Imprímeme

Un momento en la vida de Stephanie

Por: Stephanie Azout

ND: El siguiente texto, se supone que era una nota para Hashavúa; al leerlo, después de enjuagarme las lágrimas, vi que no era un texto para un informe sino una nota directo al alma de la gente que lo lea, es el artículo que llena el espacio de Tukin Olam que cada ser humano debería manejar a su manera, en su momento y con el objetivo que Dios le ponga al alcance. ¡Bravo Stephanie! Me tomé el atrevimiento de titularlo, el resto es de Stephanie Azout.

Son las 6:20 am, preocupada del trancón en plena Circunvalar de Bogota. Esto está trancado y lo primero que siento es que no vamos a llegar para poder repartir las donaciones que habíamos recibido toda la semana antes. Pañales, medicinas, comida enlatada, mercados, objetos de aseo personal, ropa, material didáctico y muchas cosas más ya nos estaban esperando en Cúcuta dentro de dos camiones que el Sargento Hurtado y su equipo llevo hasta la ciudad fronteriza con Venezuela. Llegamos corriendo al counter y alcanzamos a montarnos en el avión que nos llevaría a una de las experiencias más gratificantes de mi vida.

Aterrizamos en un calor infernal pero con muchas ansias de entregar todo lo que teníamos. Recogimos los camiones en la base militar que habían llegado 30 horas antes. El Sargento Hurtado no quitó un ojo de encima de ellos ya que era el botín especial que había cuidado durante tan largo trayecto. Salimos directo al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, donde descargaríamos el primer camión que tenía todo lo relacionado con niños y mujeres. Ahí conocimos a Yesenia, trabajadora social del ICBF, que sería nuestra “guía” de todo lo que estaba pasando con los expulsados del país vecino. 

Al terminar de descargar el camión, salimos a visitar el primer albergue dedicado a madres gestantes. La situación era muy difícil, colchones uno encima de otros con recién nacidos que hasta ahora cumplían semanas. También encontramos a los hermanos mayores de estos bebes, que estaban bastante aburridos ya que no podían ir a estudiar ni salir a jugar. Las mamás, que aunque habían sido visitadas por el SENA, también estaban aburridas y con muchas ansias de aprender a cosas nuevas como peluquería para luego poner en práctica en el trabajo. Ahí conocí a Juan, un niño de 3 años con parálisis cerebral espástica. Un niño que estaba en pañales y su mamá no tenía plata para comprarle zapatos para poder hacer sus terapias. Un niño que realmente me toco el corazón. Salimos de ahí a buscar material didáctico para los niños y las mamás para hacer de sus días menos monótonos y no podian faltar los zapatos para Juan. Luego volveríamos unas horas más tarde para entregar lo que habíamos conseguido para ellos. 

Llegamos a la frontera con Venezuela. El puente Simón Bolívar totalmente cerrado. Personas esperando bajo ese calor infernal para poder cruzar la frontera. Personas que se tuvieron que levantar a las 3 de la mañana para ir al consulado de Venezuela para anotarse en una lista que sería su entrada al país. Desde las 8:30 de la mañana están esperando que los dejen pasar, pero esa decisión sería a la merced del general del ejército venezolano. Los encargados del lado de Colombia que cuidan la frontera nos dejan cruzar el puente y llegar al límite con el país vecino. Por debajo de este, está el rio Táchira, que es no muy diferente al Río Bogotá. Muchas personas que fueron expulsadas no cruzaron la frontera por migración, sino por trochas que cruzaban este rio lleno de basura. Que con apenas una muda de ropa y su familia lograron llegar a una situación que es muy difícil pero que seguro mejoraría. 

La gente ya no cabe en los albergues, así que adecuaron muchos “hoteles” para las personas. En los albergues se encuentran varias entidades del gobierno como la ANSPE, el ICBF, Registraduría y el Sena, para poder ubicar a las personas en un lugar mejor. 

Nos esperaba un camión por ser descargado. Nos dirigimos a la Parroquia del Padre Isbamael, donde queda ubicado el Banco de Alimentos de la Diócesis. Ellos nos recibirían toda la comida, colchonetas, objetos de aseo personal y agua. Fue una hora bastante larga y caliente, de ires y venires cargados de cajas, costales y bolsas, que fueron organizados sobre estivas. Nos sentimos muy felices de haber podido entregar las donaciones a las manos indicadas, pues se veía la pasión y el entusiasmo de las personas que trabajaban ahí, empacando y entregando mercados a las personas que pasaban un muy mal momento de sus vidas. Personas que fueron expulsadas y perseguidas de Venezuela, buscando huir a una vida mejor. Aunque muchas personas están bien ubicadas, todavía queda mucho por hacer. Lo único que sé, es que esa noche me acosté con el corazón lleno, sabiendo que hay muchas personas muy humanas que realmente quieren ayudar a sacar nuestro país adelante. Me acosté con mi corazón pintado de amarillo, azul y rojo y con un Maguen David, sabiendo que juntos podemos hacer Tikun Olam y así “reparar el mundo.” Como nos dijo el Rabino Cohen a nuestra devuelta, “D-s está presente para ayudar el mundo a través de nuestras manos.”

Un millón de gracias son pocas palabras para decirle a todo el mundo que ayudó en esta gran recolecta. Fue el esfuerzo de mucha gente que se puso la mano en el corazón para ayudar a toda la gente en la frontera.