Por: Marcos Peckel
ND: Marcos Peckel es Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Columnista del El Espectador y El País. Colabora con Hashavúa enviándonos los mejores de sus artículos, el siguiente artículo es una radiografía muy precisa del Medio Oriente de lectura necesaria.
“La nueva geopolítica regional muestra el debilitamiento de viejas alianzas y la prevalencia del pragmatismo e intereses puntuales en un ambiente convulso y cambiante”.
Decía alguien que la geopolítica del Medio Oriente es tan clara como el barro. Entrando al 2023 la afirmación parece ceñirse como guante a una realidad cambiante y convulsa. La geopolítica regional es fluida, pragmática e hibrida, a la vez que incierta e impredecible. En cualquier momento puede estallar una crisis y expandirse de diversas maneras a toda la región.
La guerra de Ucrania ha tenido un efecto directo e inmediato en el Medio Oriente. Por un lado, ha causado un aumento de los precios de los hidrocarburos beneficiando a los ricos de la zona, los países del Golfo, pero creando crisis inflacionaria, alimentaria y social en los países pobres. De igual manera, la guerra ha puesto a varios países a hacer equilibrismo geopolítico, especialmente a los aliados de Estados Unidos como Israel, Arabia Saudita, Turquía y los Emiratos Árabes que no han roto con Moscú ni se han plegado a las sanciones impuestas por Occidente.
Para Israel, mantener sus cordiales relaciones con Rusia le permite actuar libremente en cielos sirios atacando objetivos iranies y de Hezbollah, libertad de maniobra que Israel no puede poner en riesgo alienando al Kremlin.
Otro efecto de la guerra es la creciente alianza entre Rusia e Irán, en la que a cambio de drones y misiles iraníes, Teherán se beneficia de apoyo diplomático, armamentístico y en tecnología nuclear por parte del Kremlin.
En el mundo multipolar y de rivalidad entre las potencias, se presentan desafíos y oportunidades para los Estados de la región. Atrás queda el relacionamiento en blanco y negro estilo Guerra Fría, estás conmigo o contra mí. Arabia Saudita, por ejemplo, se dio el lujo de rechazar los ruegos de Estados Unidos, su gran aliado, para elevar la producción petrolera a la vez que ha convertido a China es su principal socio comercial.
El cisma geopolítico que ha fracturado al Medio Oriente entre shiismo y sunismo, enfrentando a Arabia Saudita con Irán y sus proxis en Líbano, Irak, Siria y Yemen es una catástrofe sin luz al final del túnel. Mientras que el cisma entre países del Golfo por un lado y Qatar y Turquía por el otro ha cedido tras el final del bloqueo que le impusieron a Doha sus vecinos y el realineamiento de la política exterior turca, reforzando sus relaciones con Arabia Saudita, los Emiratos e Israel.
Los acuerdos de Abraham que acercaron a Israel con países árabes (Emiratos, Marruecos. Bahréin y Sudán) sumados a los coqueteos entre el Estado Judío y el Reino Saudí significan un cambio fundamental en la arquitectura de seguridad regional y en el entorno geopolítico.
Tras los fracasos acumulados en Irak y Afganistán y su “victoria” contra el Estado Islámico, Estados Unidos, que sigue manteniendo una importante presencia militar con bases en la zona y acuerdos de cooperación, ha decidido reducir su injerencia en la agenda política y diplomática regional. La prioridad de Washington se ha concentrado en revivir el JCPOA -acuerdo nuclear con Irán- esfuerzo al parecer infructuoso.
China, cuyo único interés en la región había sido fundamentalmente energía y comercio, aprovecha los vacíos que dejan Estados Unidos y Rusia para introducir su iniciativa de “Belt And Road”. En ese nuevo marco de políticas y amistades cambiantes, adquiere relevancia la visita del presidente chino Xi Jinping a Arabia Saudita donde se reunió con los líderes del Consejo de Cooperación del Golfo, una especie de patio trasero americano, hasta ahora.
Además, hay que resaltar el incipiente desarrollo geopolítico que se manifestó en la cumbre 2022 del nuevo Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD) entre Estados Unidos, Emiratos Árabes, Israel e India. con el objetivo de fortalecer la cooperación militar, sanitaria, científica, espacial y alimentaria.
La realidad actual del Medio Oriente es que los Estados están en búsqueda de beneficios puntuales, vengan de donde vengan, soltando amarras con viejas alianzas. navegando en las turbias aguas de la nueva geopolítica regional.
En la mayoría de los estados árabes el panorama es desolador, prevalecen sistemas políticos autoritarios y estancados, lo que ha creado un abismo entre gobernados y gobernantes.
Las guerras civiles que en los últimos años azotaron Siria, Yemen y Libia, si bien bajaron de intensidad, dejaron en el camino colosales crisis humanitarias, destrucción y Estados fallidos.
Túnez pasó de ser el ejemplo de la Primavera Árabe a una renovada autocracia en cabeza del presidente Kais Sayed. Iraq, atrapado entre Estados Unidos e Irán es el paradigma de un sistema político paralizado mientras que el país poco ha reconstruido de los estragos causados por la guerra contra el Estado Islámico.
Líbano, la otrora Suiza del Medio Oriente, es un Estado colapsado, epicentro del conflicto regional entre Irán y Arabia Saudita, preso del clientelismo y corrupción de los clanes religiosos, con su población empobrecida y desesperanzada. Líbano encara a diario el riesgo de que Hezbollah inicie una guerra contra Israel con consecuencias devastadoras. Un desarrollo positivo es la firma el pasado año del acuerdo marítimo con Israel que le permitirá explorar yacimientos de gas en el Mediterráneo.
En contraste, la luz brilla en los países ricos del Golfo, dominados por centenarias dinastías históricas, mientras que Marruecos se constituye, quizás, en el único ejemplo de éxito de la Primavera Árabe tras las trasformaciones constitucionales y políticas iniciadas por el Rey Mohamed VI.
Lo que ocurra en el Medio Oriente en 2023 dependerá en buena medida del desenlace que tengan en Irán dos acontecimientos en apariencia no conectados: las protestas internas y el agonizante acuerdo nuclear.
Desde mediados de septiembre, tras el asesinato de Mahsa Amini, el régimen de los ayatolas enfrenta unas revueltas que, si bien comenzaron contra la obligación legal de usar el hiyab por parte de las mujeres, se transformaron en el rechazo a la república islámica y su líder supremo, el ayatola Alí Jamenei.
La represión ha sido brutal, centenares han sido asesinados por los esbirros del régimen, miles encarcelados y varios condenados a muerte por protestar. La mayoría de las víctimas son mujeres y niñas que desafían la falta de libertades y la segregación hacia las mujeres en el país.
Nunca, desde la revolución, el régimen sufrió un furor popular de la magnitud del actual. Jamenei enfrenta el dilema de los dictadores: si ceden, se les va a exigir más, si no lo hacen las protestan continuarán. La población ha perdido el miedo.
El segundo asunto hace referencia al restablecimiento del JCPOA por su sigla en inglés -el acuerdo nuclear- que parece tener nula viabilidad mientras que Irán avanza raudo en el desarrollo de su programa nuclear armamentístico. ¿Cuál será la reacción de Estados Unidos e Israel en caso de que Irán se acerque al umbral atómico o incluso realice una prueba? ¿habrá un ataque preventivo contra sus instalaciones nucleares o se convertirá Irán en un Corea de Norte en la volátil región del Medio Oriente? ¿Comenzará, si es que no ha comenzado ya, una carrera armamentista nuclear en la región?
Irán representa la mayor incertidumbre regional en 2023.
La guerra civil en Siria, la más cruenta de este siglo, concluyó, en apariencia, con la “victoria” de Bashar al-Ássad, “aceptada” ya por sus otrora enemigos, los países del Golfo y Turquía.
El país de Assad está en ruinas, el costo de la reconstrucción es astronómico y sin embargo no hay alternativa viable al oftalmólogo, quien controla únicamente dos tercios del territorio. A futuro una posible reducción de la presencia rusa por le guerra en Ucrania, podría conducir a un resurgir de la guerra en varios frentes. Turquía que ocupa una parte del país, pretende ampliar su “corredor estratégico” en la región nororiental en poder de los kurdos, mientras que Israel arreciaría más sus ataques contra la presencia de Irán y sus proxis.
Siria seguirá dando de qué hablar en 2023.
Israel comienza el año con un nuevo gobierno tras las quintas elecciones en menos de tres años, producto de las vicisitudes de un régimen parlamentario en un ambiente de polarización política. Tras un año del gobierno más diverso que haya tenido Israel en su historia, Benjamín Netanyahu vuelve al poder con una coalición de partidos de extrema derecha y religiosos que generan inquietud tanto dentro como fuera de Israel.
Al nuevo gobierno habrá que juzgarlo por sus hechos, pero hay que tener en cuenta que Israel cuento con sólidas instituciones democráticas, división de poderes, una activa sociedad civil y es sensible a la comunidad internacional, lo que será clave para evitar posibles excesos por parte del gobierno.
Israel es percibido como un jugador esencial en la arquitectura de seguridad regional por su superioridad militar, tecnológica y científica, además de sus vínculos con Estados Unidos, por lo que para países del Medio Oriente son beneficiosas las relaciones con el Estado Judío, como demuestran los casos de Turquía que ha reestablecido las relaciones diplomática plenas con Jerusalem y Marruecos, que tras los acuerdos de Abraham ha llevado los vínculos con Israel al plano militar y de inteligencia.
En el campo palestino la situación es calamitosa, divididos, sin liderazgo, sin horizonte político o diplomático, con un presidente. Mahmud Abbás. 88, quien gobierna únicamente Cisjordania, se ha anclado al poder durante 18 años y sin sucesor a la vista. Su estrategia de tornar jurídico un conflicto político acudiendo a instancias multilaterales augura un rotundo fracaso.
Por otro lado, Hamás, la organización islamista que controla Gaza por la fuerza, tiene muy poco que mostrar a sus atribulados habitantes. Solo destrucción y desesperanza causados por su pésimo gobierno, corrupción y cuatro guerras que comenzó lanzando misiles contra Israel.
La cuestión palestina tiene la capacidad de galvanizar a la región y las perspectivas no son halagüeñas. El pasado año fue testigo de aumento significativo en la violencia entre Israel y los Palestinos en Cisjordania y entre estos internamente. La solución de dos Estados, la única justa y realista, está más lejos que nunca, pero aún vive.