Por: Victor Zajdenberg
Jerusalem es una ciudad milenaria que palpita con inusitada intensidad. Cada palmo, cada centímetro cuadrado del núcleo urbano y sus alrededores derrama sobre nuestras mentes y sobre nuestros corazones volcanes de sentimientos y emociones de muy difícil medición.
Lo antiguo y lo moderno, lo oculto y lo visible, lo espiritual y lo material, todo en Jerusalem aparece como un entrelazado mágico que desemboca armoniosamente en el respeto y la admiración de esta maravillosa “creación” que es el Universo y los seres humanos que habitan este planeta.
Y sin embargo, hasta el año 1967, Jerusalem estuvo dividida por la ignominia y la ignorancia, y su reunificación ha costado mucha sangre judía. Para aquella época existía en el lado jordano de la ciudad una colina altamente fortificada, considerada un bastión prácticamente inexpugnable.
En la antesala de la “Guerra de la Independencia” oficiales ingleses la habían traspasado, totalmente equipada, a las tropas de la Legión Árabe de Jordania y éstas la mantuvieron hasta las vísperas de la “Guerra de los Seis Días”.
La colina se encuentra estratégicamente ubicada tanto por su posición geográfica (único paso hacia Cisjordania) como por sus características topográficas (es el punto más alto de esa zona montañosa).
Se compone de una maraña de trincheras cavadas en plena roca viva interconectadas unas con las otras, lo que permite el intercambio y la reposición permanente de combatientes y armamento necesario para su defensa.
Los nidos de ametralladoras ubicados cada 50 metros y las madrigueras dispuestas como apoyatura logística, nos hacen recordar la visita realizada a Normandía, a las playas de desembarco aliado durante la 2ª. Guerra Mundial y sus líneas de trincheras fortificadas que tanto daño hicieran a las tropas aliadas en el asalto del recordado “Día D”.
Todo este hormiguero armado en la colina del título desemboca en la retaguardia, en una construcción subterránea que perteneciera al Estado Mayor Zonal de la Legión Árabe.
Recorrer esta zona e imaginar los hechos que llevaron a Tzahal a la conquista de esta colina, nos produce una impresión muy difícil de explicar: admiración por el Ejército de Israel, respeto por sus soldados y eterno recuerdo por los muertos en acción.
No obstante, es demasiado poco para comprender la magnitud de la operación militar realizada que permitió a las tropas de Israel llegar hasta las costas del río Jordán y alcanzar la frontera con el Reino de Jordania.
Hoy, se levanta en este lugar un Museo recordatorio de lo que fue y de los héroes que plasmaron con su sangre la reunificación, por siempre, de la ETERNA JERUSALEM.