Por: Henry Akerman
En estos momentos en Israel hay varios frentes importantes de trabajo. A pesar de todo el país tiene y debe seguir funcionando.
Tres frentes en los que se ha volcado la atención inmediata de voluntarios y ayudas:
1. Ejército, estamos enfrentando una guerra contra un enemigo despiadado que tenemos que acabar y reconstruir la capacidad de disuasión en la región. Esto es el medio oriente, no Suiza. Y en esa encrucijada tenemos la obligación moral de recuperar a nuestros secuestrados a cualquier costo. El ejercito realizó un llamado masivo de reservistas que han tenido que abandonar sus estudios, trabajos y - lo más importante- sus familias para ir al frente de combate.
2. La guerra generó una situación de desplazados internos en el país. 150.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares e irse a hoteles o centros comunitarios a vivir por tiempo indefinido.
3. Los kibutzim se quedaron sin trabajadores. Los tailandeses se fueron y los palestinos no pueden entrar. Las cosechas se pierden si no hay quien las recoja. Cientos de voluntarios extranjeros e israelíes ayudamos en esta labor, pero a veces se siente que falta mucho por hacer. Un trabajador experimentado rinde 5 veces más que un voluntario.
Es difícil describir el cumulo de sensaciones que se agolpan al estar en Israel en estos momentos y también es indescriptible lo bueno que es poder dar y entregar el grano de arena que se está en capacidad de aportar.
Ir a una base militar y poder hacer un asado, servir una comida y decirle gracias a nuestros jaialim (soldados). Recibir abrazos de agradecimiento, cuando los que estamos agradecidos somos nosotros con ellos. Ellos ponen su vida por todos los judíos en el mundo.
igual pasa cuando visitamos desplazados que se acercan a agradecer y abrazarnos como hermanos.
Muchos sitios, de norte a sur, de lugar en lugar tratando de aportar.
Historias por montones, tristes y dolorosas, pero también heroicas y resilientes.
Oír, por ejemplo, la historia del kibutz Mefalsim, heroísmo difícil de entender, se siente al oírla más como una narración de una película. Un pequeño grupo de voluntarios que trabajan en el grupo de seguridad del kibutz, enfrentándose a cientos de terroristas y lograr que ningún miembro de ese kibutz falleciera. Seguramente una combinación de factores, algunos circunstanciales, otros de adecuado entrenamiento y criterios previos de preparación para emergencias permitieron un resultado que podría ser milagroso.
Recoger los frutos de la tierra de Israel, es otra sensación increíble. Poner las manos para que la comida llegue a las mesas. Que no se pierdan las cosechas y que cientos de personas no pierdan su sustento. Entender que somos un eslabón de una cadena que necesita de todos juntos para poder salir adelante.
Poder llevar un momento de diversión o una sonrisa a un hospital o a un centro de desplazados, en Hadassa o en Rambam en Haifa. Entender que a pesar de que el estado les provee de todo de una forma digna, les falta lo más importante, su casa, su espacio, su comunidad.
Puede parecer obvio para nosotros los voluntarios que estamos aquí, pero ellos nos hacen entender que no es así. Que no es obvio que personas vengan a un país en guerra a decir, "Estamos aquí ".
Que país increíble y solidario. Que forma de abrir las puertas de sus casas a los desplazados, que forma de recibir al que viene a apoyar y respaldar.
Y esa es nuestra fuerza, somos uno. Somos el pueblo de Israel.
Qué bueno estar en Israel en este momento. En el lugar y momento que