Por: Victor Zajdenberg
Fairbanks, la ciudad más septentrional de Alaska, esa vasta península que pertenece a los EEUU, se encuentra a pocos kilómetros del “Círculo Polar Ártico”.
Los inviernos son muy rigurosos, aunque también hay veranos con altas temperaturas.
40.000 pobladores residen en Fairbanks, los que se multiplican hasta 100.000 si se toman en cuenta los poblados que la rodean.
La ciudad se encuentra bordeada por los ríos Chena y Tanana y el recorrido con el “River Boat” por los bosques y selvas aledañas muestra construcciones de chalets y cabañas con bellos jardines que llegan hasta los bordes del mismo río y, atados a sus respectivos muelles y amarraderos, se divisan diversas lanchas, botes y balsas.
De acuerdo al NYT (New York Times) durante un promedio de 200 días son visibles en toda Alaska espectaculares “auroras boreales” que deleitan a sus propios habitantes y a los turistas que la visitan.
Fairbanks tiene su propia Universidad, posee una importante Base Militar Aérea y Meteorológica, usufructúa de la pesca intensiva en especial la del salmón y desarrolla aserraderos que exportan madera, producto de sus extensos bosques con diversas variedades de árboles distribuidos en toda su geografía.
Los comienzos de la colonización de Alaska fueron impulsados por los famosos “buscadores de oro” cuya principal atracción era el fructífero trabajo de extracción en las minas de oro descubiertas a fines del siglo XIX y más tarde, ya en el siglo XX, el hallazgo y explotación de los yacimientos petrolíferos y de gas que siguen, hasta el día de hoy, proveyendo gran parte de las necesidades energéticas de los EE.UU. mediante largos y enormes oleoductos y gasoductos que recorren su territorio.
Los primeros judíos llegaron a Alaska en 1867 y tuvieron una participación muy activa en la historia y el desarrollo de la región, coincidiendo con la compra de la misma que EE.UU. realizara a Rusia con el pago de u$s 7.200.000.- cuya venta se debió a los grandes problemas financieros que el Zar Alejandro II tuvo en aquella época.
En 1904 se formó la Primera Comunidad Judía organizada de Fairbanks con la llegada de Robert Bloom, un judío de Lituania, quien instaló un próspero Comercio de Ramos Generales y se convirtió en el Líder de la Comunidad durante casi 50 años.
Bloom fue uno de los fundadores de la Universidad de Alaska y participó de los más importantes emprendimientos públicos y privados de aquellos tiempos.
La Comunidad de Fairbanks se llama “Congregation Or Hatzafón” (Light of the Nord) y actualmente está regida por un Board of Directors (Consejo de Directores).
Nos estamos preparando para ir a las 7 PM a la Comunidad Judía de Fairbanks con el objeto de participar de la primera noche de Rosh Hashaná (Año Nuevo).
El nombre “La Luz del Norte” (“Or Hatzafón”) se debe a que se trata de la Sinagoga más nórdica que existe y sorprende emocionalmente el hecho de comprobar que vivan judíos en un lugar tan alejado del mundo y participen además de los oficios, eventos y festejos propios del calendario hebreo.
La Comunidad posee un hermoso e impecable edificio con banderas de EE.UU. e Israel flameando a ambos costados del portón de entrada.
Nos reciben el Presidente y su pequeño hijo quienes nos presentan a una señora mayor, integrante del Board, quien resultó ser la asociada más antigua de la Comunidad, o sea la que podía recordar y relatar muchas de las vivencias e historias que sucedieron desde años atrás.
En el recorrido posterior a nuestra llegada nos muestran el pequeño “Arón Hakodesh” (Arca Sagrada) de madera trabajada en cuyo interior había dos “Sefer Torot” (Rollos de la Toráh) vestidas con sus respectivas coronas, a la espera de su lectura durante la siguiente jornada, o sea el primer día de Rosh Hashaná.
Nos ofrecen nuevos e impecables “Majzorim” (Libros de Lectura para la festividad) escritos en hebreo, el idioma original, con traducción paralela al inglés.
La ceremonia, similar a la de los Templos Masortí (Conservadores), fue conducida por el “Rabai” (Rabino) Howard Cohen, vestido todo de blanco, quien estaba acompañado por un excelente “Jazan” (Cantante) que entonaba los cánticos “a capela” pues no existen en el lugar micrófonos ni instrumentos musicales.
El contenido de la prédica rabínica estuvo impregnado de conceptos generales sobre la necesidad de continuar con las tradiciones milenarias del Pueblo Judío donde sea que uno esté radicado y el mejor ejemplo que podía brindarles al centenar de asistentes que lo escuchaban era la misma Congregación Judía de Fairbanks, integrada por un público heterogéneo que provenía de distintos lugares de los EE.UU. y del mundo.
A continuación, el Rabino hilvanó la parte final de la prédica con referencias a su propia vida personal relatando cómo y porqué su familia se hallaba dispersa en distintos países, entre ellos Israel, siendo uno de los principales vínculos que los unían el mantenimiento de la herencia judía común.
En esos momentos no se llegaba a entender las motivaciones que llevaron al Rabino a introducir en su prédica pensamientos generales y familiares simultáneos.
Más tarde y una vez terminada la ceremonia lo comprenderíamos mejor.
Mientras tanto el Rabino nos otorgó una verdadera sorpresa cuando convocó al frente a todos los chicos que estaban preparando el Bar o Bat Mitzvá (celebración tradicional de los niños judíos cuando cumplen 13 años y de las niñas a los 12).
Asombrados pudimos observar, en esa lejanía, a siete niños y niñas caminando hacia el Rabino, uno de ellos el hijo del Presidente de la Comunidad, a quienes les habló con mucho cariño recalcando en especial que ellos eran los portadores del porvenir de la tradición y continuidad judía.