Por: Marlene Himerlfarb
Estoy en Israel, no propiamente de vacaciones, sino apoyando a mi hija durante el verano para que pueda trabajar tranquila y según parece fue la mejor metapelet que pudo conseguir. Anoche me invitó al gimnasio para que fuéramos a una clase de zumba y me pareció excelente el plan. A última hora se le presentó algo y no pudo ir, pero me dijo que fuera sola, pues era en el mismo sitio donde queda la piscina a la que he ido estos días con mis nietos.
Es como un Carmel Club en versión más pequeña y un poco menos elegante, pero muy chévere. Me fui a la clase de zumba y como siempre que uno llega a un lugar donde no conoce a nadie, ni sabe el idioma, donde todo es extraño, está uno observando y analizando. Claro que la música y el baile como lenguajes universales que son ayudan a “romper el hielo” más fácil. Así fue como me integré a ese grupo de bailarines o mejor bailadores de ese ritmo afrolatino que se ha puesto tan de moda en el mundo y que baila tan bien mi amiga Carina.
Había de todo como hay siempre en estas clases: la mejor de todos que le sigue al pie de la letra los pasos al profesor, la que también baila bien, pero está en su cuento transportada con esa música que la hace casi volar, la gordita que es gordita porque seguramente le encanta la comida, pero tiene un ritmo súper y es muy coordinada. El único hombre entre veintipico mujeres que no le importa eso y también quiere bailar, la que no para de sonreír que es como se debe bailar, la turista que le sonríe a todos y trata de coordinar lo mejor posible esos pasos que ha practicado por años en el Carmel Club y en otros gimnasios de Bogotá.
Aunque aprendí a bailar en español, no lo hice nada mal. Lo mejor de todo es que como era zumba, casi todas las canciones eran en español, pues es un ritmo que tuvo su origen entre Colombia y Miami y creo que aparte del profesor y una que otra latina que había en la clase yo era la que mejor entendía la letra de las canciones, incluso mejor que el profesor que tarareaba la letra acentuando la errre israelí. Fue una experiencia muy israelí y muy latina que terminó con una colombianísima cumbia zumbada.