Por: Gabriel Ben-Tasgal
La declaración del Presidente Donald Trump, reconociendo que Jerusalén es la capital del Estado de Israel, no debe ser tomada como un simple tema protocolar. El anuncio modifica radicalmente ciertas premisas que perjudicaban a Israel.
Desde los días de las negociaciones de los Acuerdos de Oslo (1993), Israel era el negociador que solía ser presionado por los mediadores occidentales para realizar arriesgados renunciamientos territoriales. Se esperaba que “el fuerte” hiciese las mayores muestras de concesiones en pos de la paz. Una situación que se hizo más volátil durante los oscuros años de Barack Hussein Obama al frente de los Estados Unidos. Entre otras cosas, provocó que los Palestinos se sentasen cómodos “bajo la parra” esperando que les sirviesen un estado independiente en bandeja de plata sin reconocer, como muestra de la finalización del conflicto, que Israel era la cuna nacional del pueblo judío. Teológicamente hablando, tal reconocimiento significa que el conflicto y las exigencias futuras han llegado a su fin. La dirigencia palestina, se acostumbró también a vivir de las donaciones internacionales, desarrollando un entramado de corrupción vergonzoso. De acuerdo a los cálculos realizados por Calev Myers del Instituto para la Justicia en Jerusalén, entre Yasser Arafat y Mahmud Abbas le han robado al pueblo palestino la friolera de 31.000.000.000 dólares.
De repente aparece un personaje como Donald Trump, un líder cuya estabilidad emocional deja mucho que desear, y declara claramente que los formatos antiguos fracasaron. Desde ahora, él protegerá a sus aliados y no los traicionará como hizo su antecesor, ya sea en la ONU o en las negociaciones bilaterales. Específicamente sobre Jerusalén, Trump ha dicho… “Jerusalén occidental es de los judíos y el resto… ¡negocien!” que no es lo mismo que colocar “todo” el tema sobre la mesa de negociaciones.
El gobierno de Israel debe, desde ahora, lograr que más países entren a través de la puerta abierta por Trump, que el apoyo a Israel no se remita únicamente dentro del Partido Republicano y que la ecuación negociadora vigente hasta Trump no se reimponga.
La declaración de Donald Trump nos ha mostrado otro fenómeno: El grado de importancia o irrelevancia de los palestinos dentro del Medio Oriente. El Presidente de EE.UU. ha desnudado uno de los mayores “timos” de las últimas décadas. El palestino-israelí “No” es el principal conflicto en el Medio Oriente. El principal conflicto en la región ocurre dentro del Islam, entre una visión radical de la religión y otra que no lo es o lo es menos. Luego, sobresale el conflicto entre chiitas y sunitas dentro del Islam y recién tercero, el conflicto entre musulmanes y los que no lo son, entre ellos el Estado de Israel. Siendo así, prominentes estados sunitas (Emiratos Árabes, Egipto, Jordania y, especialmente, Arabia Saudita) necesitan imperiosamente el apoyo israelí para detener el enemigo principal que no es otra que la chiita Irán. ¿Sabéis sobre que se ha debatido en la Mezquita central de Medina el primer viernes tras el reconocimiento de Donald Trump? ¿Sobre la situación en la santa Jerusalén? ¡No… se habló sobre el clima y la agricultura! ¡Nada sobre Jerusalén! Las dictaduras sunitas pueden hacer un poco de ruido “para quedar bien con la galería” pero… ¿Realmente se la jugarán por sus hermanos palestinos? No… no tendrán ningún empacho de sacrificar a los palestinos y humillarlos como han hecho siempre (ver, por ejemplo, el rechazo a otorgarles visas de trabajo y ciudadanía en los países árabes).
En este sentido, la principal tarea de Israel es mantener un balance desconfiado con estos estados sunitas. Por un lado, no demostrarles demasiado afecto para no perjudicar ser vistos por los suyos como “títeres de los judíos-sionistas”. Por otro, movilizarlos para debilitar al problemático eje Irán-Assad-Hezbollah y, y por último, tratarles con dureza no solamente porque esa son las reglas en nuestro “bazar persa” sino porque la realidad es que algunas de éstas monarquías estarían dispuestas a acostarse con el diablo a fin de detener a Irán.
A los palestinos les gustaría traducir su enfado en un nuevo levantamiento armado o en atentados terroristas. A diferencia de la Intifada de Al-Aqsa, ésta vez los países árabes no los arropan y el apoyo del islamista Erdogan no es suficiente, la población palestina está cansada y entre la dirigencia del Hamás y la de la Autoridad Palestina existe una desconfianza y tensión totalmente justificada. A primera vista, no parece que las condiciones están dadas para que explote una ola de violencia similar a la registrada entre el 2000 al 2005.
Existe otro factor a tener en cuenta. Aquellos países que exportaron las ideas yihadistas que infectaron las mentes de muchos notan cómo el arma fundamental que poseían se va desvaneciendo. El petróleo. Es cierto, el precio del crudo se ha elevado en los últimos meses producto de una decisión coordinada de los países productores de disminuir la producción a fin de elevar el precio del barril. Sin embargo, ¿Usted cree que en 60-70 años países monarquías radicales como la Qatar va a poder seguir sobornando para que le otorguen la organización de Mundiales, podrá Irán vía Hispan TV pagar las cuentas de Podemos en España, podrá Arabia Saudita seguir financiando mezquitas wahabistas en el mundo? La respuesta es negativa. Los estado productores de petróleo o se diversifican o “se les termina el juego”.
El Medio Oriente carece de dos cosas en las que Israel es la principal potencia del mundo: Israel sabe cómo desalinizar el agua a precios estupendos y se especializa en agricultura en condiciones imposibles. Dejando a un lado su capacidad militar, el actual Estado de Israel posee mucho más para ofrecer desde lo material que sus vecinos inmediatos.
Por último, Europa como Unión, se encuentra en una situación problemática y no se percibe que dicha situación vaya a cambiar a mediano plazo. Una Unión Europea no fuerte es una buena noticia para Israel. Israel prefiere desarrollar relaciones bilaterales con cada país del viejo continente en vez de tratar con la anti-israelí burocracia de la UE. Los líderes europeos han sabido guiarse por fríos intereses cínicos y la influencia antisemita ha sido un factor nada deleznable. Europa deberá seguir haciendo frente a olas de inmigrantes, al radicalismo interno de sus musulmanes, a sus desajustes económicos y a los intentos separatistas de grupos disconformes. Todos estos factores juegan a favor del Estado de Israel.
Ciertas veces, los judíos… y los israelíes, parecemos incapaces de reconocer lo evidente. Nuestra capacidad de auto crítica es la fuente principal de nuestra creatividad pero va acompañada por una fuerte dosis de masoquismo. ¿Usted sería capaz de señalar un periodo histórico en donde los judíos hemos estado mejor que ahora? Piénselo… es realmente difícil. Creo que nunca hemos tenido la capacidad para defendernos física, económica y socialmente como lo podemos hacer en la actualidad. Me refiero al Estado de Israel, no siempre la situación es similar en las comunidades judías de la Diáspora.
El principal objetivo del Israel moderno es mantenerse como un foco democrático occidental, limando sus disputas internas, regalando amor gratuito al prójimo y recordando siempre que nuestra principal misión sobre la tierra es mejorar la humanidad (Tikun Olam). Si no nos olvidamos de esto… el tiempo seguirá jugando a nuestro favor.
**Gabriel Ben-Tasgal es periodista, analista internacional y especialista en terrorismo islámico. Dirige la ONG de Diplomacia Pública Hatzad Hasheni – La Cara de la Verdad (www.hatzadhasheni.com) y, en la actualidad, dirige su nuevo proyecto, La Academia Judeo Sionista (www.academiajs.com) que ofrece cursos completos gratuitos online.