Es por ello que con gran sorpresa y agrado me enteré que un grupo de mujeres judías ortodoxas decidieron tomar sus plataformas sociales para condenar cierto abuso contra la mujer. En este caso, estamos hablando de lo que yo, a título propio, llamaría el abuso clásico y sistémico del judaísmo ortodoxo contra la mujer; a saber, la situación donde un hombre se rehusa a darle el Guet (divorcio) a la mujer con la que está casado. La mujer que es víctima de este tipo de situación se conoce en la halajá bajo el nombre de Aguná, literalmente encadenada, mujer encadenada, mujer encadenada a un matrimonio muerto que no le permite rehacer su vida nuevamente.
Esta es la situación, de acuerdo a nuestra halajá sólo el marido puede darle el divorcio a la mujer. De hecho, la Torá nos exige que cuando un esposo ya no ama a su esposa es su obligación escribirle un documento de divorcio. En este caso el asunto pasó de excesivo a inexistente. Me explico, el Rabeinu Guershon Ben Yehuda, el Or HaGueula, entre sus Jeirem Shel Rabeinu Guershon, instituyó la Takaná que un hombre no se podía divorciar unilateralmente sin el consentimiento de su esposa. El motivo de esta legislación surgió, en parte, porque muchos maridos sencillamente iban a un tribunal rabínico, se divorciaban de su mujer y en última instancia ella quedaba viendo un chispero con los brazos cruzados. Para evitar esa situación de abandono y despojo hacia la mujer el Rabeinu Guershon estableció esta Takaná. Pero de ser excesivo, por parte de los hombres en cierto momento histórico, pasó a ser inexistente en nuestros días debido a que muchos hombres, más de los que nos podemos llegar a imaginar, se rehusan a darle el Guet a su esposa.
Cierto es que dentro de la ortodoxia promedio este tipo de situación no es lo más común; por el contrario, los divorcios son más bien cordiales dentro de las posibilidades y ambas partes están de acuerdo con el paso a tomar. Cosa muy diferente sucede dentro de la ultra ortodoxia; de hecho, hasta el mismo establecimiento Haredí formalmente condena la situación y en Medinat Israel se han tomado medidas legales preventivas para que esto no suceda; empero, la situación continúa tanto allá como en la diáspora dentro de las comunidades ultra ortodoxas.
Hablo de un abuso sistémico por parte del judaísmo por cuanto es una situación puede ser resuelta fácilmente pero que los diferentes Batei Din ven de otra manera, tanto así que ni siquiera la coerción existente en Medinat Israel por parte de las autoridades contra estos esposos ha logrado solucionar el problema de una vez por todas; obviamente, mucho menos en la diáspora. La cosa resulta absurda desde muchas perspectivas. El rehusarse a dar un Guet cae en la categoría de abuso psicológico y físico simultáneamente y es considerado por los especialistas como violencia doméstica o familiar. Pero como hay que mantener a la familia unida, pues lo mejor es que no se divorcien, aunque ni siquiera vivan juntos los esposos o peor aún, aún cuando el esposo abuse físicamente a la esposa. Ese es el absurdo del que muchos tribunales se jacta, como el deber ser, para no llevar a cabo un divorcio.
La situación es compleja y se puede dividir en dos categorías; a saber, una pasiva y otra agresiva. El caso más común es el de un abuso silente donde sencillamente el esposo ya separado de cuerpo de su esposa se rehusa a darle el divorcio a esta en forma de castigo, este sería el pasivo. Un caso menos común pero sorprendentemente frecuente es el del esposo que vive con su esposa y quien no sólo es víctima de un matrimonio muerto del cual ella quiere salir sino que también es víctima del abuso físico por parte del esposo, este es el agresivo.
Para contextualizar la situación, la semana pasada un tribunal rabínico bastante conocido en Medinat Israel se unió al esposo para rehusar la entrega de un Guet a la esposa quien además de ser Aguná también es víctima de abuso físico por parte del esposo. Por otro lado y regresando a nuestras valientes mujeres ortodoxas de la diáspora, tenemos el caso más popular hoy en día, el caso Sharabani. La esposa, en este caso, lleva diez años procurando obtener un divorcio sin resultado alguno. Han sido precisamente las plataformas sociales las que están poniendo en una encrucijada tanto al esposo como al tribunal rabínico. La campaña ha sido gigantesca y aún aquellos que no tenemos ninguna de este tipo de plataformas hemos llegado a saber del caso. Pero la señora Sharabani no es la única, a ella se han unido más víctimas y se han unido junto a ellas más miembros del judaísmo ortodoxo para condenar este tipo de abuso, como lo que es, un abuso sistémico contra la mujer.
El movimiento está creciendo tanto que una de sus promotoras está procurando ser elegida, en las próximas elecciones, como concejal del sur de la ciudad de Brooklyn, NY. Ella promociona un proyecto de ley que clasifica el rehusarse a dar un Guet como control coercitivo para entonces convertirlo en una felonía. La cosa no es fácil por la separación de iglesia y estado, pero el proyecto existe y constitucionalmente la posibilidad existe.
Ahora bien, vale anotar que así como hay tribunales que ciegamente se niegan a obligar al esposo a darle el Guet a su esposa bajo la premisa de abuso coercitivo, también hay tribunales cuya única función es precisamente proveerles a estas mujeres sus divorcios; empero, debido a localidades y minuciosidades halájicas, muchas de ellas quedan restringidas a los minjaguim comunitarios y por ende restringidas a las decisiones de los tribunales locales. Así mismo, hay instituciones que ayudan a estas mujeres a escapar y refugiarse de sus maridos para obtener divorcios justos pero igualmente, no están al completo alcance de muchas de ellas.
En mi opinión, la campaña más exitosa de este tipo de abuso es la que actualmente existe en estas plataformas sociales contra los “#negadores” (#getrefuser) de divorcio; por lo menos, en el mundo judío. Considero que el que tanta gente tenga teléfonos inteligentes en sus manos, y por ende estas plataformas, permite que este tipo de abuso cobre más sentido de existencia entre las comunidades ultra ortodoxas y dentro de nuestro judaísmo en general para que se condene de manera más abierta al mundo y entonces, eventualmente, todos nuestros tribunales entren en razón e incorporen esta situación como un tipo de abuso familiar coercitivo. Esta debería ser la forma proactiva de utilizar dichas plataformas para fines de igualdad social dentro de nuestro pueblo, donde la Torá misma nos enseña que debemos proteger al menos favorecido, que en este caso y para la actualidad se trata de estas Agunot, mujeres que son parte de nuestro pueblo y que merecen y necesitan nuestro apoyo incondicional.
Un Kol HaKavod enorme para las mujeres promotoras de esta campaña y para todos aquellos que de una u otra manera están involucrados en este movimiento social, judío, y religioso que está buscando un cambio positivo permanente para la seguridad y devenir de Klal Israel.