Por: Ricardo Angoso
Al tiempo que paulatinamente se va recuperando la rica (y escasa) herencia cultural judía de la ciudad de Berlín, hay que destacar la belleza e interés de los grandes cementerios que aún quedan en la capital alemana, últimos rastros arquitectónicos de un pasado que se desvaneció tras el Holocausto y del que apenas quedan testigos para dar fe del mismo. Y ya se sabe, que aquello de lo que no queda nada, ni siquiera un fósil, es previsible que la gente piense que nunca existió. Sin embargo, la memoria judía de Alemania está viva –y nunca mejor dicho- en sus imponentes y grandes cementerios, donde su ornamentación, número y calidad artística nos muestran la grandeza y riqueza de un pasado imposible de borrar para siempre.
Los principales cementerios judíos de la ciudad son: el de Mitte, en la calle Hamburger Strasse; el de Prenzlauer, en la calle Schönhauser Allee; el de Weissensee, en la calle Herbert-Baum-Strasse; el Adass Yisroel, en la calle Wittlicher Strasse; y, finalmente, el Heerstrasse/Scholzplatz, en la calle Heerstrasse. Todos ellos pueden ser visitados (consultar horarios y días de cierre) y conviene ser recorridos con una buena guía o mapa del mismo.
Esta instalación, situada no muy lejos del centro de la ciudad de Berlín, fue abierta en el año 1672, época de esplendor de la comunidad judía de la urbe, y cerrado temporalmente en 1827. Más tarde fue de nuevo reabierto y hay noticias de que en el año 1872 había ya casi 12.000 lápidas, de las cuales 2.767 habían sido transcritas a una larga lista mecanografiada que guarda la dirección de la institución. La mayor parte de los textos de estas lápidas estaban escritas en hebreo y tan sólo unas pocas contenían frases en alemán.
En la época oscura de Alemania (1933-1945), bajo dominio nazi, la Gestapo llevó a cabo una acción, en 1943, con el fin de destruir las instalaciones y forzar a sus empleados en la destrucción del recinto sagrado, algo que conseguirían tres años más tarde, en 1945, y que completó la desaparición de casi todas sus lápidas.
Finalmente, una vez terminada la guerra, el cementerio logró conservar algunas de sus lápidas, entre ellas cabe destacar la destacado y conocido filósofo berlinés Moses Mendelssohn (1747-1803), cuya lapida mortuoria fue de nuevo repuesta en el año 1962.
La instalación fue reabierta en forma de parque tras la guerra, en 1948, colocándose una placa bilingüe en la entrada que recordaba la historia del cementerio y los avatares que había sufrido a lo largo de su historia. A partir del año 1974 fue declarado de interés histórico y el lugar comenzó a ser visitado libremente por todos los públicos. En 1988, una vez que se asistió a un ligero renacimiento de la vida judía de la ciudad, algunas lapidas fueron restauradas y trasladadas para su definitiva reparación tras décadas de abandono. Sin ser una de los cementerios judíos más importantes de la ciudad vale la pena visitarse por el significado que tuvo durante la época oscura y por haber sido en tiempos uno de los más importantes de la ciudad.
Entre las personas destacadas de la vida judía que estuvieron enterradas en el cementerio, hay que destacar rabino David Fränkel (1707-1762), el joyero de la corte Iessei Veitel Heine Ephraim (1703-1773), el conocido doctor Marcus Herz (1747-1803) y el ya citado filósofo Moses Mendelssohn (1729 -1786), entre algunos de los más destacados. Lástima que la destrucción padecida y también el abandono no nos permitan contemplar este recinto.
Es uno de los lugares que debe visitarse en un recorrido por el Berlín judío, pues está muy bien conservado, hay lapidas de una indudable belleza y el lugar es muy apacible. El cementerio de Schönhauser Alle fue oficialmente abierto en 1827 y cerrado en 1880, comprendiendo en su interior 22.500 tumbas y 750 panteones familiares, algunas de una gran riqueza y finamente decorados. Durante la Segunda Guerra Mundial fue dañado, aunque levemente, por los bombardeos aéreos y los ataques artilleros. Lamentablemente, debido a estos ataques, muchas lapidas y panteones resultaron afectados, aunque el conjunto se salvó casi completamente, algo que no se puede decir de la mayor parte de las instituciones judías de la ciudad y de otras partes de Alemania.
El recinto, que ha sido declarado de interés histórico y que se encuentra en buen estado, alberga numerosas tumbas y panteones de hombres prominentes y familias pudientes judías del siglo XIX. Este cementerio, ni que decir tiene, es uno de los más representativos de la ciudad, lugar imprescindible para adentrarnos en el mundo judío de la Alemania del siglo XIX.
Entre sus tumbas, repasando los nombres, las profesiones y los textos de sus lapidas, encontramos una historia rápida y viva de la comunidad judía de esa centuria, que aportó numerosos hombres ilustres, entre los que podemos destacar: los políticos Eduard Lasker (1829-1884) y Ludwig Bamberger (1823-1899); el rabino y cualificado conocer de los textos judíos Samuel Holdheim; el empresario de la época James Henry Simon (1851-1932); el literato Ludwig Geiger (1848-1920); el fundador de la ciencia del judaísmo Leopold Zunz (1794-1886); el destacado rabino y teórico reformista del mundo judío Abraham Geiger (1810-1874); el compositor Giacomo Meryebeer (1791-1864); el director de escuela y pedagogo Baruch Auerbach (1793-1864); el director de la Escuela Libre Judía y primer concejal judío de Berlín David Friedländer (1750-1834); el banquero Joseph Mendelssonhn (1770-1848), y finalmente, por citar tan sólo algunos nombres entre los centenares que podríamos citar, el pintor Max Liebermann (1847-1935).
En lo que respecta a los lugares que debemos visitar por su curiosidad e interés artístico, hay que reseñar las tumbas de Gerson von Bleichröder (1822-1893), realizada y diseñada por Reinhold Begas, en mármol de carrara, Sophie Loewe (1847-1876), Moritz Manheimer (1826-1916) y Leopold Ullstein. En cualquier caso, una visita a este lugar no nos defraudará y un paseo por todo el cementerio nos reconfortará y ayudará a conocer la rica herencia de la vida judía alemana.
El cementerio de Weissensee (Herbert-Baum-Strasse, 45)
A finales del siglo XIX, y debido sobre todo al alto crecimiento demográfico de la comunidad judía, los dirigentes de la misma decidieron comprar un terreno de 43 hectáreas con el fin de abrir un nuevo cementerio que albergase los restos de una comunidad en rápido desarrollo. Finalmente, el encargo y el diseño de la obra recayó en la figura del profesor de arquitectura Hugo Licht, quien proyectó un desarrollo práctico, funcional y optimizado para el nuevo emplazamiento funerario.
El 22 de septiembre de 1880 se abrirían las puertas del nuevo cementerio, que estaba dividido en varios bloques ordenados geométricamente y marcado con letras y números. A la entrada del recinto también había un hall y se dispusieron dos entradas. El recinto fue sucesivamente ampliado a lo largo de los tiempos, siendo realizadas las primeras obras en 1910 y en años posteriores. En 1914 se proyectó levantar un monumento conmemorativo dentro del recinto para los soldados judíos fallecidos en la Primera Guerra Mundial, obra que finalmente fue concluida en el año 1927 por el arquitecto Alexander Beer.
Durante la era nazi, el cementerio siguió con sus actividades, casi clandestinas, hasta el año 1938 y dentro del recinto se celebran actividades religiosas y las fiestas sagradas judías sin problemas hasta dicha fecha. También algunos judíos de la ciudad se refugiaron ilegalmente huyendo de las persecuciones emprendidas por los nazis a partir de la noche de los cristales rotos, en que fueron incendiadas y destruidas numerosas sinagogas e instituciones judías, al tiempo que comenzaron las deportaciones masivas de miles de judíos hacia los campos de exterminio o centros de trabajo que encubrían la esclavización de los trabajadores hebreos.
Entre 1938 y 1945 la Gestapo realiza numerosas redadas y controles de los edificios e instalaciones del cementerio con el fin de apresar a los trabajadores y a los judíos que se habían cobijado huyendo de las persecuciones y la furia desatada por el régimen nazi. Estas circunstancias tan adversas para los judíos provocaron que el índice de suicidios aumentase dramáticamente en la capital alemana; tan sólo en el año 1942 se producirían 812.
La guerra, además, provocaría la destrucción de al menos unas 4.000 lapidas del cementerio sobre un total de 115.000 registradas, aunque a diferencia de otras instituciones se salvaría de la destrucción y el cierre. Luego, tras la división de la ciudad en dos partes, el cementerio quedaría en la zona comunista y caería en olvido hasta el año 1989, cuando fue derribado el Muro de Berlín. Las nuevas autoridades alemanas, una vez unificado el país, contribuirían con importantes ayudas a la rehabilitación del cementerio y a la restauración de las lapidas más deterioradas por el paso del tiempo. Resulta increíble el vigor y la energía que tiene la nueva comunidad judía, que se nutre mayoritariamente de judíos llegados de Rusia y otras partes del Este.
Entre las lapidas de importantes judíos enterrados en el camposanto, hay que destacar las de David Casel (1818-1893), el músico especializado en música religiosa Louis Lewandowski (1821-1894), el experto en ciencia de judaísmo Moritz Steinschneider (1816-1907), el rabino Martin Riesenburger (1896-1965), el filosofo Hermann Cohen (1842-1918), el escritor de leyendas y cuentos Micha Josef Bin-Gorion (1865-1921), el conocido resistente comunista Herbert Baum (1912-1942), los también resistentes al nazismo Richard (1911-1975) y Charlotte Holzer (1909-1980), el cantante Joseph Schwarz (1881-1926), el hombre de negocios Albert Mendel (1866-1922), el arquitecto Louis Fränkel (1863-1922), el manufactero tabaquero Josef Garbàty-Rosenthal (1851-1939), el artista gráfico Lesser Ury (1861-1931) y, finalmente, por citar tan sólo algunos prominentes figuras de la comunidad, el artista gráfico Lesser Ury (1861-1931).
Es uno de los más pequeños y menos visitado de la ciudad de Berlín. Fundado a finales del siglo XIX, en 1873, durante la época nazi fue seriamente dañado y destruido. También los bombardeos y los ataques aliados le causaron serios daños, aparte de la desaparición de numerosas lápidas y panteones. Aunque tiene menor interés histórico y artístico que los anteriores recintos funerarios, si se tiene tiempo merece la pena visitarse y recorrerse, pues al igual que los anteriores revela la rica vida judía que tenía la capital alemana. El cementerio cuenta con apenas 3.000 lápidas y una buena parte de las que contenía desaparecieron durante la era nazi y luego con la guerra. Es el cementerio más tradicional y ortodoxo de los de la capital alemana, aunque no goza de la monumentalidad de los reseñados anteriormente.
Entre las tumbas que deben visitarse y destacarse, hay que reseñar en la nómina las del rabino Esriel Hildesheimer (1820-1899), el profesor del semanario rabínico David Hoffmann (1843-1921), el experto en historia judía y geografía palestina Hirsch Hildesjheimer (1855-1910), el acróbata y artista de circo Siegmund Breitbart (1893-1925) y el escultor Jakob Plessner (1871-1936), por citar tan sólo algunas de las más importantes figuras enterradas en el recinto.