Por: Marlene Himerlfarb
Cuando llegó el momento de iniciar mis estudios universitarios, tuve dos alternativas: una era realizar mis estudios en una buena universidad en Estados Unidos y la otra, era quedarme en Colombia estudiando y viviendo un tiempo más en la casa de mis padres. En esa época, ya se acostumbraba que los hijos se educaran en el exterior, pero no era una costumbre tan arraigada como lo es ahora. Hice un balance y decidí quedarme.
Yo era y sigo siendo la primogénita de la familia (eso no me lo quitan ni las lentejas) y tenía dos hermanos menores con quien me faltaba todavía compartir experiencias. Vivía muy cómoda en la casa de mis padres y sentía que no quería cambiar mi entorno aún.
Mis hermanos sí aceptaron la oferta de mis padres y estudiaron en USA. Tal vez yo era más apegada y no quería perderme lo que pasaría en la familia en mi ausencia. La tercera razón, era que ya estaba de novia con Reuven y me dio miedo perder esa relación si me iba a estudiar lejos. En esa época no había WhatsApp, ni videollamadas. El amor era por cartas con estampillas y llamadas telefónicas con operadora y desde el exterior eran muy costosas. Había muchos motivos para pensar así. Me perdí la oportunidad de aprender un inglés mejor que el que he aprendido en la escuela de la vida, pero ya voy a cumplir con Reuven 50 años de casada, eso que denominan bodas de oro. Puedo decir que he sido feliz en español.
Decidí entrar a la universidad pública, que era la mejor educación que había en ese momento.
Además, era un reto el ingreso, pues el nivel académico era alto y el ser admitido era un gran logro. Así fue como comencé mis estudios en la Universidad de Antioquia. Nos tocaron huelgas y movimientos revolucionarios que perjudicaban y atrasaban las clases, pero el nivel académico era muy bueno.
Reuven era originario de Cali y entre una huelga y otra, mi suegro QPD, terminó llevándoselo de Medellín a Cali, para que terminara allá sus estudios, pues los costos de vivienda eran altos y si no había continuidad en el estudio, le salía mejor que el futuro “dokter” de la familia, volviera a vivir a su casa.
Eran universidades oficiales y se respiraba un ambiente de izquierda, pero nunca hubo ninguna manifestación de racismo. Al contrario, se defendía a todas las minorías y nosotros como judíos nunca sentimos el estar marginados. Éramos una minoría diferente que despertaba cierta curiosidad y en algunos casos admiración. Todavía conservo amistades de esa época.
La lucha y el descontento era más contra la burguesía, la oligarquía, luchaban contra el imperialismo yanqui, pero no mataban a nadie por la causa. Podíamos llegar en carro a la universidad y pensar diferente sin ser atacados. Podíamos pasar vacaciones en Miami, aunque ellos no quisieran a los gringos. Asistíamos a las asambleas, donde trataban de convencer a todos de sus ideas marxistas, pero no agredían a los que pensaban diferente.
Una vez si nos tocó sacar a un amigo escondido en mi carro para que no le hicieran daño, pero tal vez fue porque se excedió en sus comentarios. Los que teníamos ideas intermedias y no suponíamos un peligro para sus ideales, éramos respetados y podíamos actuar con cierta libertad. La lucha era contra los ricos, sin importar su status religioso.
Una noche de esas en que hubo revueltas entre los estudiantes y la policía, Reuven se quedó atrapado en la U sin poder salir. Fue una noche larga y angustiosa, pero pasó. No voy a decir que era fácil, pero no había el odio y rechazo que hay en la actualidad.
Había enfrentamientos con la policía y los líderes arengaban desde los balcones de la universidad. Coreaban con los megáfonos: el pueblo unido jamás será vencido.!!! No voy a negar que pasamos varios sustos, pero nunca hubo peligro de muerte.
Lo que se vive hoy en día en las universidades americanas, se sale de toda lógica. Increíblemente prima la parte económica sobre la educativa. A los dirigentes universitarios les interesa más quién pague y les aporte dinero a los claustros académicos, que quien pueda aportar cultura. Y eso que los judíos americanos han aportado mucho dinero para financiar estas universidades. Parecería que el dinero de Qatar hiciera más efecto. Hay muchos profesores judíos en las universidades y el mundo debe recordar cuántos premios Nobel ha dado el pueblo judío a la humanidad. No recuerdo en este momento, cuántos de esos palestinos -y quienes los apoyan- que arengan en las universidades con banderas palestinas al grito de: ¡Palestina desde el río hasta el mar! y no permitiendo la entrada a profesores y estudiantes judíos a los claustros universitarios, han sido premios Nobel.
Es inconcebible que a estas alturas del siglo XXI estemos repitiendo ese capítulo amargo de la historia que nos dejó el HOLOCAUSTO, que algunos de estos cerebros se encargan de negar. ¿Qué pretenden? ¿Desculturizar a los estudiantes? ¿Quitarle el derecho a la educación? Se supone que las universidades son centros educativos para librepensadores y cada uno decide su inclinación.
Recuerdo las historias que me contaban mis abuelos, cuando vivían en Rusia y sus padres les pusieron profesores en la casa para evitar los choques y el odio antisemita que había en los colegios.
Parece que entre más civilizada la humanidad, menos se aprende. Yo creí que la pandemia iba a ser una lección para aprender a convivir en paz, pero apenas se acabó volvimos a los mismos resentimientos más acentuados cada vez.
Es algo que se sale de toda lógica, que en pleno siglo XXI, domine la ignorancia y el odio racial. ¿No sirvió para nada la lección de Martín Luther King, quien logró reivindicar los derechos de los negros en Estados Unidos? Yo recuerdo cuando era una niña y pasábamos vacaciones en Miami y ellos tenían que ir en la última banca del bus. ¿Qué pretenden estos manifestantes? ¿Regresar a esa época de racismo? Qué vergüenza que un mundo que parece civilizado entre en una etapa de retroceso por ponerse al lado de un grupo de fanáticos. ¿Qué hace la comunidad LGTB coreando slogans a favor de Palestina cuando ellos serían los primeros condenados, como lo fueron con Hitler? Es de aclarar que Tel Aviv es una de las ciudades donde más se respetan los derechos de esta comunidad. ¿Qué le pasa al mundo? ¿Quieren repetir el HOLOCAUSTO nazi? ¿Ya se les olvidó quienes comenzaron con esta tortura que ha dividido al mundo en dos? Los que quieren al pueblo judío y los que quieren, como ellos, desaparecerlo de la faz de la tierra, objetivo que no van a lograr porque les guste o no, somos un pueblo creativo, que quiere seguir ayudando al progreso y al bienestar de la humanidad, a diferencia de estos grupos que sólo quieren sembrar odio y muerte que no conducen a nada productivo.