Por: Victor Zajdenberg
A la memoria de mi hijo Darío Lionel Z”L
El 12 de Agosto de 1952, hace 69 años, fueron asesinados 24 de los más grandes creadores literarios y poetas judíos de la ex URSS, enlutando una vez más al judaísmo del siglo XX y a la cultura universal.
No bastó el criminal exterminio físico de 6 millones de judíos llevado a cabo sistemáticamente por la barbarie nazi. El otro monstruo de ese siglo, Iosef Stalin, necesitaba poner el broche sangriento final a esa terrible hecatombe eliminando a la intelectualidad judía de Rusia, haciendo desaparecer de un solo golpe a la “crema” de la Sociedad Cultural Judía salvada de la Shoá, con el aberrante objetivo de borrar definitivamente el espíritu del judaísmo y el alma de la creatividad libre y diferente que la sustentaba.
Ese coloso de barro que resultó ser la Unión Soviética, se tragó a estos hijos dilectos que cantaron a la Revolución y loaron al comunismo, acusándolos de traidores y participantes de un complot que pretendía establecer una república nacional judía, sionista y burguesa en la Península de Crimea como agentes del imperialismo.
Para mantener esta absurda acusación montaron un ridículo proceso judicial, levantando cargos calumniosos a los cuales siniestros jueces se prestaron a darle una aureola de pseudo legalidad.
Durante la 2ª. Guerra Mundial muchos de los escritores judíos habían formado parte del Comité Judío Antifacista de la URSS y en su calidad de países aliados en la lucha contra los nazis intercambiaron visitas con los Estados Unidos, estableciéndose vínculos de amistad con el judaísmo norteamericano y el ambiente cultural y literario de EE.UU.
Dichos vínculos fueron los “pecados” que los infortunados literatos judíos, más tarde, debieron pagar con su propia vida.
La gran mayoría de los escritores ejecutados demostraban en sus escritos fidelidad a su militancia política, exaltando paralelamente su apego y amor a la tradición judía y al idioma idish en busca de una síntesis que resultó ser trágica e incomprensiblemente nefasta para ellos.
Howard Fast, en su libro “El Dios Desnudo” recuerda a Itzik Fefer, uno de los escritores asesinados, de esta manera: “Era un hombre alto, hermoso, un poeta judío querido en la URSS, un oficial del Ejército, un hombre que en cada palabra pronunciada manifestaba su amor por la Patria”. Jaim Grade, en su “Elegía sobre los Escritores” rememora a David Hofschtein, que tocaba el violín en los comienzos de Tel Aviv, volviendo más tarde a Rusia guiado por sus ideales, para luego ser asesinado por “traidor”. A Peretz Markish se lo recuerda como un tempestuoso poeta, bravío e indomable, de porte varonil y un rostro muy especial que lograba exaltar a su público con un verbo inolvidable. David Bergelson, Aaron Kuschnirov, Mijoels, Kvitko y tantos otros, fueron injustamente fusilados y más tarde rehabilitados, muy tarde lamentablemente.
El poeta Jaim Grade expresa su dolor en los siguientes versos:
Y nadie sabe dónde están vuestros sepulcros,
oh, víctimas de Stalin y de la unión soviética!
aún muertos os ultrajan pisando vuestras tumbas,
como antes vuestro idioma y la creación poética.