Por: Marcos Peckel
Jerusalem. Si hay un país en el que la calle haya sido protagonista a través de su historia, es Israel, escenario de grandes manifestaciones por causas varias, que han influenciado decisiones de los gobiernos. Esto tiene que ver con la vibrante democracia imperante en el país y con la naturaleza contestataria de los judíos, no tragar entero, no amedrentarse ante la autoridad. El modelo de las movilizaciones se ha extendido igualmente a la población árabe, un 20 % del total.
Las primeras protestas estallaron cuando el entonces primer ministro David Ben Gurión firmó en 1952 el acuerdo de pago de reparaciones con la Republica Federal Alemana, al cual se opusieron partidos de derecha e izquierda. Miles salieron a las calles a denunciar el acuerdo, exhibiendo varios manifestantes en su antebrazo el número tatuado de los campos de exterminio nazis.
La mayoría de las manifestaciones en Israel han estado relacionadas con el conflicto árabe-israelí. Tras la histórica visita del presidente egipcio Anwar Sadat a Israel que abrió la puerta a la paz regional, nació el movimiento “Paz-Ahora”, que movilizó decenas de miles a la calles a presionar al gobierno de Menájem Begin a “no perder la oportunidad de la paz”. El acuerdo Israel-Egipto se firmó en 1978, primero del Estado Judío con un vecino árabe y por el que las protestas pueden “sacar pecho”.
Una gigantesca manifestación tuvo lugar en 1982, en momentos de la guerra de Israel contra la OLP en Líbano, en rechazo a la masacre en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila cometida por milicias cristianas. Mas de 400 mil manifestantes, un 10 % de la población de entonces, salieron a la calle a exigir una investigación por lo ocurrido. Las protestas y la consiguiente investigación oficial causaron la caída del ministro de defensa Ariel Sharon, acusado de negligencia.
Durante los años del proceso de paz de Oslo entre Israel y los palestinos fueron comunes las manifestaciones a favor y en contra. Sin embargo, la segunda intifada palestina, 2000-2004, caracterizada por una ola de terror suicida que segó la vida de centenares de civiles israelíes, le quitó oxígeno al movimiento israelí por la paz con los palestinos.
La siguiente ola de protestas coincidió con el movimiento “occupy” que se extendió por los países occidentales tras la crisis económica del 2008. En Israel las protestas movilizaron más de medio millón de personas y finalmente el gobierno de Netanyahu adoptó las exigencias socioeconómicas de la calle.