Por: Raquel Goldschmidt
Tenía la importante edad de 8 años; competía con otra compañera el derecho a declamar la hermosa poesía que nos había enseñado la profesora Essie para la época de Purim en el Colegio. Llegó el día de la presentación frente al rector del colegio y la profesora del curso, el cual se definiría por medio del “voto popular” del curso. Mi contrincante había traído una bolsa llena de chicles y las había repartido durante el recreo a todos los compañeritos del curso… incluso me ofreció a mí también, lo cual, herida por dentro, no acepté. Una niña de 8 años que no acepta un chicle, mi dolor pesaba más que mi deseo infantil de deleitar un chicle bazooka. Me volví profeta muy joven y supe cuál sería el final, y por eso cuando me llegó el momento de declamar, me equivoqué en una palabra, fue sin querer, mi mente me traicionó, mi lengua me traicionó, mis compañeros me traicionaron, mi contrincante obró con mala intención, sin embargo, mi mejor amiga, con su chicle en la boca, había votado por mí.
Muy temprano en mi vida supe que existía la corrupción, incluso la corrupción infantil. Pero aprendí que la amistad verdadera, basada en el amor, es la luz que resplandece en nuestras vidas y que deja una marca que enseña que la mejor manera de manejar la vida es a través del amor, y que el amor es mucho más poderoso que todo lo material de este mundo. Incluso el amor está por encima de la verdad, y eso está bien; y si no me cree, por favor pregúntele a cualquier abuelo quién es el niño(a) más lindo del planeta, y su respuesta será la verdad de ese abuelo, y esa respuesta es justa.
La palabra Tzedaká que maneja el judaísmo desde todas las épocas, significa justicia. La justicia no es solamente la figura de la balanza bien medida, de la igualdad de derechos, etc. La justicia es un sentimiento que viene del alma y se acciona en el cuerpo. La tzedaká es una mezcla de justicia con amor y rajmunes (dolor de ver a otra persona necesitada de algo material, emocional o moral). Esta viene a suceder cuando ves un niñito de unos 5 años en la calle, mugroso porque la mamá no le ha podido lavar las manitas ni la carita, con la ropa deshecha, porque no se le ha logrado comprar una prenda nueva desde hace un año, y te mira esperanzado porque va a recibir una moneda. Entonces imaginas a tu nieto de 5 años, en esas condiciones y esperando a que tú le des una moneda, para poder comer… pero es que tu nieto lo que está esperando es un regalo, un carrito o un juguete nuevo que le ayudará a coleccionar con los otros juguetes. Entonces con dolor en el alma y pensando que algo así no debería suceder, resuelves regalarle a ese niño dos conjuntos de ropa nueva, un par de juguetes y a la mamá dinero como para abastecerse durante un mes.
Y eso es lo que significa realmente Tzedaká. Sin embargo el sentimiento de dolor persistirá porque sabes que al mes se le terminará el dinero a esa mujer y te sientas a pensar, cómo solucionar ese problema. De pronto descubres que la solución tendría que ser en equipo, para hacer algo que le diera un trabajo a la mujer y que fuera productiva y no tuviera que pedir más limosna y su hijito estuviera mejor en la escuela y al regresar a casa jugando con sus juguetes. Entonces allí te sentirías, que hiciste algo. Y eso es lo que busca la ley de tzedaká en el judaísmo.
Para llegar a esa emocionalidad e interioridad hay que entrenarse, porque mucha gente recibe el chicle y con ese chicle se tapa los ojos de la verdad y destapa los ojos del agradecimiento sin pensar en el daño, que aflige la falta de claridad y justicia que necesitaba otro ser humano. Y es por eso que en la Mishná se incluye la tzedaká cuyo valor no tiene límite. En este sentido, se considera que hacer tzedaká es más importante que todos los sacrificios ofrecidos, ya que está escrito en el Libro de Proverbios, Cap.21; vers.3: "Hacer justicia y derecho es más grato a Dios que el sacrificio".
Hay que ser claros: dar, es algo que mueve para el bien o para el mal. Tzedaká, no es “dar”, es hacer justicia. Y cuando del “dar” resulta una balanza desmedida, una persona en dolor, un crimen, un placer satisfecho en perjuicio de otra persona, es exactamente lo contrario. Dar, debe ser el placer de ayudar a otra persona, de verla feliz, de verla saludable, la alegría de ver crecer un grupo humano, de educarlo, la satisfacción de permitir el desarrollo de las ciencias, de tratar de conseguir la paz ya sea individual o grupal. Y es por eso que el judaísmo se centró meticulosamente en establecer normas y leyes al respecto, para que se sepa cómo, cuándo, dónde, quién. Etc. El sentimiento, es algo que cualquier persona debe entrenar. Es más, la ley judía, solicita, a las personas que viven de caridad, que también den algo en beneficio de otra persona.
Hace años, salí a la calle una noche con mis hijos y un par de sus amigos en el carro, para que vieran lo que se sentía. Llevé canasticos de comida que venden en los supermercados que por poco dinero contiene lo básico y llevé cobijas, no costosas, para poder comprar más. Empezamos a repartir entre los pobres que viven en las calles, y hubo varias escenas que movió el corazón. Una mamá sentada en el borde de un andén tratando de proteger a su bebé con nada… no tenía más que su propia ropa y una pobre manta envolvía al bebé, el portero del edificio que estaba en frente y vio que le ofrecía una manta, salió corriendo a recibir la manta y la cubrió a ella y a su bebé, mientras la protegía con una carpita, mientras ella terminaba de darle de comer. Otro señor que recibía el canasto de comida, me preguntaba si le permitía compartirlo con sus vecinos que también tenían hambre… en fin varias escenas de este tipo. Al llegar a casa me volteé para avisarles que bajaran del carro… estaban llorando. Ese es el sentimiento que empuja a la verdadera tzedaká.
Sin embargo cuando no se tiene la suerte de sentir esta emoción, es válido dar según la reglamentación, también se cumple con la ley. Aún las personas más desprovistas de emociones deben saber que la lógica manda. Si tienes un familiar que debe hacerse un tratamiento para salvar su vida o proteger su salud, lógicamente que es preferible ayudar a este familiar que dar dinero a un pobre de la calle. Pero todo, absolutamente todo reglamento y ley al respecto, tiene una condición: el amor. Zelde, la amiga que votó por mí, fue amor, y no corrupción, aunque yo le parecía mejor a pesar de haberme equivocado, es que me veía con ojos de amor, con los ojos del alma. Ella me benefició con su voto hasta hoy, a los demás les pasó inadvertido, no hizo daño a nadie.
Cuando se da, se debe dar lo posible, de esta manera, se ayuda y además se soluciona “y no seas de corazón mezquino cuando des, porque por ello te bendecirá Dios en todos tus hechos y en todo lo que emprendas " (Deuteronomio 15:10).
El resto, son normas y niveles de Tzedaká que se pueden encontrar incluso en internet, le invito a buscarlos. Quiera Dios iluminarnos a todos con la sabiduría de la bondad, la inteligencia de la tzedaká, y la emotividad que abre las puertas del bienestar y desarrollo en este mundo que Dios nos dio.