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Discurso con motivo de las Altas Fiestas

Por: Abraham Korn

ND: Con motivo de las Altas Festividades, un discurso enriquecedor que vale la pena reproducir

Perdón, arrepentimiento, expiación, reconciliación... palabras mayores, aunque tantas veces subestimadas. 

Es posible que, en el diario vivir, cada una de esas palabras se entiendan de manera diferente, hasta tal punto que no guarden relación entre sí. Sin embargo, hoy me propongo expresar que todas ellas significan lo mismo, y que ese significado no es otra cosa que la armonía universal. Esa armonía, que tiene inherentemente un componente de belleza, es el estado de consciencia que reconoce que la esencia de cada cosa se halla afiliada con las de todas las demás. Y, entre otras, es una armonía que se puede constatar a nivel del hombre en sociedad, que, en nuestro caso, tiene estrecha relación a la razón que hoy nos congrega. En la práctica, equivale a encontrar la armonía entre los miembros comunitarios. 

El valor supremo del PERDÓN (tan necesario, pero tan ausente en nuestra sociedad) parecería aceptar dos interpretaciones posibles, la una externa y la otra interna.

La interpretación externa del PERDÓN es fácilmente describible en palabras, pues es la que asociamos necesariamente con su significado: es el perdón que ocurre como consecuencia de la convicción (consciente o inconsciente) de superioridad de quien ejerce el acto. Quien perdona parece expresarse a sí mismo que su benevolencia lo conduce al perdón, pero siempre con una creencia subyacente de mayor sabiduría, como ubicándose en un grado más alto en la escalera del ascenso espiritual. Nada más contradictorio al significado puro y cristalino, pues el verdadero perdón no puede disfrazar un rencor con mantas de humildad. 

En el otro extremo, el PERDÓN en su sentido interno genera mayores dificultades para describir verbalmente, pero un mayor grado de intuición en su entendimiento. Es el perdón que ocurre como consecuencia de un acto de discernimiento: el acto de caer en cuenta que quien perdona y quien es perdonado son, en esencia, el mismo ser; es un acto amoroso que une, en vez de perpetuar la ruptura. En otras palabras, es un acto de integración. 

La invitación entonces es a la integración, la invitación es a reencontrarnos como comunitarios con la mirada puesta en el presente. Los ojos del presente son los ojos de la inocencia, lo que se opone a interpretar que el tiempo tiene poder causativo, así, según las leyes de esta última perspectiva quebrada, el futuro resulta atado al pasado, y el presente no es más que el fugaz nudo que los ata. Pero es justamente en el presente en donde se puede ejercer el perdón. 

Hasta ahora dediqué mis líneas para referirme a ciertos asuntos que puedan ser armoniosos para todos. Evité, conscientemente, tocar asuntos políticos de nuestra comunidad, de nuestro país o inclusive de nuestro pueblo en la diáspora o nuestro pueblo en el Estado de Israel. A mi entender, es imposible referirse a tales cuestiones sin incurrir en los yerros que nos impiden perdonar verdaderamente, o más bien, es imposible referirse a ellos con la mirada inocente del “aquí y el ahora”. Sin embargo, en uno u otro caso, la única intención es transmitir el llamado a la integración de múltiples maneras. Vislumbro un futuro cercano en el que sean más bien irrelevantes las diferencias que hoy en día nos separan.

La política comunitaria nunca puede sobreponerse a la hermandad. Las tensiones inherentes a la condición humana no pueden jamás suprimir el amor. Por el contrario, las discusiones en las asambleas y los discursos de nosotros los dirigentes deben ir en función de la hermandad, en función del respeto, la tolerancia y la coherencia entre nuestras palabras, pensamientos y acciones. DEBEN hacer reverencia al hecho de que la unión como pueblo y la unión de nuestro pueblo con los otros pueblos, es infinitamente más importante que la satisfacción de intereses individuales. 

El Centro Israelita somos todos.

Muchas gracias.