Por: Raquel Goldschmidt
No soy política, mucho menos analítica, tengo opinión, eso sí y me reservo el derecho a tener mi opinión, aunque me hubieran increpado incluso amigos cercanos. Me detuve en tres países porque son los que emocionalmente más me afectan. Estados Unidos, Israel y Colombia.
He visto en Estados Unidos, el país más poderoso de este mundo, a dos candidatos en debate, representando a cada uno de los dos partidos más importantes, Demócrata Joe Biden) y Republicano (Donald Trump). Como una persona lejana a este debate noté que la disputa (porque no me pareció un debate político), giraba en torno en quién lo hace peor. Esto independientemente de cualquier acusación de la población contra estos dos candidatos. La población (y miembros de los partidos) centrada en la vejez e ineptitud de Biden y en la mentira y grosería de Trump.
Noté que ninguno de los campos: debate presidencial, apuntes de la población, giraba en verdad, verdad, en torno a lo que debía girar: qué se necesita para el país en materia de bienestar, economía, educación, sociedad, espiritualidad, desarrollo científico, enfrentamiento de problemas de salud, ambiental, acercamientos a países, búsqueda de la paz, etc. Todo estaba como en un círculo de competencia asombrosa. Yo, una extranjera pasmada viendo frente a mis ojos esta ridícula comedia y me dije: pobrecitos los estadounidenses, ¿dónde tienen la cabeza?
Miré entonces a Israel, cruelmente atacado por la cabeza y atacado por los pies, entre Hezbola y Hamas, maquinados y apoyados por potencias como Irán, Qatar, Siria y otros.
Buena parte de la población israelí, hasta entonces había apoyado y ayudado a territorios de pobladores llamados palestinos y a palestinos propiamente dichos, generando empleo para ellos, abriendo las puertas de los hogares, de los hospitales, de las universidades, industrias, etc. cuando traicioneramente atacaron de la manera más cruel e inhumana, parte de la población mundial ni siquiera condenó este ataque, sino que se puso en contra de Israel y su gobierno, se unieron a estas posiciones las izquierdas israelíes, -que probablemente estaban heridas por no haber conseguido la victoria gubernamental durante las elecciones-, convencieron a su población seguidora de la teoría de la “maldad” del gobierno (Netanyahu), ¡incluso culpándolo de la crueldad de Hamas!, mientras que Hamás, tiene aún los rehenes, ¡siguen culpando a Netanyahu por que aún no los han liberado! y me pregunté ¿Dónde tienen la cabeza?
Observé al país donde vivo: Colombia, un país de gente buena, trabajadora, estudiosa, inocente, si, especialmente inocente, cuya inocencia fue y está siendo aprovechada para que mentes muy inteligentes, astutas y malvadas los envuelva en una corteza de disgusto, de odio, de rebeldía contra los principios humanos, de tergiversación de la justicia, muchos son los seguidores, ¿Dónde tiene la cabeza?
Entonces llegué a la conclusión: mucha gente dejó de pensar y de analizar, se deja llevar como la espuma de un rio hacia donde la corriente tira, no hay análisis, estudio de la historia, intento de evaluar si es correcto o no la idea inicial presentada, no hay justicia, porque en un juicio se estudia a fondo todos los aspectos desde todos los puntos de vista y el resultado debería ser fácil, aquello que produce bienestar verdadero y perdurable, paz verdadera y perdurable, desarrollo en todos los campos incluyendo el desarrollo espiritual, aquello que produce la sensación de amor recordando las enseñanzas que las tradiciones que el judaísmo y que cada religión enseña, el intento de hacer de este un mundo vivible, tratando de erradicar la maldad, el vicio y todo lo que permite que una sociedad se derrumbe.
En resumen, se debería colocar un buen cerebro en cada cabeza para que se sepa dónde es que estaba la cabeza.
Quisiera adjuntar a esta nota una carta que un padre de un soldado asesinado en Gaza envía a los que están en campañas de protesta en Israel. Leer con click acá.