Por: Marcos Peckel
Por donde lo veamos vivimos una época de privilegio en el mundo judío. Tenemos nuestro Estado propio, fuerte, líder mundial en sectores requeridos hoy por la humanidad, ya sea agua, agricultura sostenible, ciberseguridad, energía renovable, militar, salud y más. Un protagonista importante en le geopolítica global.
Contamos con comunidades judías consolidadas, organizadas, pluralistas, visibles al alrededor del planeta, gozando de libertades que por siglos no tuvimos, llenado nuestras sinagogas en un día como hoy, capaces de asistir a los más necesitados ya sean comunitarios o seres humanos de las sociedades en las que vivimos. Hoy los judíos podemos caminar erguidos por las calles del planeta, orgullosos de nuestra identidad, como ciudadanos globales, referentes de la resiliencia y de la preservación de tradiciones, creencias y costumbres milenaria, guardianes de nuestra memoria colectiva pasada de generación en generación.
Sin embargo, como ha sido tradicional en muestra historia negros nubarrones se ciernen en el horizonte, nubarrones que no podemos ignorar, que no podemos soslayar. Pero que como en el pasado, tras la tormenta provocada por esos nubarrones, y dependiendo solo de nosotros, salimos fortalecidos. Esa es una gran lección que nuestra historia nos deja, siempre nos ha dejado.
En el periodo bíblico de mayor esplendor durante el reinado de Salomón, ya se cernían los nubarrones que llevaron a la división del Reino, la pérdida de las diez tribus, y el corto exilio de Babilonia, del que sin embargo regresamos fortalecidos espiritualmente si no demográficamente.
Al largo periodo de oro que vivieron las comunidades judías de España se les aparecieron los nubarrones, producto de la llamada Reconquista que culminaron con centenares de judíos quemados en los autos de fe de la inquisición y la posterior expulsión de Iberia. Esas comunidades aniquiladas y expulsadas renacieron con fuerza, primero en el imperio otomano, y después por doquier como las altivas comunidades sefaradíes de hoy.
La comunidad judía de Mesopotamia, hoy Irak, 2500 años de continuidad histórica, la que nos legó el talmud, prospera como pocas hasta comienzo del siglo 20, y en un momento a otro fueron despojados, decimados y expulsados. A los pocos años surgirían de nuevo en el Estado de Israel.
Y obviamente el Holocausto cuyos nubarrones comenzaron a aparecer décadas antes sobre la más prospera y rica comunidad judía del mundo. Tres años después de apagarse los hornos surgió el Estado de Israel.
¿Cuáles son los nubarrones de hoy? Comencemos por el creciente antisemitismo que se vive en varios países, demasiados, comenzado por el que es hogar de la mayor comunidad judía del planeta, los Estados Unidos. Recordamos obviamente el atentado en la sinagoga tree of life Pittsburg o en el centro JABAD en California.
Las universidades americanas, las mejores del mundo, se han convertido varias de ellas en lugares hostiles, intimidantes a los judíos, focos de antisemitismo recargado, que bajo el disfraz de antisionismo hacen intolerable la vida de los estudiantes judíos, ya sea con “zonas libres de sionistas”, incitadores discursos de odio en discursos de grado, o simposios sobre derechos humanos donde el casting de oradores es el “quien es quien” de los antisemitas. En países de Europa igualmente el número de incidentes antisemitas ha crecido exponencialmente en los últimos años, demasiados para mencionarlos.
En América Latina, incluido Colombia, aunque no estamos en los niveles de antisemitismo de otras latitudes, vigilantes hay que estar, pues sabemos que en cualquier momento o lugar esa hidra puede aparecer.
Este antisemitismo creciente está siendo enfrentado de manera firme, inapelable, sin tregua por las organizaciones judías y nuestros aliados. Esta es una lucha de cada día, que no tiene fin, que se va colmando de victorias puntuales.
Al Estado de Israel le acechan negros nubarrones, unos externos y otros internos. Los externos los conocemos; Hezbollah con sus 150 mil cohetes apuntando al Estado Judío, el terrorismo palestino, un Irán que se acerca cada vez más a poseer armas atómicas, amenaza existencial para nuestro Estado. Israel ha salido avante en sus 75 años enfrentado amenazas externas, desde su primer día de independencia. Esta vez no será diferente, esos nubarrones, preocupantes como son, deberán ser disipados.
Mas preocupantes aun los nubarrones internos, las fuertes divisiones y fracturas al interior de la sociedad israelí, en todos sus estamentos, incluido el IDF, reflejadas en casi 40 semanas continuas de manifestaciones. Sobre la mesa: el futuro del Estado de Israel. Esas fracturas afectan sin lugar a duda a la diáspora, algo que ya estamos viendo y viviendo. Nos son tiempos tranquilos.
Las manifestaciones, sin una sola víctima, sin propiedades destruidas, sin vandalismo, son una patente demostración de la gran fortaleza de la democracia en Israel la cual debe ser preservada a toda costa, pues como lee la declaración de independencia, Israel es un Estado judío y democrático y así debe seguir siendo. Decía el gran Rabino Jonathan Sacks “Si restauramos el contrato social, derrotamos la política del odio y la ira y traemos de vuelta la política de la esperanza”.
Guardamos la esperanza que siguiendo las lecciones de nuestra historia y la sabiduría de sus lideres, se restaura el contrato social, Israel salga de este trance fortalecido, con su democracia intacta, su sociedad unida en las diferencias y como suena insistentemente por estos días con un acuerdo de reconocimiento con el más importante de los países árabes, loque agregado a los acuerdos de Abraham de hace tres años, cimentaría la integración de Israel en una región en ascenso.
Nubarrones siempre los hay, pero es el momento de ver el sol que a diario nos alumbra pues ser judío en la tercera década del tercer milenio es un gran honor que debemos llevar en alto.
Shana Tova y Gmar Jatima Tova.