Imprímeme
Los desafíos del nuevo gobierno de Israel
Por: Victor Zajdenberg
El gran filósofo alemán G.W.F. Hegel desarrolló la dialéctica de la posibilidad de una síntesis en “la oposición de los contrarios” y de “la posible confluencia entre diversas contradicciones en una identidad superior”. Esta concepción de la realidad nos puede ayudar a comprender un poco mejor la nueva integración heterogénea del flamante Gobierno del Estado de Israel: 2 partidos de izquierda, 2 del centro, 3 de derecha y 1 partido islamista árabe; total 8 formaciones con 25 Ministerios que parecen el agua y el aceite y sin embargo, según la dialéctica hegeliana, puede confluir en una síntesis. Y ya hubo un primer entendimiento: 60 Representantes de la Kneset (Parlamento) contra 59 más 1 abstención dispararon (es una metáfora) contra Bibi Netanyahu, el por ahora defenestrado ex 1er. Ministro perteneciente al partido mayoritario LIKUD que obtuvo 30 mandatos contra 17 de Yesh Atid de Yair Lapid.
Brevemente recordaremos el currículum político de Netanyahu: Embajador en la ONU de 1984 a 1988; Primer Ministro entre 1996 y 1999; Ministro de Exteriores 2002-2003; Ministro de Finanzas 2003-2005; Líder de la Oposición desde 2006 y, a partir de 2009, nuevamente Primer Ministro, durante 12 años, hasta 2021, con lo que superó en tiempo a David Ben Gurion. En este período la economía tuvo un desarrollo más que positivo: el PBI en 2009 fue de 200 mil millones de dólares, mientras que en 2020 lo duplicó a más de 400 mil millones de la misma moneda con lo que el PBI per cápita promediaba los 45 mil dólares; las Reservas pre pandemia estaban en más de 130 mil millones de dólares, prácticamente no había desocupación y sí había una alta movilidad ocupacional de la población activa y existían fuertes Inversiones en el sector privado y en el de alta tecnología. La única asignatura pendiente era el nivel de pobreza.
En las Relaciones Internacionales ha tenido logros fundamentales como el “Reconocimiento de las Alturas del Golán como parte de Israel”, “Jerusalem como Capital del Estado”, “Instalación de la Embajada de los Estados Unidos y otros países en Jerusalem” y los “Acuerdos de Abraham” realizados con una cadena de países árabes sunitas, en proceso de ampliación. No deberíamos olvidar la más que exitosa campaña de vacunación contra la peste del Covid-19.
No obstante ello los desafíos del nuevo Gobierno son variados y muy complejos, adicionales al hecho de haber desalojado, podría ser momentáneamente, a Netanyahu del poder. El reto principal será cómo encarar las bravatas permanentes de la Organización terrorista Hamas que ahora, además de la Franja de Gaza, dispone de fanáticos seguidores no solo en Cisjordania, donde gobierna la Autoridad Nacional Palestina (ANP), sino dentro del propio Estado de Israel que, en el último enfrentamiento con Hamas, realizaron pogroms, incendiaron Sinagogas, quemaron automóviles judíos (señalados por los propios vecinos árabes), hubo linchamientos y acuchillamientos, vandalismo nunca imaginado que podrían suceder en las ciudades mixtas. ¿Cómo se responderá ante una nueva guerra parcial o total del Hamas y la Yihad existiendo dentro del gabinete varios “hermanos” árabe israelíes, entre ellos Manzour Abbas qué, en su discurso inaugural como Diputado habló en hebreo con un texto y en árabe para su etnia con otro, recalcando la “ocupación” Israelí de tierras? ¿Estará en peligro la seguridad nacional?
Otra de las amenazas a la gobernabilidad es la posibilidad de un enfrentamiento civil interno, “sinat ajim” (odio entre hermanos) con la ultra ortodoxia judía. Algunos de los objetivos del Gobierno son: establecer otro sitio del Kotel Hamaarabí (Muro Occidental) donde puedan rezar y realizar ceremonias los Conservadores y Reformistas; realizar conversiones con Rabinos Sionistas de diferentes localidades y no solo con aprobación centralizada ultra ortodoxa; desregular la kashrut de los alimentos con controles locales y no solamente centrales; cumplimiento del servicio militar obligatorio en el Ejército o en su defecto efectuar asistencias sociales en Escuelas, Hospitales, Hogares de ancianos y niños; y la más difícil aspiración sería lograr algún tipo de casamientos y/o uniones civiles. Algunos de estos puntos servirían para restablecer las relaciones Israel-Diáspora, especialmente con gran parte de las Comunidades Judías de los Estados Unidos que presionan desde hace tiempo por dichas instrumentaciones. De todos modos se ha establecido dentro de la coalición un “derecho a veto” para estos temas entre Naftali Bennett del Partido Yemina, un ortodoxo moderno, y Avigdor Liberman del Partido Israel Beiteinu, un laico anti ortodoxo, ambos de la diversa derecha sionista.
Debemos reconocer a esta gran Democracia, que es el Estado Judío de Israel, el haber conseguido que una Alianza de Partidos tan híbridos y distintos entre sí haya obtenido la mitad más uno de los apoyos parlamentarios. Ahora deberán demostrar que los objetivos de dicha Unión estaban pensados a los efectos de mejorar el bienestar del Estado y sus habitantes.