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Si te olvidare Jerusalem

Por: Victor Zajdenberg

Donald Trump, el Presidente de los EE.UU, está cumpliendo con lo prometido en la campaña electoral; reconoce a Jerusalem como la Capital del Estado de Israel y la Embajada de los EE.UU se habrá de trasladar de Tel Aviv a Jerusalem.

Durante casi un año los enviados presidenciales de Estados Unidos insistieron que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se siente a “negociar sin precondiciones” con Israel y no solo no lo han logrado sino, por el contrario, los palestinos siguieron sosteniendo todas sus intransigencias y condiciones.

Los negociadores norteamericanos pidieron a los palestinos que anulen las cláusulas de los Estatutos Constitucionales de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), con asiento en Ramallah, y de la organización terrorista Hamás, con sede en Gaza, en las que se detalla la vocación de destruir al Estado de Israel y seguir con la guerra y ambas entidades no han movido siquiera una coma de los mismos.

Personalmente Trump le solicitó a Abbas, Presidente de la ANP, que no glorifique más a los terroristas con monumentos y dinero a sus familiares y, si bien se lo prometió, lo siguió realizando sin tapujos hablando loas de los “mártires” suicidas que asesinan civiles israelíes y destruyen propiedades.

Se le pidió a la ANP un cambio radical de las currículas escolares, escuelas, colegios y universidades, donde se les inculca desde bebés el odio visceral hacia los judíos en general y a los israelíes en particular, llamándolos cerdos dignos de ser aniquilados, y no han movido un dedo para terminar con esa inmundicia educativa. Por si esto fuera poco a los alumnos palestinos se les tergiversa toda la historia universal y del Medio Oriente inyectando en sus neuronas falacias descomunales que contradicen toda base científica, arqueológica y antropológica, encerrando a estos alumnos con paradigmas falsos que solo producen daños a los que consideran engañosamente sus enemigos y paradójicamente a sí mismos, a sus familias y a todo su pueblo.

Con la realidad palpable de no estar avanzando con los métodos tradicionales del status quo utilizados desde la presidencia Clinton, cuando Arafat abandonó Camp David con un acuerdo prácticamente finalizado, Donald Trump resolvió romper con la parálisis a la que lo estaban sometiendo y lanzó una especie de “bomba diplomática” que nadie está en condiciones de explicar cómo va a proseguir y menos a finalizar.

El escenario elegido por Trump es muy complejo porque se basa en el nuevo orden medio oriental en el que se juega en manos de quién quedará la hegemonía regional, en una guerra fría y caliente a la vez entre Arabia Saudita (suníes) y la teocrática dictadura de Irán (chiíes). Trump advierte con esta resolución tomada que si los suníes quieren la ayuda americana e israelí en su lucha contra los iraníes deben obligar a sus indóciles “hermanos” palestinos a sentarse a dialogar y negociar una paz definitiva.