Imprímeme

Que la voz se haga paz y el arma silencio

Por: Bella Clara Ventura

Aunque este artículo fue escrito durante mis días y noches de la última, y ojalá sea la última guerra de Israel, cobra vigencia cuando nuevos ataques surgen por ser el anhelo de mi alma cuando bajo las alarmas vivo momentos de angustia, que cese todo tipo de violencia.

Vivo junto a mis nuevos compatriotas que tampoco se acostumbran a los misiles ni a los brotes de antisemitismo, aún después de tanto tiempo de ser sus víctimas. Se vive un ambiente de zozobra aunque la vida continúa como si la inseguridad fuera parte del cotidiano, pero no la misma inseguridad que se siente en Colombia donde sacar un celular en la calle reviste peligro de muerte.

Aquí, las amenazas de misiles sobre la cabeza nos llevan a correr rápidamente a refugios para evitar catástrofes, aunque la tecnología israelí es tan adelantada que la mayoría de los elementos de gran potencia bélica lanzados al aire por terroristas palestinos son destruidos por maquinaria antimisil hasta estrellarse contra el suelo, sin efecto mortal. Ya me ha tocado buscar refugio en varias partes y diversas horas del día, como en el ulpán donde debemos correr al lado de las escaleras donde estudiantes del mundo entero nos damos cita para quitarle el misterio a la lengua hebrea, y llegar un día a dominar sonidos que nos son extraños, pero no imposibles de pronunciar. Sólo el tiempo hará lo suyo para ir acostumbrando la lengua y el oído a los aleph y beth sonoros que conocemos al lado de la reich o de la guimel que se juntan con la stadik o la jet. Nos recuerda nuestra jota, tan difícil de pronunciar para algunos.

Se mezclan los sonidos que se pegan como las GV o el PK y uno siente que se le rompe la cabeza, o que el rompecabezas del idioma es más difícil de lo intuido. Cómo no verlo así, si leen sin vocales. Como quien halla la abstracción máxima en la mente. De inmediato se hace un razonamiento que tranquiliza a pesar de la dificultad encontrada: si los niños aprenden a hablar y a leer hebreo, uno por qué no! Y se persigue la meta. Como la meta de Israel que sigue siendo: salvar a su población civil del menor ataque. Bien se dice que los judíos emplean sus armas para defender a la población civil, mientras los terroristas palestinos como Hamás protegen sus misiles con la población civil y los niños, haciéndoles creer que al morir por la causa se convertirán en mártires y héroes importantes en su tierra y en el cielo conquistarán el paraíso con una recompensa mayor, al estar con valkirias que los harán felices.

Dos mundos tan opuestos en ideas y principios, sin embargo tan cercanos en la arena y en la geografía, fijan posiciones con valores que no pueden llegar a acuerdos. La muerte subyuga al vecino, al judío la vida. Por ello es una sociedad basada en desarrollar cada vez mejor tecnología para una mejor calidad de vida, que no sólo redunda en un bienestar para Israel sino para los demás países que acogen con alegría los nuevos inventos y descubrimientos médicos. Alivian sus enfermedades y dan fórmulas de existencia más descansada y abierta a un futuro de avances en ciencia, tecnología y calidad de vida. Pareciera un aviso de propaganda sobre Israel, pero sólo responde al trasvasar de unos sentimientos que cada día, y ante la nueva situación que vivo, se van ajustando a mis reflexiones y vivencias. No pensé vivir una guerra.

Hasta ahora las había visto por la televisión, casi ajena a esos disparos aunque dolida con la sangre de cualquier bando. Hoy me empapo de esta realidad y el haber seguido 4 niveles de Hasbará me ayudan a comprender mejor lo que se vive en este Medio Oriente, que ya me pertenece. Es una guerra por la supervivencia. ¿Y quién no haría lo propio? por no dejarse morir o ser atacado a muerte, mientras en el otro rincón la muerte representa la salvación. Difíciles momentos nos acompañan, pero no dudo que Hashem y el milagro que es Israel, pondrán fin a las intenciones malévolas de estos hombres que sólo quieren la destrucción de la Tierra Prometida. Tantos Hamalek brotan como mala hierba por doquier como los terroristas en los últimos ataques en París, que nos dejan el corazón en desgarramiento y la necesidad de hacernos a nuevas reflexiones…

La Tierra de Israel es nuestro verdadero refugio. Llegan de todas partes judíos atemorizados por la creciente ola antisemita que se desata en Europa, recordando viejas épocas no tan lejanas, donde la estrella amarilla en la solapa era vergüenza que cruzaba por las calles. Hoy el Magen David es nuestro escudo y nos honra saber que Masada fue otro punto de resistencia, digno del orgullo judío.

Tal vez esta nueva etapa de caos y destrucción de parte de los terroristas en acción le indique a la Humanidad que Israel está salvando al mundo de una ideología que quiere exterminar todo lo que no sea islámico y volcado hacia Ala. Dos puntos de vista encontrados: Occidente y Oriente, donde según los fanáticos hablan de infieles. ¡Será que los conceptos de Hitler con la raza pura y superior resucitan! ¿Y pensarán que los judíos dejarán crecer ese cáncer nuevamente? No hay ni peligro que algo así vuelva a suceder porque existe Israel, país de mostrar, potencia mundial y del cual todo israelí, judío o no, como tantos árabes y cristianos que comparten nacionalidad, puede sentirse con el pecho de paloma al viento por vivir y ser parte de la Tierra Santa.

Empiezo por mí que puedo decir que ya soy otra israelí más, quien recibe bendiciones de esta “mediná”. Sabe cobijar a sus inmigrantes con el calor de una madre que no hace diferencia entre sus hijos, así sean de padres diferentes. Gozo de la bendición de ser testigo de excepción de este laborioso y doloroso proceso de supervivencia para que pronto la voz se haga paz y el arma silencio.