Por: Moshe Govrin
Alfei Menashé, 9 de febrero de 2016
Durante mucho tiempo no fuimos lo suficiente duros con las críticas que se nos formulan de derecha y de izquierda, del mundo “progre” y del mundo islamista. Nos olvidamos de nuestra narrativa para solo justificarnos. Todo además gira alrededor de nuestra propia diferencia en definirnos.
¿Qué es el judaísmo? ¿Una religión? ¿Una nacionalidad? ¿Una cultura? ¿Una etnia? ¿Un “algo” que molesta al mundo?
Nuestra peculiaridad, no nuestra superioridad como dicen algunos de nuestros enemigos de todas las posiciones ya que no pueden ni quieren entender, es que somos una nación que tiene la última religión nacional, que tiene cultura propia, historia común y más aún como sionista que soy – futuro común en nuestra patria histórica. Por cierto tierra de la que fuimos expulsados más de una vez. La última vez fueron los romanos y para borrar nuestras raíces hasta el nombre le cambiaron – Palestina.
Irónico que durante la rebelión contra el Imperio Británico antes de la creación del Estado la prensa del mundo definía a las organizaciones judías como “palestinas”. En esos instantes no existía la identidad nacional palestina como hoy se la conoce o se la quiere hacer aparecer. Eran clanes que además peleaban entre sí. Para justificar el ancestral odio hacia nuestra gente se nos dice que somos pieds-noirs[i], que somos agentes de fuerzas reaccionarias e imperialistas, que no somos una nación, que… que…
Para justificar nuestra falta de derechos históricos, jurídicos y políticos hasta se sostiene que los palestinos son los descendientes de los pueblos cananeos (?).
Hay quienes utilizando el perimido lenguaje marxista dicen “lo que sucede hoy y durante muchos años en Palestina ha pasado en muchas partes del mundo, donde los Imperios y ahora el Capitalismo, van conquistando tierras para esquilmarlas y apoderarse de ellas, saqueando sus recursos y colonizándolo como se hizo en los 5 continentes, asesinado a su población y a los que quedaban vivos tenían que huir o convertirse en sus esclavos; ahora en proletarios que no tienen tierras y deben estar al servicio del Capitalismo que los convertirá en sus ciudadanos de tercera y serán la mano de obra de empleos que pocos quieren tener”.
Al Sionismo se lo suele acusar sin más de ser un movimiento colonial y racista. Como dice Shlomo Ben-Ami[ii] el sionismo fue, efectivamente, un movimiento genuino de emancipación nacional, pero al mismo tiempo, para llevar a cabo su empresa, se valió de estrategias innegablemente coloniales.
Esto es así, porque la matriz misma de pensamiento de gran parte de sus intelectuales, líderes y militantes, era tan colonial como lo era la mayor parte de las corrientes de pensamiento europeas de aquellos años. Además el Sionismo de Herzl surgió como respuesta al fracaso de los movimientos liberales o radicales que querían integrar a los judíos en las sociedades europeas.
El nacionalismo europeo de la época nutrió al Sionismo. El continente europeo es desde siempre el mayor cementerio de nuestro pueblo – nación. Al comienzo por razones religiosas – cruzadas, Inquisición – y finalmente por racismo – Holocausto. Siempre fuimos el “chivo expiatorio”[iii]. En la Rusia zarista, en el Imperio Austro-Húngaro, también en el mundo musulmán.
El nuevo y creciente radicalismo árabe en Europa parece tomar el relevo de la extrema derecha pero aun no totalmente desaparecido el antisemitismo. La reciente violencia yihadista está relacionada con el relato atroz que hace la prensa islámica y sus asociados, del conflicto entre Israel y Palestina. La Europa de la post guerra con su tolerancia, su multiculturalismo, su creencia en que el bienestar económico y la libertad traerán seguridad y paz está haciéndose añicos. El terror yihadista hace de las suyas y el europeo comienza a vivir una realidad que desconoce.
Hubo quienes decían que este terror dirigido en un principio a las comunidades judías era resultado del conflicto del Medio Oriente. ¿Nuevamente “chivo expiatorio”? Pero el despertar es duro. Aun el terrorismo palestino para los ojos de prácticamente todos es “diferente”.
Aun cuando ya se retractó el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon lo justificó por la falta de esperanzas, por la falta de “proceso” de negociaciones para dos estados, por la opresión… La esperanza que los acuerdos de Oslo pondrían fin al conflicto “secular/nacional” entre Israel y la OLP estalló.
Como dice Jonathan S. Tobin[iv] “Veinte años después de la firma de los Acuerdos de Oslo, su premisa, la solución de los dos Estados, sigue sin cumplirse. De hecho, el apoyo a la idea de que un conflicto con un siglo de duración puede solucionarse sólo con el trazo de un bolígrafo y con una nueva serie de concesiones por parte de los israelíes es ahora menor que nunca en Israel, pese a que algunos en otros lugares, como el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se aferran a tal ilusión. Está claro que, si bien la mayoría de los israelíes ha extraído algunas conclusiones apropiadas en estos veinte años, queda un grupo en Washington decidido a ignorar los costosos errores cometidos en y desde 1993 en aras de la paz. Mientras los palestinos sean incapaces de reconfigurar su identidad nacional sin tratar de destruir el proyecto sionista y, por tanto, de reconocer la legitimidad del Estado judío, sin que importe dónde se sitúen sus fronteras, las negociaciones están condenadas al fracaso”.
Hay aún quienes quieren acabar con el sueño sionista. En Occidente y en nuestro país. En Israel hay judíos y no todos son judíos, los hay de diversas religiones como en cualquier parte, los hay comunistas y de todos las ideologías, hay incluso quienes no ven justo los asentamientos y lo entienden como un abuso. Los hay anti-sionistas. Hay árabes que sirven en el ejército israelí… Hay judíos post- sionistas… Hay judíos en el mundo que forman parte de la Red Judía Anti – Sionista Internacional[v]… algunos de ellos hasta colaboran con el régimen iraní que niega al Holocausto.
Que suerte que hay un lugar a donde venir cuando como siempre sucedió con la sangre de los “revolucionarios” deje de lubricar las ruedas de la Revolución. Si querrán.
Se acusa al Sionismo de dominar la banca internacional, la prensa y qué no. Por otro lado se nos acusa de corromper la sociedad occidental y cristiana. De ser bolcheviques.
Cierto que hay gente y organizaciones que están en otra cosa. Que comprenden exactamente cuáles son los peligros y riesgos que se correrá si Israel llega a desaparecer. Israel es parte del mundo de la libertad, de los valores morales, de la justicia, por decisión, y ello a pesar que hay quienes creen que la obsesión con los dos Estados debería dejar paso al proyecto de eliminar a Israel, simplemente, y sustituirlo por una nación de mayoría árabe.
Retoman la idea de Muammar Gadafi de crear a Isratin.
Ian Lustick[vi] presenta la idea de que una radical transformación del conflicto no sólo es posible sino probable. Afirma que “la desaparición de Israel como proyecto sionista mediante la guerra, el agotamiento cultural o el impulso demográfico es un resultado plausible”. Pese a que de vez en cuando disimula sus postulados, es palpable su entusiasmo ante la perspectiva del fin del Estado judío. Lo compara, incluso, con el fin del gobierno británico sobre Irlanda, del dominio francés sobre Argelia o el colapso de la Unión Soviética, acontecimientos históricos que, según él, antaño eran impensables, pero que ahora son considerados inevitables. Semejantes analogías son claramente engañosas, pero resultan reveladoras porque sitúan a Israel en la categoría de proyectos imperialistas, en vez de como el movimiento de liberación nacional de un pequeño grupo de gente que trata de sobrevivir. A diferencia de la clase dominante protestante británica de Irlanda, de los pieds noirs de Argelia, o incluso de la nomenklatura soviética, los judíos de Israel no tenemos a dónde ir. Ni queremos ir. Que el autor compare también al Estado judío con la Sudáfrica del apartheid, el Irán del sah o el Irak de Sadam Husein nos muestran qué poco comprende nuestra fuerza y resistencia.
A pesar del terror que nos quiere echar de nuestra casa.
[i] Se denomina pied-noir (literalmente en francés, pies negros) a los ciudadanos de origen europeo y no argelino que residían en Argelia y que se vieron obligados a salir de ese país tras la independencia en 1962.
II El término se aplica a todos los repatriados de Argelia. Hay que señalar que entre las personas que tuvieron que salir de Argelia había musulmanes, a los que se denominaba harkis (muchos de ellos militares y sus familias), que habían apoyado a las fuerzas políticas y militares francesas durante la contienda. Entre los no musulmanes, se incluye tanto aquellos de origen europeo como los pertenecientes a la comunidad judía local, de origen mayoritariamente sefardí. De los 140,000 judíos solo 24,000 llegaron a Israel.
[ii] Shlomo Ben Ami, (Tánger, 17 de julio de 1943) es un político, diplomático e historiador israelí. Miembro del Partido Laborista Israelí, ha sido ministro de Asuntos Exteriores de dicho país y fue el segundo embajador de Israel en España. Actualmente es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo por la Paz (CIT).
[iii] Un chivo expiatorio es la denominación que se le da a una persona o grupo de ellas a quienes se quiere hacer culpables de algo de lo que no son, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador.
[iv] Editor jefe dela revista Commentary.
[v] Se define como una red internacional de judíos incondicionalmente comprometidos con las luchas de emancipación humana, de las cuales la liberación de los habitantes de Palestina y de su tierra es una parte primordial. Y agrega entre sus propósitos: “Ya que la histórica y progresiva limpieza étnica de la población Palestina de sus tierras por parte del Estado de Israel contradice y traiciona esta larga historia de participación judía en luchas de liberación colectivas”.
[vi] Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Pensilvania y ocasional asesor del Departamento de Estado