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¿A quién se le ocurre?

Por: Marlene Himerlfarb

¿A quién se le ocurre viajar a un país que está en guerra?

Por ejemplo, ir a Ucrania es un destino que no mucha gente tiene en su agenda hoy en día, a no ser que tenga que ir a visitar a un familiar o a la firma de un libro, como le tocó al famoso escritor y exvecino nuestro, Héctor Abad Faciolince, a quien le tocó ver morir a la escritora ucraniana, Victoria Amelina, mientras departían en una pizzería.

¿A quién se le ocurre viajar a un país que está en guerra?

Sólo a un judío que tiene un amor muy especial por el pueblo de Israel. Es algo inexplicable. Más inexplicable aún es que muchachos que han sido criados con todas las comodidades decidan venir a Israel a prestar servicio militar. No hay poder humano que logre convencerlos de que no lo hagan. Es un acto heroico que llevan en la sangre y sienten un gran deseo por apoyar este pequeño estado tan apetecido por otros pueblos.

La gente sigue haciendo alyah, a pesar de las alarmas y del riesgo que implica vivir en un país en guerra. Vienen a poner su cuota de ayuda, su granito de arena. También vienen voluntarios a ayudar en lo que pueden y otros a iniciar una nueva vida en medio de la situación que se vive actualmente. También vi una influencer mexicana no judía que ama este país y a pesar de la guerra sigue viniendo a apoyar.

Mientras, muchos israelíes, cansados de la zozobra de vivir con el acecho de los enemigos, se han ido a refugiar a otras tierras, aunque haya antisemitismo, pero no quieren estar más tiempo aquí.

Es difícil entender que en este momento tanta gente sigue haciendo alyah, mientras otros se van, escapando de esta dura realidad.

La crisis interna a nivel del gobierno, también los ahuyenta un poco.

Los olim, decidieron dejar sus vidas y cambiar toda su realidad para hacerse presentes y reconstruir esta sociedad.

Nosotros llegamos un poco antes de la guerra, pero a sabiendas de que no es una región de paz. Todos la anhelamos, pero no está garantizada. Era un futuro incierto, pero no había pasado algo tan grave como lo que tuvimos que vivir ese monstruoso 7 de octubre. Y sin embargo aquí estamos, tratando de ayudar, cada uno a su manera.

Lo más fácil sería “desinmigrar” (laredet). En español no existe esa palabra, pero tenemos derecho a inventar algunos vocablos para adaptarlos al lenguaje, aunque en hebreo si existe. Desinmigrar debe ser como echar hacia atrás la inmigración que hicimos hace un año y medio. ¿Pero, a dónde voy a volver? Vendí mi casa, enterré a mis padres y me despedí de mis buenos amigos. Volver a esa Colombia que tanto amo, pero donde han cambiado tantas cosas. Donde el presidente me abuchearía si sabe que estoy viviendo en Israel, a unos pocos kms. de su amada franja de Gaza. Es verdad que Colombia nunca fue un país seguro y uno se acostumbra a capotear las dificultades. Aquí me siento más tranquila en asuntos de seguridad interior, aunque sé que me puede caer un misil encima, aunque con la cúpula de hierro, las probabilidades son mínimas.

Siempre oí que en Israel no se siente la guerra. No es que no se sienta, sino que se vive, a pesar de los misiles, amenazas, bombardeos.

El israelí vive intensamente. Vive el día a día, sin pensar mucho en el futuro. Piensa más bien en el presente, el momento, porque sabe que debe vivir alerta, que en cualquier momento puede suceder algo grave y mientras tanto hay que bailar.

Todo lleno, playa restaurantes, centros comerciales, la gente no deja de vivir su día a día. Mientras se entierran esas vidas jóvenes que se terminan prematuramente con los honores que se merecen, se siguen celebrando bodas, nacimientos, bar mitzvahs. Viven el hoy, el ahora, el mañana no se sabe. Es una incertidumbre, por eso hay que aprovechar cada minuto que pasa como si fuera el último. Se pueden hacer planes, pero no hay certeza de que se puedan cumplir.

La gente aquí no se sienta a esperar los misiles para entrar al refugio. Esperan lo que puede venir, pero sin terror y sin detener las actividades cotidianas. Es una filosofía de vida muy válida en que hay que vivir el aquí y el ahora.

Los soldados viven expuestos a un peligro inminente y no saben si van a tener larga vida o si esas vidas juveniles, cuando hay guerra, van a ser truncadas por un destino cruel que siempre acecha. Por eso viven el presente intensamente, el mañana será otro cantar.