Por: Victor Zajdenberg
El régimen teocrático y absolutista de la República Islámica de Irán ha realizado abiertamente elecciones fraudulentas para designar a Ebrahim Raisi como Presidente de ese país.
La farsa electoral consistió en la capacidad de Ali Jamenei, el Líder Supremo, de inhabilitar y barrer a más de 600 pre candidatos, supuestamente más moderados o reformistas.
Finalmente, con el voto de menos del 40% del electorado, ya que más del 60% no ha votado, asume el más feroz de los conservadores de aquellos a quienes permitieron postularse.
Se calcula que Raisi, como Jefe del Poder Judicial, es responsable de la muerte de 30.000 iraníes y de decenas de miles de mujeres, jóvenes y estudiantes encarcelados y torturados.
En su discurso como “ganador” volvió a vociferar las siniestras consignas de “Muerte a los Estados Unidos, el Gran Satán y a Israel, el Pequeño Satán”; además de amenazar a Europa.
También afirmó que “Los asuntos regionales y el desarrollo misilístico nuclear no son negociables”, con lo que tiró por la borda cualquier propuesta del nuevo 5+1 con Biden de USA.
Las incipientes actividades culturales de Irán (música, pintura, teatro, cine, televisión, libros, revistas y periodismo) ya comenzaron la retirada para cuando el “Verdugo” asuma.
Una muestra de Andy Warhol, representante de la “degeneración artística del Gran Satán”, será levantada junto con la anulación de varios proyectos de las jóvenes generaciones.
Son los nacidos a partir de 1979, fecha del Golpe de Estado de Jomeini, que quieren liberalizar Irán y por ello muchos están exiliados, encarcelados, muertos o resignados a vivir así.
“Irán es un país muerto” dice una mujer escritora exiliada en Canadá con una historia espeluznante: en la cárcel tuvo que aceptar casarse con su carcelero para no ser violada o muerta.
Raisi asume con una economía quebrada; desde 2018 desaparecieron las inversiones, la inflación supera el 50%, el u$s y el Euro se dispararon y el PBI y el PB per cápita se desplomaron.
No pareciera que su mejor política interna y externa siga siendo el proseguir con los proyectos irracionales y costosos de enfrentamientos con el mundo civilizado, con EE.UU e Israel.
Barcos mercantes y de guerra iraníes han cruzado el Canal de Suez en varias oportunidades en el último decenio, con el permiso de las Autoridades de Egipto, y se han adentrado en el Mar Mediterráneo navegando con total impunidad frente a las costas del Estado de Israel hacia los puertos de Siria.
Ambos países, Irán y Siria, son enemigos absolutos del pequeño Estado Judío y los iraníes en especial llaman a la destrucción de la “entidad sionista” y a “borrarla del mapa” negando su derecho a la existencia.
La organización terrorista Hezballah en el Líbano, apoyada, financiada y armada por estos países, prometió en boca de su más alto dirigente Nasrallah que en la próxima guerra invadirán y ocuparán la Galilea, o sea la zona norte de Israel.
Hamas, el ente terrorista palestino que ocupa y oprime a la población de la Franja de Gaza, también recibe armas y dinero de la República Islámica de Irán, preparándose para la futura guerra contra los judíos.
Aprovechando las situaciones de vulnerabilidad del mundo árabe, Irán acecha sobre todo el Medio Oriente para tratar de imponer su creciente poderío misilístico-nuclear, no solo a Israel, sino también a sus vecinos y enemigos árabes sunnitas y, a largo plazo, a Europa y a los Estados Unidos.
Los largos brazos del terrorismo iraní llegaron hasta Buenos Aires en 1992 con la destrucción de la Embajada de Israel y en 1994 con las bombas que demolieron a la AMIA, produciendo más de 100 muertos y centenares de heridos.
Permitir que las naves iraníes operen en el Mediterráneo es un grave error que tiene lamentables similitudes con la tolerancia que los aliados tuvieron al ingreso de las tropas nazis en Austria (1938) y en Checoeslovaquia (1939), primeros pasos que desencadenaron los desgraciados hechos que se sucedieron posteriormente con la 2ª. Guerra Mundial (1939-1945).
“La historia nunca se repite del mismo modo, pero los parecidos son potencialmente tóxicos”, ha escrito el periodista Joaquín Morales Solá en el Diario La Nación de Argentina (20-2-2011).
El organigrama teocrático iraní se asemeja a un triángulo perfecto donde la cúspide es ocupada solo por el “Representante de Alá” en la tierra, primero por el Ayatola Jomeini (1979-1989) y luego de su fallecimiento hasta la actualidad por el Ayatola Jamenei, su sucesor, quien detenta el poder absoluto en la estructura del Estado teniendo, hasta su propia muerte, la última palabra en todos los campos religiosos, económicos, políticos y militares.
El siglo pasado ha mostrado con claridad meridiana ejemplos parecidos en las nefastas figuras de Hitler en la Alemania nazi y de Stalin en la comunista Unión Soviética, cambiando solo los signos ideológicos anteriores por la actual ideología islámica coránica de la vertiente chiíta.
Descendiendo en la pirámide triangular se encuentra el “Consejo de Conveniencia” integrado por varios Ayatolas designados por Jamenei quienes tienen facultades para determinar quienes cumplen con las leyes del Corán (Libro Sagrado) y las obligaciones de la Sharia (reglamentaciones) con las cuales indiscriminadamente autorizan o anulan nombramientos para ejercer puestos públicos, cargos, sentencias y candidaturas eleccionarias, ejerciendo la proscripción de disidentes y opositores.
Con una base mas amplia figuran los representantes que conforman el Parlamento, “elegidos” con un sistema electoral fraguado tanto por la veda prematura de los precandidatos no oficialistas y/o reformistas como por la utilización directa del fraude para cambiar los resultados electorales; en síntesis, sufragios que son una farsa con el aval de la máxima autoridad indiscutible, el “gran conductor” nombrado por Alá.
De estas elecciones fraudulentas surge el Presidente (en las anteriores fue elegido el relativamente moderado Hasan Rohani) quien nombra a los que habrán de integrar su Gobierno.
El siguiente espacio, vital para la supervivencia del régimen teocrático y absolutista, lo ocupan las Fuerzas de Seguridad cuya función es oprimir y reprimir la más mínima reacción independiente de un pueblo sojuzgado y mimetizado.
La Policía está supeditada a las necesidades inmediatas de seguridad y control de la población, actuando en primer término ante los posibles desmanes populares.
Si las revueltas pasaran a mayores intervienen las Milicias (Basij) dotadas con poderosas motocicletas y armas de todo calibre que hieren, persiguen y matan sin discriminación.
La Guardia Revolucionaria (Pasdarán) representa la defensa extremista del Régimen y conforma un Estado autárquico dentro del Estado, con Empresas, Industrias, Economía y Finanzas propias y armado hasta los dientes para defender sus propios intereses creados; los de la cúpula Hezbollah en el Líbano y las SS en la Alemania nazi son dos de los ejemplos que demuestran el poderío que llegan a tener estas “fuerzas paralelas”. Son los mismos que durante la guerra con Irak (década de los 80) utilizaban niños envueltos en mantas para hacerlos rodar por los terrenos sembrados con minas antipersonales para limpiarlos antes del avance de los soldados y los tanques.
Finalmente, en las sólidas bases del esquema triangular están las Fuerzas Armadas preparándose para eventos mayores, dando instrucción militar a Hezbollah y a Hamas y avanzando geopolíticamente con los buques de guerra de sus Fuerzas Navales para avisar al mundo que están bien instalados en el Golfo Pérsico y ya tienen un pié en el Mar Mediterráneo.