Por: Victor Zajdenberg
De un real acercamiento estratégico ruso con Putin, un geopolítico y comercial desafío chino con Xi Jinping, una virtual aceptación siria de Al Asad y un heredado acuerdo iraní del pacto nuclear con Rohani, Trump ha dado vuelta el tablero de la política mundial a consecuencia del bárbaro ataque químico a la población civil realizado por el dictatorial gobierno de Siria.
De un solo golpe, lo que el Presidente Obama no ha hecho en 8 años, Trump lo ha analizado y resuelto en 48 horas enviando mensajes preventivos contundentes a todos aquellos que creían que el nuevo Presidente de USA no rompería con sus discursos pre y pos electorales.
El Dictador Al Asad, con el apoyo total de Rusia, la República Islámica de Irán y la organización terrorista libanesa Hezbala, se consideró el más listo, luego de destruir la 2ª. Ciudad siria de Alepo con impunidad y sin represalia alguna del mundo supuestamente civilizado, y decidió continuar su tarea genocida de masacrar seres humanos indefensos con sus ocultadas armas químicas, prohibidas desde que fueran utilizadas en la 1ª. Guerra Mundial (1914-1919).
Seguramente Rohani y Jamenei (Irán) han recibido también el mensaje de Donald Trump de que no existen acuerdos preexistentes si una de las partes no las cumple a rajatablas, caso contrario deberán sufrir necesariamente y atenerse a sus consecuencias.
A Nasrala, el jefe mafioso de Hezbala, y a todo el gobierno libanés, ya les han llegado fuertes advertencias de varias fuentes seguras que, si emprenden algún mínimo ataque contra Israel, todo Líbano quedará en ruinas y no solo los campamentos terroristas.
Xi Jinping estaba de visita en los Estados Unidos, invitado por Donald Trump, almorzando y charlando con él cuándo este le comunicó, en vivo y en directo, lo que estaba resolviendo, decidiendo y ejecutando. Magnífica ocasión para que sin muchas más palabras le transmitiera que si la República Popular China no se hace cargo de la inconsistente Corea del Norte tendría que hacerlo EE.UU para defender a sus aliados de Corea del Sur y Japón.
Lo más difícil de entender, en esta ocasión, son las tácticas y estrategias de Vladimir Putin. En los últimos años demostró ser un “animal político” inteligente que sabía dar los pasos justos que mostrarían a Rusia nuevamente en los escenarios de las grandes potencias influyentes. Obama y Merkel, o sea EE.UU y Europa, con la retirada del Medio Oriente, se lo han permitido y Putin lo supo aprovechar. Por lo tanto ningún analista puede comprender cómo el Zar ruso soslayó la capacidad dialéctica cambiante y arbitraria del actual hombre más poderoso del mundo que, con un solo gesto, puede desencadenar acontecimientos bélicos en el Pacífico, en el Atlántico y ni que hablar en el Mediterráneo. Putin debería haber percibido que Trump, y muy probablemente tampoco Obama y la misma Clinton, habrían podido dejar pasar, como si nada hubiera ocurrido, el ataque con armas químicas de Al Asad pues dicha actitud sería vista como el abandono definitivo del poder disuasivo de los EE.UU a las grandes ligas emergentes.
La decisión de Donald Trump ha frenado, por ahora, los avances geopolíticos de las potencias como Rusia y China y la de los “aprendices de brujos” como Irán, Corea del Norte y Hezbala.