Por: Roberto Gerstenbluth
Hace unos años, décadas mejor, el padre de una amiga de la familia enseñó: “Cuando yo llego a cualquier ciudad del mundo lo primero que hago es visitar la sinagoga y allí siempre me siento como en casa”. El viejo migraba, como las aves en cada cambio de estación, entre Buenos Aires y Miami y eso hacía; era en la sinagoga donde se sentía como en casa.
Esta lección la he tenido siempre muy presente y desde entonces, no solo he visitado, sino rezado en sinagogas en diferentes partes del mundo: Costa Rica, México, Alemania, Israel, Estados Unidos y Argentina y ciertamente el viejo tenía razón en ellas, al encontrar la página en el sidur, se siente ese alguito que te dice: has llegado a casa.
De estas quiero compartir la última. Fue el sábado 17 de febrero en Aventura Turnberry Jewish Center (20400 NE 30th Ave, Miami, FL 33180). Era un sábado a la mañana común y corriente, salvo por el clima soleado y frio no había nada en particular. Al entrar al “santuario” – una denominación súper común en los Estados Unidos pero un poco extraña para el oído acostumbrado al término shil – nos reciben unos vitrales imponentes y una arquitectura grandiosa, enorme. Se trata de una sinagoga Masortí igualitaria. Como era de esperarse, nos recibe uno de los miembros ya mayores quien pregunta: “Y ustedes están acá por la Bar Mitzva? Siéntense por favor en la primera fila”. No, no estábamos allí por la Bar Mitzva, estábamos por otro motivo. Pero su hospitalidad fue amable y amorosa.
Minutos después se acercó el gabai y en perfecto acento argentino me pregunta: “¿La aliha es para vos?”, “No, en realidad es para ella” respondo abrazando a mi esposa. “OK, yo los vengo a buscar cuando sea tiempo”.
Los tres tomamos asiento; mi sobrino y yo no sentamos al interior de la fila e Inti –mi señora- tomó el lugar junto al pasillo.
Nuestro anfitrión nos hizo el honor de narrar algunas historias de su vida comunitaria y, siempre de nuestros mayores hay algo para aprender. Jazán y coro hicieron lo suyo para desarrollar el servicio de forma bella e inspirada.
Es el momento de la lectura de la Torah. El Rabino corta el servicio y hace un breve resumen sobre el contenido de la Parashá. Además se sale un poquito del protocolo para darnos la bienvenida. Brevemente, explica que en Colombia, su anterior comunidad, aún no se acostumbra dar alihyot a la Torah a las mujeres y que por tal motivo para nosotros, sus invitados, este era un momento muy especial.
Nuestro anfitrión se acerca nuevamente. Con sus ojos desorbitados y con una expresión de genuina sorpresa pregunta: “¡En serio!, ¿cómo es esto posible? Es una locura (crazy fue la palabra que utilizó) que aún haya sinagogas donde no le dan ese honor a las mujeres”. “Y bueno, no todos estamos en el mismo punto”, fue lo único que le pude responder. Mi sobrino, con timidez y muy bajito pero con una sonrisa en la cara anota: “¿Viste la cara que hizo?, fue la misma cara que hacen en Bogotá cuando se les dice que hay sinagogas en el mundo donde sí les dan ese honor”.
Y sí, el joven tiene razón: con las mismas miradas de asombro nos hemos encontrado en Bogotá. La diferencia, quizás, es que nuestro anfitrión en ningún momento perdió su calidez y amabilidad. En Bogotá, al contrario, no sólo ponen cara de asombro sino que inmediatamente dan la espalda, tiran la puerta y salen del lugar.
Minutos después nos visita nuevamente el gabai. “Vení, Shoshana bat Abraham que es tu turno. ¿Vos la vas a acompañar?” “No gracias, este es su momento y no le voy a quitar un ápice de su honor. Se ha preparado durante más de un mes y seguro lo va hacer muy bien”.
Ahora, para poder entender que sucedió en ese momento dentro del ser de Shoshana bat Abraham ve Sahara, tendríamos que preguntarle a ella. Yo sé lo que yo viví: Con su entrenada voz y su enorme facilidad musical recitó las brajot con perfección. Su aliha tenía 3 psukim, (en ATJC utilizan el sistema tri anual de lectura) 40 segundos. Con perfecta afinación y conforme a las cantilaciones tradicionales fueron 40 segundos sublimes. Palabra por palabra fue leída sin que nadie le hiciera ninguna corrección u observación. A su lado tenía un jazán, un baal core y tres rabinos. Todos acordaron que fue perfecto.
Desde la platea lo único que yo sentí fue un enorme orgullo, pero más que eso me sentí honrado. Dicen algunos dentro de nuestra tradición, que cuando el jefe de la familia recibe un honor en la sinagoga es como si lo recibiera la familia entera. De hecho hay quienes se ponen de pie cuando su padre, abuelo o esposo, son honrados en la Torah. Pues bien, si no me puse físicamente de pie, todo mi ser estaba de pie en señal de respeto y admiración frente a ella.
El momento terminó. Los 40 segundos fueron y volvieron. Con la misma naturalidad y simpleza con la que ocurre cualquier fenómeno en la naturaleza. Pero el corazón nunca volverá a ser el mismo.
En las bancas aledañas la lluvia de “Yasher coaj” no se hizo esperar. “Great job!” fue la expresión que utilizó la bube que estaba detrás nuestro. Una señora que, con sus años, torpemente se aferraba del brazo de su marido dijo: “You have a wonderful voice, it was a pleasure hearing you”.
Y ya. Así pasó este momento y de vuelta a los ajetreos propios de un viaje donde el objetivo principal era celebrar la Bar Mitzva del menor de mis sobrinos Gerstenbluth.
Sin embargo, faltaba la cereza encima del helado. Mi sobrina, quien tiene la ilusión de poder entrar a la escuela de leyes nos estaba contando cómo son los servicios religiosos en su colegio. Contó que allí, cada mañana, se ofrece una tefilah especial para cada uno de los posibles grupos de interés. 1. Ortodoxo, 2. Minian Masculino, 3. Minian Femenino y 4. Minian masorti igualitario.
En este último, como en ATJC, las mujeres tienen la opción de participar de forma igualitaria en el servicio. Lamentablemente, es muy esporádico cuando una de ellas toma esta opción. Pero en sus palabras: “Nadie se opone a que lo hagan, ellas optan por no hacerlo. Pero por lo menos tienen la opción”.
Ahí está. En este resumen de una niña de 14 años, está la idea central: “… por lo menos tienen la opción”. Que es mucho más de lo que tenemos disponible en nuestra ciudad.