Por: Alter B. Himelfarb W.
Yom Ha-shoá, del hebreo, según el Diccionario de Arie Comey y Dov Yardén, significa en su orden, “Día (de recordación) de la ruina o de la destrucción o de la calamidad o de la catástrofe o del HOLOCAUSTO. De todas las acepciones mencionadas, se ha escogido la del “Holocausto”. A su vez, ésta palabra, viene del griego –(Diccionario Larousse) Holos: Todo y Kaustos: Quemado. Traducción que más se ajusta a la realidad de la cremación (fuego) a que fue sometido el pueblo judío, particularmente en la II Guerra Mundial.
Este día, fue designado desde la época de la fundación del Estado de Israel, por los líderes, , David Ben-Gurión e Yitzhak Ben-Zvi, para ejecutar actos in-memoriam, el día 28 del mes hebreo de Nisán, que éste año 2017, coincidió con el pasado 24 de Abril.
Fue tan desastroso, repugnante, terrible, devastador, catastrófico, etc., lo acontecido en los llamados “campos de concentración”, construidos por la Alemania Nazi y encontrados por el ejército norteamericano, que el Comandante General de las Fuerzas Aliadas, General Dwight Eisenhower –unos años más tarde, Presidente de los Estados Unidos-, le dijo a los periodistas que tomaran todas las fotos que pudieran, porque no tardaría el primer hijo de puta, en decir que “eso” nunca ocurrió.
Pero en la columna de hoy, quiero resaltar, no el desastre causado por la guerra en sí, los bombardeos, destrucciones, incendios, etc., que ello sería lo menos grave, sino en el silencio mundial ante un asesinato programado, “industrializado”, debidamente calculado, donde muy pocos se libran de tener responsabilidad o ser cómplices de la destrucción sistemática de un grupo humano, el pueblo judío…el pueblo hebreo.
Por una parte, los soldados de la Alemania Nazi, una vez tenían sus días libres y volvían a sus hogares, comentaban con sus esposas, cuñadas, madres, primas, abuelas, tías y demás familiares, de cómo llegaban ellos a los apartamentos donde vivían los judíos, ultrajándolos, a empellones, haciéndoles salir a culatazos, permitiéndoles llevar en una pequeña maleta, los elementos más esenciales, lo cual era además una burla, ya que los introducían en vagones férreos para transporte de animales, hacinados, donde fácilmente podían pasar días sin salir, haciendo sus necesidades digestivas dentro de los mismos vagones, allí mismo donde estaban parados, pues eran largas jornadas y vagones sin asientos y sin una gota de agua. Toda esa información tenía que circular y nadie decía nada.
Las fábricas que vendían los ladrillos corrientes y los ladrillos refractarios para los hornos y el cemento y vigas y ángulos de hierro y otros materiales de construcción, tenían que estar sorprendidos de la magnitud de las obras. Era imposible que faltara la pregunta: “Y para qué es todos eso?” Los obreros que construían los Campos de Concentración, tenían que asombrarse de lo que estaban construyendo, de las chimeneas que estaban montando, que no eran propiamente para expeler gases producidos por fabricación o industriales, porque no había máquinas. Los que construían los galpones y los que tenían que hacer las instalaciones eléctricas y tuberías apropiadas por los techos, por donde debía fluir el gas venenoso con el que iban a matar en masa a millones de judíos. Todos ellos sabían lo que estaba aconteciendo. Siemens tenían que saberlo y comentarlo en casa, durante la cena o en cualquier reunión familiar.
Ni qué decir, de las fábricas que producían los gases venenosos, como Bayer. ¿Tanto gas venenoso, para qué? Tenían que saberlo.
¿Y los conductores de los trenes?, llevando gente como animales… Tenían que saberlo y era el tema de conversación con su familia íntima…
¿Y el oficial del ejército a cargo del campo de concentración? Algunos tenían su casa dentro del Campo, gozando de la compañía de su esposa que con frecuencia regresaba a su casa a saludar y conversar con su familia
Los soldados que permanecían en los “Campos de Concentración”, cada vez que tenían su tiempo libre y regresaban a su hogar, hablaban con sus esposas, suegras, familiares, sobre cómo llegaban a dichos campos, en trenes de carga para animales, los judíos. De cómo se les recibía, de cómo se les tatuaba una numeración en su brazo….¡Já!…ya se me estaba pasando: las fábricas de tintas como Pelikan, Beiersdorf, Staedtler y otras, tuvieron que desarrollar las inquietudes del Führer Hitler.
Las fábricas de tintas y marcadores, como Pelikan, Staedtler, Beirsdorf y otras, fabricaron para Hitler tintas especiales para los números que tatuaban en los brazos judíos, entrando a los Campos de Concentración. Los Directivos sabían lo que pasaba y era la comidilla en sus reuniones familiares.
Y qué de los fabricantes de botones, hilos y textiles. Telas especiales a rayas, miles de metros para vestir a los recluidos en los Campos de Concentración. “¿Y todo eso, qué destino tiene?”…Claro que lo sabían los Directivos, los mandos medios de las textileras y poco a poco los obreros conocieron del destino de esas gigantescas producciones y llevaban a sus familias, “la chiva” del día.
Y los abastecedores de alimentos, naturales como industriales, estaban con la inquietud y la curiosidad del destino de todos esos materiales. Hay que recalcar, que muy poco llegaba de los productos alimenticios a la boca de los judíos. Y los miles de rollos y metros de Alambre de Púa, para las dobles cercas que rodeaban los Campos de Concentración.
Alemania y aquellos países de Europa, donde perseguían al pueblo judío, repito una y otra vez, sabían lo que estaba ocurriendo en los Campos de Concentración. Los servicios de “Inteligencia” de los países Aliados, como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, etc., sabían lo que estaba pasando. Sabían que estaban exterminando al pueblo judío.
Los movimientos clandestinos y de “resistencia”, sugerían, dinamitar las vías férreas que conducían a los Campos de Exterminio. Hubiera sido contundente un ataque de tal naturaleza, por cuanto habría distraído y complicado de alguna manera a Alemania y sus aliados del “Eje”, de la actividad bélica y ello hubiera probablemente evitado el asesinato de los judíos como también hubiera acelerado el fin de la Guerra.
Todo ello, era de conocimiento del Papa Pío XII. Hay que leer el libro del historiador John Cornwell, titulado “El Papa de Hitler” – La verdadera historia de Pío XII-Editorial Planeta/2003, para llorar desgarradamente, por cuanto Pío XII, no quería enfrentar con Hitler, la cuestión del asesinato de judíos bajo un concepto humanitario, por el pretexto de que Hitler no le firmaría el Concordato. Inclusive, movimientos y periódicos católicos de corte socialcristiano, fueron suprimidos por Pío XII, a solicitud de Hitler. Es más, Pacelli (antes de ser elegido Papa Pío XII) representante del Papa Pío XI en su Sermón en el Congreso Eucarístico de la época, dejaba bien claro, que el amor universal que predicaba en ese Sermón, no incluía a los judíos.(Pág. 211)
Hay que agregar también lo siguiente: El Papa Pío XI, había elaborado unos Artículos a favor del pueblo judío y en contra del exterminio Nazi. Pero ya había una grieta en la relación entre Pío XI y Pacelli, así que ese o esos Artículos nunca aparecieron ni en L’Oservatore Romano ni en Civiltá Cattolica. Y las ganas de llorar no cesan, cuando la Encíclica de Pío XI, sobre el antisemitismo, titulada “Humani Generis Unitas” (La Unidad de la Raza Humana) confiada a Pacelli para su publicación, nunca salió a la luz pública. Pacelli, el futuro Papa Pío XII, (Pág. 216) la ocultó mientras Pío XI estaba enfermo, y el cónclave, momento en el cual él fue aclamado como el Papa Pío XII. Posteriormente en 1950, pasada la II Guerra, Pío XII, utilizaría el nombre Humani Generis, para una encíclica muy diferente. (Ídem)
Estados Unidos y Cuba se dan la mano en la negación de haber permitido el ingreso de judíos. En Mayo de 1939, se negaron a recibir 900 judíos alemanes que viajaban en el vapor “St. Luis, desde Alemania a América. Como ningún país los quiso recibir, regresan a Europa donde fueron exterminados.
Y en nuestra querida Colombia, siendo Presidente, el Dr. Eduardo Santos, y Ministro de Relaciones, Luis López de Mesa, éste en circular enviada a los Cónsules colombianos en Europa, les prohibió le dieran visas a los judíos, bajo el pretexto de que el cupo o cuota de inmigrantes, “estaba lleno”. Y uno se pregunta: ¿Cómo fue posible que el Presidente Eduardo Santos, propietario del diario El Tiempo y un “egregio” liberal, se dejara manipular por su Ministro de Relaciones Luis López de Mesa?
Un verdadero chiste cruel, que jamás quedará en el olvido: El frío asesinato cometido por los gestores principales del exterminio judío y la fría sangre de los espectadores –a nivel mundial-, quienes, como en una desgraciada tarde de toros, fríamente observan indiferentes, como asesinaban al noble animal.