Por: Dr Natalio Daitch
“Sirvan al Señor con alegría, Vengan a su presencia con regocijo”. Salmo 100-2
No cabe duda que los judíos siempre estamos ocupados, y en particular aquellos que nos hemos inclinado tratando de vivir una vida judía mediante el cumplimiento de las mitzvot o preceptos. Ya que la Torá que es la vida misma, y llena todos nuestros espacios y momentos, ya que caso contrario, el alejamiento del estudio bíblico, del rezo, y el esfuerzo en refinar nuestras midot o cualidades, caeríamos inexorablemente en aquello que denominamos "avoda Zará" que se trata de un trabajo extraño, que nada tiene que ver con el servicio a Hashem (a D'os).
De todas formas, los rabinos nos insisten que todo lo que hace el judío que tiene que ver con su idishkait o judaísmo, debe ser hecho con alegría y regocijo, y no pensar que se trata de una carga o molestia que por compromiso debemos soportar y realizar.
Llegados a este punto vital, nuestros hijos nos observan y analizan en profundidad nuestro comportamiento, en especial en la intimidad del hogar.
Las emociones se definen como reacciones psicofisiológicas complejas, que representan modos de adaptación del individuo cuando este percibe un aspecto, persona, lugar, suceso o un recuerdo importante.
En la práctica clínica, no es difícil poder apreciar que emociones negativas tales como: "la ira, el miedo, envidia, celos, ansiedad, tristeza,etc", nos colocan en situación de vulnerabilidad para contraer enfermedades mentales y físicas. También nos bloquea en nuestro servicio al Todopoderoso.
Es por todo esto, que los sabios hebreos insisten en cultivar la alegría, tal como lo expresa el Rey David en sus Salmos, o por ejemplo la carta que el Najmánides o Ramban afamado rabino nacido en Girona-España 1194 y fallecido en 1270 en Acre- Israel. En la carta que le envia a su hijo a Cataluña-España que es conocida como Igueret Ha Rambán, lo insta a leerla una vez por semana, y son consejos para instruirlo a alejarse del enojo, y cultivar la humildad y el respeto por el prójimo.
El ser humano en su existencia terrenal tiene necesidades básicas que satisfacer, que tienen que ver con el cuidado y la preservación de su vida. Pero solo la Torá nos diferencia de los animales, ya que con ellos también compartimos ciertas características que requieren para adaptarse y sobrevivir, tales como encontrar un lugar o hábitat de residencia y la lucha por la comida que es diaria y perpetua. También ellos procrean, y tienen un instinto de conservación.
Solo la Torá nos introduce en pensar que nuestra existencia no es una mera variante del comportamiento animal, por el contrario, nos lega un mensaje donde podemos adquirir un sentido muy superior a nuestra vida terrenal.
El mensaje de la Torá es que el mundo no es un caos, o una simple cadena de voracidades y de seres que intercambian materia y energía. La Torá nos dice que hay un sentido superior a nuestra presencia en el mundo físico, que tiene que ver con la voluntad divina, de poder ser reconocido en lo bajo de un mundo material. Además, se pone el énfasis que la alegría genuina solo se obtiene en el servicio de los mandamientos cuando se acciona con alegría como ya lo hemos expuesto. Para concluir: "sería algo así: venimos a servir y no a servirnos".
Aquel, que mediante una cierta disciplina de vida logra captar este mensaje, encontrará el bálsamo necesario para cuidar sus afrentas y frustraciones, y es que siempre pondrá la mirada en el "Norte". Ya que el legado del profeta Moshé es nuestra brújula para guiarnos en los múltiples avatares de la existencia.
El judío que entiende esto, será menos propenso a ser presa de emociones negativas, evitará caer en trastornos afectivos. Su estrés disminuirá, y con ello tendrá mucha chance de vivir una existencia más feliz y armónica, protegiendo aún su cuerpo físico y sus órganos de toda enfermedad, ya que habrá cultivado el optimismo y descartado rapidamente todos los problemas reales o supuestos y los embrollos y engaños que le impostan ajenos y aún su psiquismo alterado.
La alegría, el canto, la reunión familiar y social, tienen efectos benéficos incalculables sobre la salud, ayudando a liberar sustancias denominadas endorfinas y generando mayor tenor de anticuerpos en nuestros líquidos corporales y mucosas. Y todas estas características son intrínsecas de la religión judía.
De esta manera concluyo en la sentencia: "no solo de vacunas vive el hombre".