Por: Raquel Goldschmidt
El pueblo de Israel am Segulá, el pueblo que está conectado con Dios, mora en la soledad, a veces tiene amigos, a veces no. A veces le ayudan parcialmente, a veces un poquito, a veces lo traicionan. Pero es que eso se sabía desde épocas bíblicas, pero siempre tiene a Dios, aunque a veces sea difícil entender los hechos especialmente las desgracias. por eso quiero destacar aquí el siguiente relato que aparece en la Torah en Números cap. 23.
El Rey de Moav, Balac, había pedido al profeta de Aram, el sacerdote Bilam que maldijera al campamento de Israel. Así lo hubiera hecho Bilam, seducido por os tesoros que le ofrecía el rey, a no ser porque Dios le prohibió hacerlo, en cambio debía decir lo que Dios le dijera, de esta manera surge la siguiente bendición que se convirtió posteriormente en canciones que hoy se utilizan en sidurim (libros de oraciones judías) y majzorim (libros de oraciones de Rosh Hashaná y Yom Kipur)
Desde Aram me ha conducido
Balac el rey de Moav
Desde las montañas del Oriente:
“Ven y maldíceme a Yaacov
Y ven y derrama tu ira sobre Israel”.
¿Cómo voy a maldecir
Lo que no ha maldecido Dios?
¿Y cómo voy a derramar mi ira
Sobre aquel, con quien Ado-nai no se ha enfurecido?
Pues desde la cumbre de las peñas lo veo
Y desde las colinas lo diviso
He aquí un pueblo que en soledad mora
Y entre las naciones no será considerado.
¿Quién podrá contar a Yaacov
Numeroso cual polvo de la tierra
O enumerar un cuarto de Israel?
Muera mi alma una muerte de rectos
Y sea mi final como él.
La inmensa mayoría de los pensadores, exégetas y sabios estudiosos de la Torah han considerado esta parábola como profecía. Es por eso por lo que Israel debe depender de Dios antes que de “las potencias amigas”, o de “lo que dirá la media”, o lo que piensen de él. De una u otra manera Israel habita en soledad y solo Dios otorga la victoria y la verdadera protección.