Imprímeme

Campos de concentración nazis en Polonia

Por: Agnieszka Frydrychowicz-Tekieli -- Embajadora de Polonia en Colombia

Aprovechando la gentil invitación de la redacción del semanario virtual Hashavua para tomar parte en la discusión, quisiera hacer claridad sobre el propósito que tiene la enmienda de la ley sobre el Instituto Nacional de Memoria, adoptada en los últimos días por las autoridades polacas y que, en algunos medios, especialmente en Israel, ha generado mucha preocupación e inquietud.

Intentemos oírnos. Tanto en Polonia, como en Israel y en tantos otros lugares del mundo en los que este asunto ha sido objeto de discursos excepcionalmente emocionales.

No obstante, antes de abordar el contenido de la ley, permítanme algunas palabras acerca de la historia.

Polacos y judíos. Vivimos uno al lado del otro por 1000 años. La historia común unió nuestro destino para siempre. No es posible imaginar la cultura y la ciencia polacas sin la contribución en ellas de eminentes judíos polacos: Julian Tuwim, Bolesław Leśmian, Arnold Szyfman, Artur Rubinstein, Szymon Aszkenazy y muchos, muchos otros. Pero además, las tradiciones judías están presentes en el idioma, la cocina y las costumbres polacas.

La cultura judía fue, es y será parte de la historia y de la identidad polaca. Hace años, el deseo del trágicamente fallecido presidente Lech Kaczyński, fue la creación de un museo que conmemorara esta presencia de los judíos en la historia de Polonia, en la cultura polaca. Este deseo se cumplió. Hoy en Varsovia existe ese museo – el museo POLIN  (http://www.polin.pl/en). Animo a todos los que lleguen de visita a Polonia a que reserven un espacio de su tiempo para visitarlo, con el fin de que vivan este viaje fascinante de mil años de historia común. De una historia de aceptación, algunas veces de rivalidad e incluso de renuencia, pero siempre de coexistencia.          

En septiembre de 1939, el Estado polaco sufrió una agresión convenida de dos regímenes criminales totalitarios, que eran en aquel entonces, las más grandes potencias militares del mundo: el Tercer Reich y la Unión Soviética. El territorio polaco se encontró bajo la ocupación alemana y soviética. El Estado polaco perdió el control sobre su territorio, pero conservó la continuidad institucional de su existencia. En Francia, y después de la capitulación de esta en Inglaterra, funcionó el gobierno polaco en el exilio y surgió el ejército regular polaco que al final de la guerra contaba con algo más de 200.000 soldados. Los soldados de la II República de Polonia (en los que había también polacos judíos) se enfrentaron a los alemanes en todos los frentes de la II Guerra Mundial. 

En el territorio de la Polonia ocupada por los alemanes y soviéticos surgió el Estado Clandestino Polaco – la más grande organización de este tipo en toda la Europa ocupada. De sus estructuras civiles y militares (Ejército Nacional) hacían parte alrededor de medio millón de personas.

Desde el inicio de la guerra los dos ocupantes emprendieron acciones tendientes a eliminar las élites polacas y sus líderes. En los planes de Hitler los polacos que sobrevivieran serían reducidos a un nivel de infrahumanos, esclavos al servicio del Reich alemán. Representantes de las élites polacas se enviaron a campos de concentración y fueron ejecutados. A la población polaca se la despojó de sus bienes, se expulsó de los territorios anexados al Reich y en forma masiva se la envió a trabajar como mano de obra esclava a territorio alemán. La cotidianidad de las ciudades polacas fue el terror – ejecuciones callejeras durante las cuales personas capturadas casualmente eran fusiladas por los alemanes. En la zona de ocupación soviética los servicios soviéticos ejercían acciones similares: ejecuciones masivas de oficiales polacos capturados, policías y funcionarios, desplazamiento de la población civil hacia el interior de la Unión Soviética y a los gulags.

Los nazis planearon una suerte distinta para los judíos europeos (polacos incluidos). En el marco del plan más criminal que haya surgido en la historia de la humanidad, todos los judíos deberían ser exterminados.            

El Estado polaco, dentro de los límites de sus posibilidades, hizo todo lo que pudo para contrarrestar la realización de este plan y ayudar a los polacos judíos que eran asesinados por los alemanes. Desde prestar ayuda efectiva ocultando población judía y suministrando armas a los combatientes judíos en el gueto de Varsovia, hasta desesperados llamados de ayuda e intervención por la causa judía hechos por el gobierno polaco en el exilio en Londres a los líderes del mundo occidental.

El gobierno polaco en reiteradas ocasiones intentó inducir a los líderes aliados a reaccionar ante el exterminio de los judíos iniciado por los alemanes. Mostró reportes, pruebas y hechos. Jan Karski, el enviado especial del gobierno polaco, quien fue testigo ocular del inicio de la “solución final”, describió la tragedia y transmitió las expectativas de los polacos judíos a los miembros de los gobiernos británico y americano, incluidos el presidente Roosevelt, los líderes judíos en Gran Bretaña y Estados Unidos, como reconocidos periodistas, escritores y comentaristas políticos. Sin embargo, los gobiernos de las potencias occidentales, que eran los únicos en capacidad de prestar ayuda a los judíos, los dejaron a su suerte. En este punto vale la pena citar las palabras de Adolf Berman y Leon Feiner (dos representantes de polacos judíos que residían fuera del gueto y encontraron refugio en donde amigos polacos), quienes transmitieron a Jan Karski la siguiente misiva enviada a los líderes del mundo occidental:

“Queremos que les digan al gobierno polaco en Londres y a los líderes y gobiernos de los países aliados, que nos encontramos absolutamente indefensos ante los agresores hitlerianos. No podemos salvarnos solos, ni nadie más en Polonia puede ayudarnos. Los clandestinos polacos pueden salvar a algunos de nosotros, pero no a las masas. Los alemanes no pretenden subordinarnos, como a otras naciones. Estamos siendo sistemáticamente enviados al exterminio; nuestra nación será totalmente destruida. Algunos podrán sobrevivir, pero tres millones de polacos judíos están condenados a la aniquilación. Ni el movimiento de resistencia judío, ni el polaco, no pueden hacer nada para evitar la masacre. Hagan a los aliados responsables de lo que pasa aquí. Que ninguno de los líderes aliados no pueda aparentar que no sabía que agonizamos y que la ayuda para nosotros puede llegar solamente desde afuera”.                            

En el territorio de Polonia, sobre el cual el Estado polaco no tenía control, el territorio ocupado sobre el cual el ocupante cometió crímenes inimaginables durante la guerra en la que la muerte era la cotidianidad, hubo también polacos – gente mala, baja y degenerada, que por dinero entregaron a judíos ocultos en manos de los alemanes e incluso perpetraron asesinatos. Estos asuntos desde hace años son objeto de estudio por parte de historiadores polacos e israelíes. En Polonia han sido objeto de discusión y reflexión a nivel nacional. Somos conscientes de que estos asuntos pesan en las relaciones mutuas entre polacos y judíos y, no cabe duda de que deben seguir siendo aclarados e investigados.    

Vale la pena recordar que en el balance final, Polonia como resultado de la II Guerra Mundial, aunque aparentemente se encontró en el lado de los ganadores, resultó de hecho perdedora. De la ocupación alemana pasó inicialmente por la ocupación y luego por la dependencia de la Unión Soviética. Perdió la independencia y la mitad del territorio que tenía antes de la guerra. Como resultado de la guerra perdieron la vida cerca de seis millones de ciudadanos polacos, contando a cerca de tres millones de judíos polacos y más de dos millones de polacos. 

La infraestructura y la industria fueron destruidas prácticamente en su totalidad.     

Varsovia, la capital de Polonia, fue en 1944 por orden de Hitler, totalmente arrasada. Los alemanes acabaron con la ciudad y con ella, la vida de 200.000 de sus habitantes.

Polonia fue una víctima de esta guerra.

Este es en realidad el único mensaje en defensa del cual están concebidas las normas de la enmienda de la ley sobre el Instituto Nacional de Memoria.   

La enmienda introduce, entre otros, el artículo 55a, que establece que todo aquel que publique y en contra de los hechos, adjudique al pueblo o al Estado polaco, la responsabilidad o la corresponsabilidad por los crímenes cometidos por el Tercer Reich alemán u otros crímenes de lesa humanidad, contra la paz y crímenes de guerra – será castigado con multa o privación de la libertad hasta de tres años. Esta misma pena se impondrá por la grave trivialización de la responsabilidad de los autores reales de dichos crímenes.   

Se introdujo tal regulación pues se hace una gran injusticia con Polonia y los polacos, que aun siendo víctimas de la política criminal de la Alemania hitleriana, sean con frecuencia falsamente presentados en los medios internacionales, como los autores de estos crímenes.         

En las últimas décadas en la percepción de la opinión pública en el exterior, se ha movido a los polacos desde la posición de víctimas del Reich alemán, primero a la posición de observadores y luego, a la de autores del Holocausto. Uno de los casos particularmente claros de tergiversación de la historia es el empleo de la expresión “campos de exterminio polacos”, a pesar de que conforme a la verdad histórica y a lo establecido por las organizaciones internacionales, debe emplearse “campos de concentración / exterminio nazi alemanes”. 

Es preciso subrayar que durante la II Guerra Mundial, después del ataque del Tercer Reich, cuando Polonia estaba bajo la ocupación alemana, nunca nadie actuando en nombre del Estado o el pueblo polaco, cooperó con los nazis. No existió un gobierno polaco colaborador, ni formaciones polacas Waffen SS. Es preciso recordarlo, especialmente a los representantes  de aquellos países europeos que hoy pretenden dar lecciones a los polacos de cómo deberían contar su historia, países que si constituyeron formaciones de miles de hombres como esas. Y también sobre cómo, de forma organizada, con la participación del aparato estatal ayudaron a Hitler en el exterminio de los europeos judíos. Aunque, como lo mencioné antes, es necesario decir y evidenciar que se presentaron casos de polacos que colaboraron con los alemanes, no podemos estar de acuerdo en que se atribuya al pueblo polaco la corresponsabilidad del Holocausto. Es abiertamente una alteración de la historia. La ley no pretende negar la complicidad de algunos ciudadanos polacos en el Holocausto. Se trata de combatir las distorsiones históricas.

Vale la pena recordar que en diciembre de 1942, las autoridades del Estado Clandestino Polaco  crearon una institución especialmente destinada a ayudar a los judíos: el Consejo de Ayuda a los Judíos que actuaba bajo el criptónimo “Żegota”. Era la única organización de este tipo en la Europa ocupada. El Estado Clandestino Polaco castigaba con la pena de muerte la entrega de judíos a los alemanes. También es necesario recordar que más de una cuarta parte de los Justos entre las Naciones del Mundo – un título que entrega el instituto israelí Yad Vashem - son polacos. Al mismo tiempo, en la Polonia ocupada – como no sucedía en otros estados de Europa Occidental, cualquier ayuda a los judíos enfrentaba la pena de muerte por parte de los  ocupantes alemanes. 

Polonia estuvo ocupada durante la Segunda Guerra Mundial por más de 2.000 días. Durante estos días, alrededor de 3.000 ciudadanos polacos fueron asesinados  a diario. Todos los días, al menos 10 polacos fueron asesinados por los alemanes por ayudar a los judíos. Nunca olvidaremos el sufrimiento de los judíos europeos, pero es nuestra máxima obligación defender también nuestro buen nombre. Polonia no fue responsable del Holocausto. Fueron los invasores alemanes quienes trajeron esta calamidad al pueblo judío.  

Polonia se ha pronunciado y se seguirá pronunciando enfáticamente en contra de las mentiras sobre el Holocausto. La negación del Holocausto está penalizada en Polonia. Consideramos también invariablemente, que las mentiras sobre Oświęcim cubren además, la repetición de afirmaciones insultantes sobre Polonia y los polacos y la adjudicación de la responsabilidad a Polonia por el Holocausto.       

La pena prevista en la normativa aprobada se aplicará puntualmente en determinadas situaciones y tiene como finalidad evitar una deliberada difamación de Polonia, por lo cual, la valoración definitiva de cada caso en particular corresponderá a los órganos judiciales. Cabe señalar que la ley está dirigida solamente contra las personas que públicamente y en contra de los hechos, desacrediten al Estado o al pueblo polaco, o que en otra forma, minimicen manifiestamente la real responsabilidad de los perpetradores. No está dirigida en contra de ningún país en particular, como Israel, y no limitará la libertad de realizar estudios científicos, remembranzas, enseñanza, ni otras formas de actividad cultural relacionadas con el Holocausto.

En ningún caso la ley concierne la valoración de los actos de determinados polacos o grupos de polacos y con mayor razón, no está dirigida en contra de las memorias de los Sobrevivientes del Holocausto, ni a los guías de los grupos que visiten los terrenos de los antiguos campos de exterminio/concentración nazi-alemanes. Todos aquellos cuya memoria personal o investigación histórica contengan la verdad sobre crímenes y comportamientos indignos que tuvieron lugar en el pasado con la participación de los polacos tienen pleno derecho a esta verdad.

Quisiera hacer énfasis en que el objeto de la enmienda de la ley sobre el Instituto de Memoria Nacional es luchar por la verdad de la II Guerra Mundial y los crímenes cometidos sobre la población judía en ese período. Por la verdad que se nos debe a las víctimas de la II Guerra Mundial, como también a aquellos que en un acto de heroísmo ofrecieron sus vidas salvando a otros. 

Polonia siempre luchará por la memoria y la verdad sobre el Holocausto. 

***

Para finalizar, independientemente de la problemática de la ley y las relaciones polaco-israelíes, teniendo en cuenta que no pude estar presente en el acto de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto el pasado 27 de enero, quisiera dirigir a la comunidad judía en Colombia, las palabras de Jan Karski con las que me identifico: (…) finalizada la guerra, me enteré de que los gobiernos, los líderes, científicos y escritores no sabían nada sobre la suerte de los judíos. Estaban sorprendidos. El exterminio de seis millones de inocentes permanecía en secreto. 

Luego me hice judío. (…) todos los que perecieron en los guetos, campos de concentración, cámaras de gas – todos los judíos que fueron asesinados se hicieron mi familia.

Pero yo soy cristiano judío. Soy un católico practicante. Y aunque no quisiera decir alguna herejía, mi fe me sigue diciendo que la humanidad cometió el segundo pecado original: consciente o inconscientemente, por autoimpuesta ignorancia, o por insensibilidad, o por propio interés, o hipocresía, o racionalismo desalmado.

Este pecado perseguirá a la humanidad hasta el fin de los tiempos.

Este pecado me persigue. Y quiero que así sea.