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El “Mark Twain judío”

Por: David Alejandro Rosenthal

“La vida es un sueño para los sabios, un juego para el tonto, una comedia para los ricos, una tragedia para los pobres” - Sholem Aleichem

El violinista en el tejado es un referente del judaísmo de la Europa Oriental y Europa Central, del “Shtetl”, es decir, el pueblo o villa que se había otorgado y delimitado para la población judía en aquellas zonas. En aquel entonces se le conocía a la unión de bastos territorios de Rusia, Ucrania, Polonia, Lituania, Bielorrusia y Moldavia como “Zona de Asentamiento” (Pale of Settlement en inglés, y como Chertá Osédlosti en yiddish).

La “Zona de Residencia” como se le conocía también a este lugar espacial y también temporal, fue creada por la propia zarina Catalina la Grande en 1791 con el fin de cercar de alguna forma a los judíos que empezaban a conformar una burguesía, aunque en algunos casos también se dedicaban a la tierra.

Uno de aquellos lugares en el que el mundo del Shtetl y el yiddish tuvo su auge fue en Ucrania, muy lejano del judaísmo ilustrado alemán y perfectamente ajeno del mundo del ladino y de Sefarad. Allí, una obra sobre la vida cotidiana de un pequeño comerciante judío, parte de la naciente burguesía local, conocido como Tevie “el lechero” se inmortalizó hasta nuestros tiempos.

Sholem Yakov Nojúmovich Rabinóvich, más conocido como Sholem Aleichem, nació en una antigua ciudad en el Óblast de Kiev. Pereiaslav, que en 1943 sufrió una alteración en su nombre por parte de los soviéticos, pasó a llamarse Pereiaslav-Khmelnytskyi en honor a Bohdán Jmelnitski, un aliado cosaco de la Rusia de Alejandro I, primer “Hetman” (gobernante en Polonia, Ucrania y el Gran Ducado de Lituania) del Hetmanato cosaco (Estado ucraniano-cosaco). Sin embargo, en el año 2019, el parlamento ucraniano restableció el nombre original de la ciudad, para des relacionarla por obvias razones de un pasado filo ruso, aunque evidentemente aún en la disputa.

A la ciudad que se le conoce como un “museo viviente”, por su historia y la cantidad de museos que posee albergó una comunidad judía, que data de por lo menos el siglo XVII, teniendo un registro escrito de 1620, en el que los residentes de la ciudad se quejaban de los judíos ante el rey Segismundo por su auge comercial, teniendo en cuenta que estaban limitados como en la mayoría de los casos a eso debido a la restricción del uso y aprovechamiento de la tierra.

Llama la atención que la única evidencia que comprueba la existencia de la comunidad judía en Pereiaslav mencione un hecho antisemita. Pero, es que, así como existió una considerable población judía en toda esta zona de la Europa Central y Oriental, existió siempre un antisemitismo latente entre los mismos pueblos en el que los judíos habitaban. 

Bajo el seudónimo o nom de plume de Sholem Aleichem, en hebreo: «la paz esté con ustedes», Sholem Rabinóvich no fue ajeno para nada de esta realidad, y a pesar de haber estado entre las letras desde muy joven y haber nacido en una familia burguesa (aunque luego empobrecida) y después haberse casado con su pupila Olga (Hodel) Loev, hija de uno de los pocos terratenientes judíos.

Aleichem escribió su primera novela a los 15 años, una adaptación judía de la más célebre novela de Daniel Defoe, es decir, Robinson Crusoe. A pesar de que se había idealizado escribiendo en ruso o hebreo, luego se dedicó al yiddish después de analizar su mejor accesibilidad con las masas judías y por supuesto entender que su mundo era el Shtetl.

El paso por el mundo del periodismo de Aleichem no es menos irrelevante que su obra, pues desde 1879 se convirtió en corresponsal local en Kiev del reconocido periódico hebreo “Ha-Tsefirah” (“La época” en hebreo), es decir, el primer periódico publicado en hebreo en Polonia, fundado en Varsovia por Ḥayim Zelig Słonimski y publicado entre 1862 y 1931. Este semanario tenía como objetivo principal informar las noticias sobre los judíos de la zona y brindar información general, incluyendo artículos sobre ciencias naturales y los últimos inventos.

Alternamente, de 1880 a 1883 se desempeñó como rabino de la corona en Lubny, un cargo existente en el Imperio ruso que consistía en ser intermediario entre su comunidad y el gobierno imperial. El rabino de la corte debía encargarse de deberes civiles como el registro de nacimientos, matrimonios y divorcios. Para este cargo el requisito principal era poder comunicarse en ruso sin ningún problema. Así mismo, los rabinos de la corona eran considerados como agentes del Estado, no como verdaderos rabinos, además que, por lo general no tenían educación ni conocimiento de la ley judía.

A pesar de ser un escritor del yiddish y no estar en realidad muy relacionado con la Haskalah o “ilustración judía” aunque tampoco estuvo alejado de esta, en 1881 y 1882, sus artículos, enfocados a temas de educación judía, aparecieron en Ha-Melits, el principal medio difusor de la Haskalah. Eso sí, Rabinóvich era por su puesto un “maskil”, es decir, un versado en hebreo y en yiddish, un “iluminado” y un académico.

 Del mismo modo, la obra oficial de Sholem Aleichem fue lanzada en 1883, cuando él tenía 24 años con Tsvey Shteyner (“Dos lapidas”) fue su primera historia en yiddish, usando además por primera vez el nom de plume de Sholem Aleichem. En esta primera obra ficcionalizó su romance con su futura esposa. La historia terminó con el suicidio de los dos jóvenes protagonistas. En efecto, sus obras se caracterizan por un estilo personal, intimista y reservado; como por su preocupación por los asuntos cotidianos, y por una fuerte conexión con Ucrania.

Sobre Ucrania, Sholem Aleichem habitó en diferentes ciudades, tales como, Kiev, Leópolis o Lviv y Odessa, que albergó una importante comunidad judía hasta los días de la Shoah. Así mismo, recorrió y vivió en los pequeños poblados judíos de este país antes de trasladarse con su familia a los Estados Unidos de América en 1905, luego de haberse arruinado por sus malas decisiones económicas de especulación en la bolsa de valores de Kiev. Sobre ese episodio de su vida escribió su relato sobre la especulación “Der spekulyant” (“El especulador”) representando sus propias trágicas experiencias. En Nueva York fue muy bien recibido por la prensa y por la sociedad judía como americana. Antes probó suerte con el teatro. Estrenó en Varsovia su drama Tsezeyt un tseshpreyt (esparcidos y dispersos) que se representó con éxito en el escenario polaco, pero que en Ucrania no pudo ser, debido al recelo por parte de las autoridades rusas.

En Estados Unidos no le iría muy bien, tanto así que tuvo que regresar a Europa luego, aunque a la final tuvo que volver a Nueva York. Allí mismo fue que le llamaron el “Mark Twain judío”.

En 1888 Aleichem había fundado un almanaque literario que se basaba en el modelo de las más importantes revistas literarias europeas, pero en yiddish, bajo el nombre de “Di yidishe folks-bibliotek” (La Biblioteca del Pueblo Judío). Este se convirtió en un hito en la historia de la literatura yiddish moderna y sirvió para que Sholem Aleichem fuera reconocido en toda Europa e incluso en Estados Unidos. Sin embargo, después de la publicación del segundo volumen en 1889, cayó en la bancarrota y tuvo que darle fin a este valuable proyecto.

Aleichem nunca paró de escribir, y gracias a él, el yiddish obtuvo un status cultural, artístico, literario y académico, al igual que, traspasó las fronteras nacionales y artísticas, llegando a su ápice después de su muerte con el “violinista en el tejado”. Sobre esta historia de Tevie “el lechero”, hay un lugar imaginario que crea Aleichem para sus obras y es el de Kasrilevka, que representará de manera atemporal la figura del Shtetl arquetípico. El prototipo de Kasrilevka era el pueblo ucraniano de Voronkov, donde creció Sholem Aleichem.

Si yo fuera Rothschild (“Ven ikh bin Roytshild”) monologo escrito por Aleichem en 1902 con referencia a la icónica figura de la familia Rothschild como epitome de la riqueza judía europea. Esto inspirará de manera póstuma a su muerte la pieza central del “violinista en el tejado” (“Fiddler on the roof”) la más importante obra teatral y cinematográfica judía. El “violinista en el tejado” además es la metáfora que alude al pueblo de Israel en el exilio frente a la cantidad de cambios y desafíos que debe atravesar a lo largo del tiempo y de los lugares que el destino le arroja.

Sus colegas y amigos judíos del yiddish lo mantuvieron a él y su familia con donaciones, entre ellos IL Peretz , Jacob Dinezon, Mordecai Spector y Noach Pryłucki, hasta que el 15 de mayo de 1916 Sholem Aleichem partió de su Shtetl material para pasar a otro inmaterial a causa de la tuberculosis.

Su funeral fue el más grande nunca visto en la ciudad de Nueva York, más de 150.000 dolientes acompañaron el ataúd del escritor desde su casa en el Bronx hasta la sinagoga Ohab Tzedek en Harlem, pasando por la Quinta Avenida hasta el Lower East Side y finalmente hasta el cementerio Mt. Nebo en Cyprus Hills, en Queens. The New York Times publicó sobre esta noticia no solo sobre la naturaleza del funeral, sino que también acerca de la petición de Sholem Aleichem de no ser enterrado “entre los aristócratas y los poderosos”, sino “entre el pueblo mismo”. Además, quería ser enterrado en Kiev junto a la lápida de su padre. Y, es que, a pesar de lo que significó su muerte y su funeral como evento histórico, el hombre, el escritor, el símbolo, murió prácticamente solo, aislado, pobre y enfermo.

Sholem Aleichem es más que un clásico, es un símbolo del pueblo judío y de la supervivencia de este. La memoria de Aleichem perdura, en Ucrania hay varias calles en diferentes ciudades con su nombre, más la simbólica estatua en Kiev. En Israel, en la ciudad de Natanya, se encuentra una estatua de él, más la cantidad de calles que llevan su nombre en el país hebreo. En Moscú hay una estatua más y en Nueva York una calle lleva su nombre. En Broadway sí que lo recuerdan, siendo uno de los musicales más importantes en su historia. Por consiguiente, es un personaje universal que al igual debe recordar al mundo actual que la paz es posible. Era judío, también ucraniano. Vivió el antisemitismo, en específico, los pogromos, que lo incitaron a emigrar. Su legado es invaluable para el judaísmo europeo, Israel y la cultura mundial.