Por: Rav Daniel Shmuels
Los cambios sociales dentro de nuestro pueblo han sido inevitables a través de la historia; sin embargo, a lo largo de ella, llegando hasta nuestros días, hemos visto como, hasta cierto punto por parte de una minoría, se ha petrificado la Halajá en un intento fallido para que tales cambios no surjan y no sean aceptados como judíos.
Es cierto que algunos cambios sociales son más drásticos y ajenos que otros, haciéndolos más difícil de entender e incorporar dentro de nuestro judaísmo para ser contemplados por nuestra sagrada Halajá; empero, son cambios y existen dentro de nuestras comunidades judías.
Uno de los ejemplos más aterradores de esta idea de mantener la Halajá como un documento petrificado es el de las cuatro comunidades judías del imperio austrohúngaro en donde la Vaad Keila prohibió el uso de calentadores durante invierno; así mismo, prohibió el uso de asientos en las sinagogas por cuanto nuestros antepasados ni habían tenido calentadores ni habían utilizado asientos en sus sinagogas; todo ello, bajo el mal interpretado concepto de Jadash Asur Min HaTorá.
Hoy en día se nos presentan cambios más radicales, más drásticos y más complejos de entender; sin embargo, es nuestro deber hacer de nuestra Halajá una entidad viva que se adapta a los cambios ambientales. Anteriormente se habló de la persona transgénero judía y la problemática Halájica que surge con su existencia dentro de la ortodoxia. La pregunta que surge a continuación es, ¿qué piensan en realidad las comunidades judías ortodoxas y sus respectivos líderes?
Rav Tzvi Hersh Weinreb, vicepresidente ejecutivo del Union Orthodox, en una declaración pública el año pasado dijo: "He leído bastante al respecto y he ofrecido un rango de opiniones junto con una súplica de compasión. Estas son personas que están atravesando dificultades. ¿Cómo llegamos a ellos con compasión como seres humanos, como hermanos judíos, como personas que no queremos perder de nuestra comunidad judía ortodoxa?". Una declaración sin lugar a dudas humanitaria; cualquier forma, Rav Weinreb, en la misma declaración, sostuvo con mucho énfasis que Halájicamente el género anatómico de un judío no se puede cambiar y está determinado solamente por la anatomía con la que nace una persona sin importar si ella está en tratamiento hormonal o ya ha llevado a cabo una cirugía de re asignación.
Esta opinión, que aún no es Halajá, trae consigo muchos problemas Halájicos comunitarios que no se articulan dentro de nuestras sinagogas ortodoxas; de hecho, presentarían una incongruencia con el proceder cotidiano del judaísmo; es más, esta opinión produce preguntas como; por ejemplo, debido a que un hombre transgénero a mujer nació anatómicamente hombre al ya haber realizado la cirugía de re asignación, ¿se debe seguir sentando en el lado de los hombres de la Mejitza? Si se sigue esta lógica de nacimiento; entonces, ¿se puede seguir poniendo Tefilin, Talit y hasta puede hacer parte de un Minyan? ¿Cómo nos sentiríamos al ver en una sinagoga ortodoxa a una mujer en todo el sentido de la palabra haciendo todo esto? ¿O es que acaso la persona transgénero judía pierde su alma judía al llevar a cabo un tratamiento hormonal y una cirugía de re asignación, por más que haya nacido de una madre judía, entonces perdiendo todos sus deberes y derechos religiosos? La pregunta del millón, ¿dónde queda la persona transgénero dentro de la ortodoxia?
Por su lado Rav Mark Dratch, vicepresidente ejecutivo del Rabbinical Council of America, en una declaración semejante dijo: "La mayoría de personas que son transgénero no se sienten cómodas permaneciendo en la comunidad ortodoxa, lo cual es triste pero por el momento pienso que es un hecho de la vida. Por otro lado, para aquellos que desean permanecer ortodoxos, hay retos para crear un lugar seguro en una comunidad donde hay muchos malentendidos, prejuicios y preocupaciones por las implicaciones Halájicas". Efectivamente, es la creación de ese lugar seguro para aquellos que desean permanecer dentro de la ortodoxia el mayor reto que podemos enfrentar.
Ese lugar seguro solo lo pueden propiciar las comunidades en sí mismas y es por ello que es imprescindible consultar la opinión de rabinos comunitarios al respecto. Me entregué a la labor de consultar este caso con tres muy queridos y respetados amigos quienes son rabinos ortodoxos comunitarios en tres diferentes ciudades norteamericanas.
Mi primera pregunta fue, ¿está permitido ser transgénero dentro de la ortodoxia? La respuesta unánime fue un rotundo no. Rav Yaakov sencillamente se limitó a decir que la Torá lo prohíbe y dicho comportamiento es totalmente inapropiado y prohibido por el judaísmo por cuanto va en contra de todos los valores morales y éticos de nuestra comunidad. Rav Pinchas y Rav Boruch mencionaron las dos prohibiciones de la Torá que hacen de este caso una negativa dentro del judaísmo.
Mi siguiente pregunta fue, ¿permitiría tener en su comunidad una persona transgénero? Nuevamente la respuesta fue un unánime no. Los tres, cada uno por su lado, expresaron que personalmente no lo harían. Rav Yaakov agregó con seguridad que su comunidad jamás aceptaría una persona transgénero. Rav Pinchas expresó que a nivel comunitario no hay lugar para una persona transgénero; empero, si se presenta ya como la persona del género opuesto sin mencionar su pasado, es factible que sencillamente pase desapercibida, aún cuando duda que llegue el caso. Rav Boruch en cambio menciona el poder comunitario como el factor determinante; empero, el tipo de comunidad que lidera no daría espacio para que tal situación se diera, pues la persona sería rechazada de inmediato.
Con esta rotunda negativa rabínica y comunitaria vale la pena preguntarnos, ¿estamos preparados para el cambio dentro de nuestras comunidades judías ortodoxas?